Diario de León

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CAMBIA tu noción del desierto. No viene avanzando a caballo de dunas con patas, que lo hacen. No vienen polvoreando por tierra, sino por un aire del que huyó toda nube. El cielo es el desierto. Y contra eso nada puede hacerse (el cura a la cofradía labradora: « mira que sois tercos, emperraos si queréis y sacamos al santo en rogativa, pero para mí que no está de llover »). Un desierto no es desierto si alguien logra llevarle un grifo, un canal, agüita clara o bendita. Entonces el desierto se ajardina, se transforma en cármenes porque en un metro cúbico de arena hay no sé cuántos cientos de semillas de cosas, plasma germinal, vida detenida a la espera de un régimen de duchas o mojadura en toda regla. En las ruinas de Masada, la fortaleza arriscada de los judíos zelotes que fue asediada y asolada por Roma, apareció una semilla de palmera, un güito de dátil de hace dos mil años, conservado allí por la sequedad tremenda de aquellos parajes... lo sembraron hace dos años y hoy es palmerita. Asombroso. ¡Dos mil años esperó sin malograrse!... Quien lleve agua al desierto se sorprenderá de cómo da las gracias esta tierra yerma, incultivada y entera. En Israel ordeñan como nadie todo lo verde que late oculto en el arenal. Sólo hace falta agua, caminos para que corra y aljibes enormes donde guardarla cuando sobra y se pierde buscando la mar salada, que es el morir. Pero si se proyectan embalses para frenar el desierto, se levanta un oleaje de protestas y el ultraortodoxo medioambiental está legimitido a sublevarse contra máquinas y ministerios (la Naturaleza convertida en diosa también tiene peligro divino). Pero ¿quién escupiría contra un lago en un desierto?... Pues esa diosa caprichosa y paradójica puede decretar lagos así. Hace diez años, las corrientes del Niño llevaron una brutal chaparrada a un desierto peruano creando una laguna (¿artificial?) donde hacía miles de años que no caía gota, un lago de casi doscientos kilómetros de ancho. La vida se regeneró y algunas especies de aves cambiaron sus destinos migratorios porque allí había papeo. Ecológicamente, ese lago se hubiera entendido como un crimen espantoso si lo hubiera proyectado el hombre (y jamás se habría hecho). En estos lagos del cielo o charcales del hombre debería rotularse: «Dios existe, pero es el agua».

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