Diario de León

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LA ÚNICA letra que se llama de dos formas distintas es la «z», pues la nombra el diccionario indistintamente zeta o zeda, con lo que ya tenemos lo doble o lo ambiguo metido en su corral. Sin embargo, el andaluz, aún teniendo la «z» en el rabo del gentilicio, le dice seta o seda, así que a la ambigüedad le añaden un algo más de confusión aportando micología al canto o tejido fino a la camisa. Y con la seta, la zeda, la zeta y la seda venimos pescando zarapitos, zampullines y zurullos estos días los del columneo de papel por haberse instalado esta letra en la rabioza aztualidaz, en la zarracina mediática y en la zambra gitanera de la chirigota paya. Pues que hablen, que del zoquete y del zueco hasta el jumento, todo es bueno pal convento, dijo el ideador de esta campaña reducida a un «con Z de Zapatero», mientras el Zorro de la leyenda y de los derechos de autor anda sopesando pleito y zurra zurda por apropiación desvergonzada de su marca registrada, aquella que él escrituraba a punta de florete y el resto de los listines con su zigzag zigzagueante como si fueran nerviosos zurcidores o zurupetos, que son aquellos que se meten a notario sin serlo. Habrá cachondeo fino, flojo o burdo con esto de la zeta zapatera como lo hubo hace tres años con el zetapeta o setapé presidencial; y, si no, al tiempo, porque irán desfilanzo por el chiste nacional del Zipi-Zape todos los zagalones, zahoríes, zanahorias, zánganos, zarrapastrosos, zapatiestas, zopencos, zurrapas y zascandiles, zumbos, zambos, zapadores y zaínos, zanjas, zombis y zulos, zambombas, zangolotinos y zapatazos, zumbidos, zutanos, zagueros, zafarranchos o zozobras (mejó zerá que zuzobre que no que zuzfalte, dijo el andalú de la parodia). Pero esa zeta también lo es de Zaplana... y zaplanea, ¡vaya y cómo!, aunque espanta (lo suyo y más) incluso a la parroquia propia, invitando como mucho a zapear, pues el zapping es cosa muy recurrida, socorrida y manoseada por ser palabrita niña nacida anteayer en nuestro diccionario. Pero también esa zeta es de Zar y brinda el espanto de lo absoluto, «del rey arriba, nidiós». Diciendo Z en los intríngulis del partido hay quien se lo toma como orden, Z¡ar!... y automáticamente se obliga a alinearse, cubrirse... y cantar los himnos que figuran en el devocionario. O le largan del coro.

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