Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

La España de la discordia

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VICTORIANO CRÉMER
León

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PROCLAMABA EL AUTOR de tantas páginas notables: «España áspera y espléndida» o sea el país capaz de ofrecer los más distintos y contradictorios aspectos, los méritos más difíciles de descubrir, el espíritu más peleón, sobre todo cuando la nación decide echarse al campo dispuestos todos los combatientes a morir con las escopetas puestas. España teje su entramado histórico mediante el enfrentamiento de los unos con los otros y hasta con los de más allá. Y si aparece en pantalla la efigie de un líder dotado de todas las virtudes políticas para conseguir la reconstrucción de la patria en llamas, inmediatamente los fantasmas agresivos del país, buscan y encuentran una figura, un personaje, no hace falta que le avalen sus virtudes ni sus méritos profesionales, el cual acabará enfrentado con el personaje soñado. Antonio Machado, por tantas razones padre del pensamiento libre del ser humano, se apresuró a dejar escrito para general conocimiento del común irascible de la ciudadanía: Españolito que vienes/ al mundo, te guarde Dios. Porque una de las dos Españas/ ha de helarte el corazón. Y efectivamente se produce el choque y uno de los dos paladines en lucha terminará vencido y humillado. Don Alberto Ruiz Gallardón, que iba para hombre providencial, encontró en su camino, la sombra de una mujer que aspiraba a lo mismo pero de otra manera. Y allí acabaron sus glorias y resultó derribado como si se tratara de una estatua de escayola. Y este episodio, que efectos tan graves ha tenido que producir en la conciencia de los unos y de los otros, fue desdeñado, sin que le fuera dado la posibilidad de recomponer el tipo, aprovechar sus viejas armas, para perderse entre la arboleda. España y yo somos así, señora, venía a decir el capitán de los tercios de Flandes, señor capitán, el de la fulgente espada y buen caballo alazán. Y como en Flandes no se ponía el sol del imperio español, surgieron los sempiternos fantasmas de la historia para anular ilusiones y postergar esfuerzos. Y esto que sucede como un estigma de la raza es motivo de preocupación en las viejas y escondidas provincias, en donde ¡ay de todos nosotros! las rencillas de pueblo surgen a la superficie cuando la biografía popular y los ilustres padrones se pelean entre sí por si el rival, el vecino, pudiera arrebatarle el trofeo que persiguen los unos y los otros. El español lleva el resentimiento, la envidia y la controversia en la sangre, de tal modo que cuando en el poblado se produce una idea de mejoramiento de la raza, se levantan de sus tumbas los viejos y tradicionales enemigos para degollar al osado que se permitió la licencia de sobrepasar los niveles establecidos por un vecino insignificante y escasamente dotado. En la España del furor y de la sangre siempre en línea de batalla para derribar las nobles arquitecturas que el compañero hubiera decidido construir. Es curioso y aleccionador comprobar este espíritu de pelea, por ejemplo entre organismos destinados a ejercer beneméritamente a favor de la mayor gloria y provecho de la ciudad enzarzados siempre en un acto de competencia rufianesca, hasta el punto de malograr iniciativas generosas por hundir la fama del otro, del enemigo, del único obstáculo que, a su entender, es el más serio obstáculo para alcanzar el laurel que persigue. Danilo Kis dejó dicho y repetido: «No estés contento con tu destino, porque todos los imbéciles lo están, pero no pierdas la razón por perseguir un cargo.

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