Diario de León
Publicado por
CONSUELO SÁNCHEZ-VICENTE
León

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EN LAS postrimerías del franquismo, agredir a alguien por sus ideas era cosa de «fachas», prácticas fascistas contra la libertad de pensamiento y de expresión que la inmensa mayoría de los jóvenes universitarios de entonces condenábamos sin contemplaciones. «Camadas negras», les llamábamos. Sólo desde las instancias gubernamentales se aplaudía o se callaba ante estos ataques; pero claro, aquello era una dictadura. No era normal, también hay que decirlo, que los conferenciantes contrarios al Régimen menudeasen por las universidades y los colegios mayores, pero, cuando alguno de ellos conseguía colarse por los márgenes del sistema, jamás estaba solo si aparecían los «fachas». No hacían falta escoltas: el público estudiantil actuaba como cordón «sanitario». Ahora, a estas «camadas negras», algunos políticos que se dicen demócratas y que ocupan puestos de responsabilidad en gobiernos como el gallego, el vasco, el catalán, e incluso en el «central», les llaman radicales, antisistema y, a veces, incluso patriotas nacionalistas. Todos «de izquierdas», eso sí, gente progresista; un poquito acalorada o directamente equivocada, vale, pero, no por su culpa, sino por «las provocaciones de la derecha». Como si el nacionalismo, que es un viaje a la Edad Media sin billete de vuelta, tuviera o hubiera tenido alguna vez algo que ver aunque sea de lejos con los valores éticos de «la izquierda» o de «la derecha» democráticas. El PP es, hoy, el partido que mejor simboliza -aunque no el único- la libertad cercada y cercenada por los «fachas» de hoy, porque quienes trataron de agredir a María San Gil en la Universidad de Santiago «por pensar distinto», quienes no dejaron hablar a Dolors Nadal en la Pompeu Fabra de Barcelona «por pensar distinto», quienes acosaron a Rosa Díez en la Complutense de Madrid «por pensar distinto», y quienes desde hace años aporrean la libre circulación de las ideas en las universidades vascas por «pensar distinto», son «fachas». Callar o intentar disfrazar de «libertad de expresión» estos ataques contra la libertad, que es una e indivisible -o la hay para todos o no hay libertad- es de cobardes. Así llamábamos en la dictadura a los estudiantes y a los políticos que se decían demócratas pero invitaban a taparse un ojo ante las agresiones de los «fachas» para no «provocar al Régimen». Y cobardes sigue siendo su nombre en democracia.

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