Diario de León

La falta de oxígeno provoca la pérdida de energía en la cadena alimenticia de las zonas costeras

El número de «zonas muertas» en mares y océanos ya supera las 400

Los fertilizantes y la quema de combustibles fósiles son las principales causas

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M. M. Aller - león
León

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Unos 250.000 kilómetros cuadrados de fondo marino están prácticamente muertos, el triple que hace 13 años. Este incremento de zonas muertas en los océanos del mundo, donde la ausencia de oxígeno (hipoxia) impide el desarrollo de vida marina, está provocado por el uso de fertilizantes y la quema de combustibles fósiles. Así se afirma en un estudio realizado por Roberto Díaz, del Virginia Institute of Marine Science, que aparece publicado en la revista Science, en el que se indica que la asfixia llega a través de las aguas de los ríos, que transportan grandes cantidades de fósforo y nitratos hasta los océanos. Aunque estos fertilizantes impulsan al comienzo el crecimiento de las algas, su exceso las acaba destruyendo y, al morir, se hunden hasta el fondo marino y se convierten en alimento de bacterias que en el acto de la descomposición consumen el oxígeno circundante. Según ha afirmado Díaz, hay en estos momentos 405 zonas muertas en aguas cercanas a las costas en todo el mundo, lo que supone una superficie cercana a 250.000 kilómetros cuadrados. Díaz, quien comenzó a estudiar estas zonas muertas en la década de 1980 tras advertir el problema en las aguas de la Bahía de Chesapeake, en la región atlántica de EEUU, señaló que en 1995 ya había 305 zonas muertas en todo el mundo. Según los datos que maneja, a comienzos del siglo pasado había sólo cuatro zonas muertas, aumentando a 49 a mediados de la década de 1960, a 87 en la de 1970 y a 162 en la de 1980. «En muchas ocasiones sólo se da importancia a la hipoxia cuando comienza a diezmar los organismos que, en última instancia, sirven de alimento a la población», añade Díaz, citando como ejemplo la desaparición de algunas especies ictiológicas y los brotes crónicos de epidemias bacterianas en otras. Por otra parte, al impedir el desarrollo de algunos habitantes de los fondos marinos (almejas, gusanos), la hipoxia elimina una importante fuente de nutrición para otros depredadores. Indicó, además, que para frenar el aumento de zonas muertas habrá que desarrollar métodos agrícolas que minimicen la transferencia de nutrientes desde la tierra al mar. Más protección Según los expertos, aunque el Báltico es el que tiene más superficie muerta, con 42.000 kilómetros cuadrados, en el golfo de Méjico, el Mar Negro y el Adriático hay grandes zonas de fondo marino asfixiado, fundamentalmente por los vertidos de pesticidas. En España, el problema de la hipoxia se ha registrado en algunas rías gallegas como la de Pontevedra, debido a la cercanía de las industrias de celulosa, o en la de La Coruña. La contaminación crónica en algunas zonas está afectando gravemente a las especies y a la salud de los ecosistemas. Por su parte, un desarrollo litoral sin parangón ha hipotecado hasta el último espacio libre del Mediterráneo. Un 58% de la población española vive ya en la costa, lo que ha provocado la pérdida o alteración del 75% de los sistemas dunares y el 70% de los humedales costeros en el Mediterráneo. «Una protección efectiva del mar, creando nuevas áreas marinas protegidas como el cañón del cabo de Creus o un santuario para el atún rojo al sur de Baleares; un cambio radical en el rumbo de la pesca, y una protección efectiva de la costa, evitando desarrollos urbanísticos agresivos, son sólo algunos ejemplos pero serían signos claros para parar esta degradación», se indica desde WWF/Adena.

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