Diario de León

CORNADA DE LOBO | PEDRO GARCÍA TRAPIELLO

Máscaras

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NOS gusta a rabiar enmascararnos, emboscar la cara con pinturas, caretas o gafotas de Cristiandiós (todos de rodillas cuando las veáis, adoradlas). Es lo que da el Carnaval, nueva identidad bajo la máscara, la ocultación del crimen, lo feo o el pecado.

La mascarilla no es una máscara, pero oculta también el nombre. El negocio del año lo hacen hoy sus vendedores. A la fuerza se hará moda el tapabocas. Lo veremos en las pasarelas, modelos galgas cubriendo la cara de nariz abajo, como las moras, velando el morro, aunque para mascarilla total, el burka de las afganas, del cogote al tobillo.

Mal viene la cosa. Besarse o darse la mano será algún día delito sanitario. Pánico al virus. La especie humana no se extinguirá a bombazos; se encargará de ello una bacteria con un cinturón de aminoácidos asesinos. ¿Qué nombre le pondrán al último y definitivo: «virus de la risa» quizá?... Al de ahora le llaman hache-uno-ene-uno, ganas de liarse. Llámalo peste marrana.

Cuando dentro de no mucho haya de ir todo el mundo con mascarilla en las ciudades, las habrá de toda clase y precio. No conoceremos a quien venga bajo ellas, pero «por sus mascarillas les conoceréis». Sabremos quién es rico y quién pobre. En los barrios de Méjico se ven unas que parecen servilletas de bar, pero la gente guapa las lleva que parecen cirujanas, tela finolis y plisada para que haga acordeón y no agobie la napia y el belfo.

Cuando la mascarilla sea obligatoria, las grandes marcas y creadores tendrán colecciones particulares de todos los colores, diseños y gracias imaginables. Y el logo de marca será más grande aquí que en las gafotas, letras gigantes de Dulcegalbana estampadas en la jeró, llenando la boca y tapando la boca de las que miran, que chinchen.

Mientras tanto, en este mismo momento, dos afganas talibanas se están matando a reír viendo que las ostentosas mujeres infieles y ricas han de velar ahora su rostro en público tal y como manda el Corán. Y más se reirán todavía cuando vean desplomarse y arruinarse a los fabricantes de pintalabios. Las enmascaradas no se pintan. Pero tranquilas, mis paisanas, ocultando el morro, además de una pasta en carmín, ahorraréis una fortuna en botox y siliconas... así podréis pagaros un viaje al Caribe... y entonces os reiréis de las moras enjauladas en telas y leyes.

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