El rescate que movilizó a León: siete días en busca del perro Rigodón
Cinco grados bajo cero. Una niebla densa que apenas dejaba ver nada. Noche cerrada pasadas las 5 de la tarde. 26 de diciembre. Rigodón se asustó, dio un tirón y pegó una carrera hasta que se perdió en el horizonte. Empezaban siete días de una búsqueda desesperada que movilizó a la ciudad
La alerta saltó unos minutos antes de las cinco de la tarde. Rigodón, un galgo canela recién adoptado, estaba ahora perdido en algún lugar de la ciudad. Sin GPS para localizarlo, el rescate se convertía en una lotería. Un grupo de búsqueda de animales perdidos con 268 miembros se puso en marcha. La primera alerta llegó en un mensaje colgado en las redes sociales. Un texto breve con una señal de alarma y la petición ‘difunde’. “Galgo blanco jaspeado con el extensible, corriendo desorientado en la Carretera de Asturias. Difunde”. Era él. Huyó con una correa extensible colgada al cuello. Un elemento que aumenta el peligro.
Un perro perdido o abandonado es también un riesgo de accidente. El mensaje compartido para alertar del riesgo llegó a miembros del grupo de rescate. Se rastreó la zona de la gasolinera de la Carretera de Asturias, una nacional, la N-630, con un tráfico denso, y los descampados de alrededor. Pasadas las 11 de la noche se suspendió la búsqueda. Al día siguiente, una llamada de teléfono avisa de que Rigodón está en Carbajal. Al rastreo se suma un grupo de marcha nórdica que iba a hacer un recorrido por el Camino de San Salvador. Voluntarios de la Protectora de León rastrean todo el paraje a pie, en bici y con motos de trail. Algunos llevan a sus perros. Hay más tranquilidad en el grupo, el perro ha salido de zona urbana, no está en una carretera, disminuye el riesgo de un accidente de circulación.
El sosiego duró poco tiempo. El perro se ha desplazado a la carretera de Caboalles, entre Pobladura y Lorenzana. La alcaldesa lo ha compartido en el grupo de vecinos. Más gente facilitando localizaciones. Se instala una jaula en la gasolinera, un lugar donde le han visto ir a comer. El 28 de diciembre, día de todos los Inocentes, como si de una broma pesada se tratara, el galgo accede a las vías del tren e inicia una carrera desesperada entre los raíles. No hay nada que hacer, sólo confiar en que no lo atropelle un tren. De noche se controla la jaula, por si va a comer, pero Rigodón no está ya allí, ha salido de las vías y lo avistan, a primera hora de la mañana, en el CRE de San Andrés del Rabanedo. Sigue la niebla cerrada, el frío intenso del enero leonés. Y la búsqueda imparable.
Decenas de personas comparten los lugares por donde han visto al perro. En el Ayuntamiento de San Andrés, en el bar de enfrente, en las praderas del CRE, en los descampados de Mobeltur, en las piscinas de Trobajo del Camino, en la laguna… a veces huyendo, a veces tranquilamente olfateando. Rigodón busca la ruta para llegar a la Protectora de León pero no la encuentra. Para entonces, el grupo de búsqueda tiene ya casi cien miembros más. Y al rastreo se suma un grupo de radar de la provincia con cientos de usuarios que se van avisando de los lugares donde se ve al perro para que extremen la precaución y dan aviso también de dónde lo tienen localizado.
Cunde el desánimo. Más de 24 horas sin saber de él. Los expertos en rescate del grupo difunden directrices: no llamar, no gritar, no perseguir. Un perro presa del pánico es un peligro para él y para el tráfico.
El 31 de diciembre no hay noticias del perro. No es un buen día. No va a ser una buena noche. El cambio de año se celebra con petardos. No sólo los dueños de perros, gatos y otras mascotas saben lo que eso significa, también las familias con personas enfermas o con espectro autista. De madrugada lo avistan por el centro de la ciudad. El día 1 de enero, a primera hora, localiza su antiguo domicilio. El portal está cerrado. Luego recorre la ribera del Bernesga, Eras de Renueva, las urbanizaciones de esa zona y los depósitos del agua. Y vuelve a pasar por su antigua casa. El portal sigue cerrado. El grupo de rescate acuerda establecer turnos de vigilancia para que la puerta esté siempre abierta. Se encuentra con la oposición frontal de los vecinos. No quieren rescate, sólo que se cierra el portal. No hay argumento que suavice su posición.
Desde las 3 de la tarde, voluntarios se turnan en ese edificio. Pasadas las 9 de la noche, el perro está en Santo Domingo camino de Ordoño. Pocos minutos después lo ven ya en el colegio de los Maristas. Un coche de la Policía Local ha llegado hasta el edificio para intentar persuadir a los vecinos de que colaboren. El perro llega corriendo, por la acera, pegado a las casas. Una vecina acaba de impedir de nuevo que el portal esté abierto. Otro ha intentado arrancar el cartel que avisa de que hay un rescate en marcha. El perro regresa pero a mitad de camino cruza la carretera. Le asustan unos perros y busca refugio en un parque. La Patrulla Verde de la Policía Local actúa rápido y lo encierra.
Diez y cuarto de la noche. Una llamada de la Protectora alerta al último turno de vigilancia de que acuda al parque. Una conversación breve: “Tira para el parque, ¡lo tiene la policía cerrado!”.
Allí está Rigodón. Esperando. Es la segunda vez que se le rescata. Estuvo dos años malviviendo en las calles de La Bañeza. Costó seis meses que confiara y se dejara rescatar. Está a salvo pero aún hay que cogerlo. Lo hace su principal cuidadora, dos años pendiente de él en la protectora. Rigodón la reconoce y se rinde. Se entrega.
El rescate fue posible gracias a una increíble movilización ciudadana, a un enorme grupo de personas que se unieron en la ciudad, tanta gente de León que contribuyó a poner a salvo a un perro que fue callejero facilitando localizaciones en directo, haciendo avistamientos, paseantes de perros que aguzaron la vista, dueños de bares, policías, adolescentes con sus perros también rescatados, redes sociales… Rigodón estaba ya en una furgoneta camino de su casa, de la Protectora de León.
En un parque cerrado, a bajo cero, el primer día del nuevo año, antes de que amaneciera otro, fue posible la magia, la que muestra la relación especial, profunda y ancestral entre los humanos y los perros. Treinta y tres mil años de una historia en común.