Diario de León

El paisanaje | antonio núñez

El deshollinador

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antonio núñez
León

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O eso fue lo que prometió la última vez que estuvo en Rodiezmo. Nada hay más parecido a la famosa película de «Mary Poppins» que Zapatero prometiendo desatascar las chimeneas de las térmicas leonesas, frente a las que se acumulan nada menos de cinco millones de toneladas de carbón sin quemar, el equivalente a la producción de todo un año. Hay en juego los empleos de los últimos cuatro mil quinientos mineros de la provincia.

La acumulación de stocks de hulla y antracita en las apagadas térmicas de Compostilla, Anllares y La Robla ha saltado hace poco a las páginas de los periódicos y algunos hasta se han sorprendido. No sé de qué, porque para almacenar un año de producción hacen falta doce meses, lo mismo que nueve para un embarazo no deseado. El problema no se abortó a tiempo -”ay, Bibiana-” y es un ejemplo clásico en los tratados de política sobre como afrontar un crisis cuando no se sabe cómo: basta con dejar que se pudra, por si se resuelve ella sola, y, si no, cuando finiquite se acabaron los males. Mientras tanto el político de turno debe mirar para otro lado y, sobre todo, que los demás le sigan el entrecejo, pongamos que la dichosa memoria histórica, la laicidad en los crucificos de las escuelas, la igualdad de género entre Bibiano y Bibiana -”eso siempre será imposible por razones técnicas del calentamiento más o menos global, lo jura un salido-” la alianza de civilizaciones entre el Ramadán y la Cuaresma, etcétera.

Hace falta tener poca memoria histórica para no acordarse de las primeras reconversiones mineras, cuando Felipe González dio el visto bueno al cierre de Hulleras de Sabero. De aquella los de Cistierna cobraron una pasta gansa y dos años de paro, con un dinero que voló enseguida e hizo la fortuna de más de un concesionario de automóviles. Con la MSP estuvo a punto de pasar lo mismo. Y no lo fue por aquella épica «marcha negra» de cuatrocientos mineros a pie cuatrocientos kilómetros hasta el palacio de La Moncloa. El gobierno de la época dio marcha atrás y el patrón Victorino, que pasa por ser un lanzado, aprendió rápido la lección: cada mes que no cobra las subvenciones al carbón el no paga la nómina de los obreros y avisa al subdelegado del Gobierno con un escueto SMS, que dice algo así como «ahí te los mando otra vez».

Uno guarda muy entrañables recuerdos de los viejos y buenos tiempos de la minería, hará un par de décadas, cuando el carbón daba para cincuenta empresas o más y no menos de quince mil obreros. Eran memorables las comilonas anuales que organizaba la patronal por Santa Bárbara , así como las huelgas de antes de los convenios colectivos, en las que todos salían ganando. No creo conocer a ningún viajante de lavadoras y frigoríficos que, por aquel entonces, vendiera a plazos: todo se pagaba orgullosamente a tocateja.

La ruina de después está hoy siendo embalsamada en el museo minero de Sabero, la caperuza del pozo Olarra y una entelequia que en Ponferrada llaman Ciuden o «ciudad de la energía», prometida por Zapatero la primera vez que llegó al poder con muchos voltios ilusorios.

«Ahora todo va a explotar», según me dijo ayer un barrenista prejubileta. La mezcla de carbón con el gas natural es como el grisú, justo lo que ha hecho Zapatero al autorizar la venta de las térmicas a italianos y catalanes, a falta de que llegaran a tiempo los rusos.

¿Alguien se imagina lo que harían los rudos y bravos sindicatos mineros si gobernara el PP? La palabra de Zapatero vale tanto como la de Mary Poppins, a la que, por lo demás, se le parece -”no confundir con Margaret Tacher-” y la de su deshollinador de Londres para engañar a niños bobos. Todo palabrería con la que no hay quien se aclare: «superkalifragilísticoespialidoso».

Esta semana, de momento, está Zapatero en Nueva York con Obama a falta de Mikel Jackson, otros dos que ni blanco ni negro.

Del carbón lo mismo.

Ni fu ni fa.

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