Diario de León

El ministro británico de la pandemia se pasa al 'reality'

Matt Hancock, en una imagen del pasado mes de octubre. TOLGA AKMEN

Matt Hancock, en una imagen del pasado mes de octubre. TOLGA AKMEN

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El político británico Matt Hancock se ha convertido en los últimos días en el más famoso de su gremio por unirse a los participantes de un espectáculo de televisión, en el que la audiencia vota para adjudicarles tareas escabrosas en una jungla australiana. Diez millones de británicos vieron el programa en la noche del jueves, dos millones más que la media del año pasado.

La llegada de Hancock al escenario diseñado por los productores causó unanimidad entre los otros once participantes: "¿Qué hace aquí?", se preguntaban. En el Parlamento, que sigue trabajando y paga su salario, y entre la mayoría aparente de habitantes del Reino Unido, la pregunta frecuente es: "¿Qué hace allí?". El exministro de Sanidad ha intentado explicarlo.

Cuando se supo que iba al 'reality', puntualizó que su afán es promover el reconocimiento de la dislexia, un trastorno neurológico que dificulta la lectura, la escritura y la comprensión. Hancock, estudiante brillante, fue diagnosticado como disléxico en la Universidad de Oxford. Ha introducido en el Parlamento un proyecto de ley para que las escuelas evalúen a sus alumnos y formen a los maestros.

Pero, cuando una de las participantes en el programa, la periodista y presentadora de televisión, Charlene White, le preguntó qué hacía ahí, el exministro divagó. "Se ve a los políticos como gente con una manera de ser muy estricta, pero yo soy más humano. Es una manera de mostrar que somos seres humanos. Y, además, tengo un gusto por la aventura". Cobrará unos 450.000 euros por su participación.

El exjugador internacional de rugby, Mike Tindall, casado con Zara Phillips, sobrina del rey Carlos III, no le creyó. "Caca de vaca", dijo a un grupo de participantes que charlaban sobre sus palabras. En otro diálogo, Hancock afirmó que el 'reality' es "un instrumento poderoso" que puede servirle para conectar con "las nuevas generaciones". John Crace escribe en 'The Guardian' que "el último lugar en el que una persona cuerda espera ser real es un 'reality'". Camilla Long, en 'The Times', se pregunta "por qué necesita un 'instrumento poderoso' para que se oiga su mensaje". Y sentencia: "Lo que necesitamos es políticos que envíen menos mensajes. No ignoramos quiénes son realmente, especialmente en el caso de Matt".

Dimisión Matt Hancock no es popular. Notificó la separación a su mujer y a sus tres hijos la noche en la que supo que 'The Sun' iba a publicar una foto de él y de su amante magreándose en el despacho del ministro de Sanidad. Tuvo que dimitir por quebrar las reglas de distanciamiento con personas de otras viviendas, en el remate de su gestión polémica de la pandemia.

La bioquímica y directiva empresarial, Kate Bingham, que lideró con gran éxito, y sin cobrar nada, al equipo que logró las primeras vacunaciones contra la covid en el mundo, describe a Hancock, en su libro sobre ese tiempo, como un personaje 'Dr. Jekyll y Mr. Hyde'. Expresa furia porque, tras asesorarla antes de la reunión, la acusó de incompetencia ante el Gabinete de Boris Johnson. Quizás porque quería ser jefe del equipo de Bingham.

El más célebre libro de Neil Postman, 'Divirtiéndonos hasta la muerte', pronosticaba en 1985 una paulatina conversión de la política en espectáculo, en 'show-business', por la representación televisiva de las ideas mediante imágenes. La aventura de Hancock en la jungla es criticada por sus colegas, que quizás viven también atrapados en una política que les exige continua 'performance'.

Hancock no es el único político británico que ha participado en espectáculos de televisión. El exministro liberal-demócrata, Vince Cable, lo hizo en una popular competición de baile. La fama que logró Boris Johnson en un programa de humor fue esencial para su carrera política. El expresidente de la Cámara de los Comunes, John Bercow, es famoso por su teatral griterío durante los debates del Brexit.

Su sustituto, Lindsay Hoyle, no seguirá el camino de Hancock. "Soy miembro del Parlamento. ¿Voy a ponerme a correr por una jungla comiendo testículos de canguro? Absolutamente, no". Hoyle deja a los electores que impartan justicia, pero el Partido Conservador, que lo promovió rápidamente al Gobierno como joven reformador, le ha expulsado del grupo parlamentario a sus 44 años. El aventurero será independiente hasta las próximas elecciones, y sus excolegas pueden ya castigarle. Chris Heyton-Harris, ministro de Irlanda del Norte, un puesto con pesada carga, ha explicado que él y sus colegas están utilizando el voto de la 'app' telefónica del programa para lograr que sea sometido a los peores tragos en el gran espectáculo del sadismo.

En la noche del viernes, Hancock comió pene de camello, vagina de oveja y ano de vaca. Preguntado por otros concursantes las circunstancias de su divorcio, expresó otra ambición, la de ser perdonado. En el periódico de su circunscripción electoral, 'Suffolk News', un lector escribe: "Está logrando lo que quiere. Está en todas las pantallas, acaparando la atención".

11/12/18-13/22

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