Diario de León

Psicoanalista, presursor de los cuidados paleativos en España

«No apoyo una ley para la eutanasia, pero hay que respetar casos concretos»

«Cuanto más le ofrezcan y más rápido se lo ofrezcan, huya». Rubén Bild defiende el crecimiento personal como un trabajo laborioso «que no se lo da la Seguridad Social»

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Carmen Tapia - León
León

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Es imposible resumir su extenso currículo de estudios, docencia, cargos, experiencia clínica, medios de comunicación, publicaciones y asociaciones a las que pertenece. El psicoanalista argentino Rubén Bild, precursor de los cuidados paliativos en España y miembro de la Escuela de Acompañamiento Creativo de Valencia, impartió dos sesiones de trabajo sobre psicodrama a los estudiantes de enfermería de León, una herramienta que les ayude a cuidarse y cuidar a los enfermos terminales y sus familias. -Da pudor entrevistar a un especialista como usted, acostumbrado a desnudar el alma de las personas, porque el alma no se puede enmascarar ni maquillar ¿no es así? -Eso es una fábula. En realidad la gente miente muy bien. Si realmente uno pudiera desnudarse podrían ocurrir dos cosas, que quien descubre a otra persona se suicidaría y la persona descubierta se sentiría acorralada. Por eso la gente que busca ayuda de salud mental lo hace en el ámbito confidencial. La gente miente muy bien. -Pero dicen que los ojos son el espejo del alma. -La gente actúa en la vida. Ser genuino y auténtico es muy difícil. Le voy a dar una pauta. Cuando una persona dice: «Yo soy muy sincero», empiece a desconfiar, porque si usted es sincero no lo tiene que decir, eso se nota. -Usted fue una de las personas que introdujo en España los cuidados paliativos. -Si, en el año 1982 junto con un equipo de personas. En esos años no había prácticamente en España la idea de cuidados paliativos, o sea, el cuidado de la persona que va a morir y su familia. La actividad pionera se hizo en el Hospital Marqués de Valdecilla, en Santander. Tuve una serie de discípulos que me ayudaron en esta tarea, entre ellos el doctor Sanz Ortiz, que ahora es jefe del servicio. Ahora hay cuidados paliativos en muchos hospitales, incluido el de León. -¿La enfermería es el pilar básico de estos cuidados? -La labor de los cuidados paliativos se afianza en la enfermería, y eso es universal. Es la enfermería la que desarrolla el contacto humano en los cuidados paliativos. Los enfermeros y las enfermeras son los que están más en contacto con el paciente y pasan más tiempo con la familia. Si usted analiza la biografía sobre cuidados paliativos, los mejores manuales están escritos por personal de enfermería y asistentes sociales. -El exceso de trabajo y el estrés en servicios como los cuidados paliativos provoca agotamiento emocional entre los profesionales e incluso, según las encuestas, la mitad ha pensado en abandonar la profesión. ¿Cree que con estas condiciones de trabajo se puede ofrecer un buen servicio? -El ser humano tiene miedo a la muerte, antes, ahora y después. En este curso impartido en León hemos dado muchos conocimientos e instrucción teórica. Se pregunta poco sobre qué podemos hacer con el estudiante que va a ser un día enfermero o enfermera para que se aprenda a cuidar. O sea, el cuidado de los cuidadores. Para poder ayudar al otro tiene que estar bien uno mismo, y esa es la parte más descuidada. ¿Quién cuida a los que cuidan?. No es cierto que el enfermero, médico o psicólogo tengan una especie de vacuna contra todas las dificultades de la vida. Hay que cuidar al equipo terapéutico para que pueda cuidar y hacer bien su trabajo. -¿Cuál es la mejor filosofía para saber cuidarse? -Usted quiere una receta ¿no?. No existen recetas mágicas. Creo que lo primordial para cuidarse es saber los propios límites, no querer hacer más de lo que uno puede. Eso es lo que tendría que ser. Hay mucha gente que dice: «Yo puedo con todo lo que me echen». Eso ya es una frase preocupante. Nadie aguanta todo lo que le echen. Y segundo, saber que hay una jornada de trabajo y que después uno puede dedicarse a hacer otras actividades. Lo importante es atreverse a hacerlo. -En España se debate ahora sobre la eutanasia. El caso de Ramón Sampedro ha reabierto una polémica sobre lo que en algunos sectores llaman muerte digna. Desde su experiencia en cuidados paliativos con enfermos terminales ¿qué opina sobre la eutanasia? -En nuestra experiencia es que si el paciente terminal está bien atendido en su dolor físico y psíquico no pide terminar con su vida. antes al contrario, porque aprende a disfrutar del tiempo que le queda. Otra cosa son las determinaciones personales de que una persona quiera poner fin a su vida porque está cansado, como es el caso de Ramón Sampedro. Estas decisiones puntuales son respetables. Es una cuestión de conciencia, basada en principios éticos y morales que hay que respetar. En el momento en que se hace una ley se hace para todos. Estar a favor de una eutanasia generalizada es muy peligroso. Es cierto que en Holanda se tienen que pasar muchos filtros hasta que el juez da la autorización para practicar una eutanasia, pero ¿cuánto se podría controlar eso?. La gente habla con mucha ligereza del tema. Los casos tienen que verse puntualmente. Creo que es un tema de moda, con mucha gente que habla y que realmente no sabe lo que significa la eutanasia. -¿Cree que en la sociedad en la que vivimos se nos prepara poco para el dolor y la muerte? -Si claro, y más y más. En televisión todo es belleza, consumismo y potingues. Hay un culto a la juventud y al cuerpo. Una persona después de los cuarenta años va perdiendo la aceptación social. La periodista Maruja Torres le refleja muy bien cuando dice. «Me dí cuenta que había cumplido cuarenta años porque adquirí la condición de invisible, entré en una fiesta y no me vio nadie». -No queremos sufrir y enseguida echamos mano de una pastilla para que nos ayude a soportar las dolencias de la vida. No se nos permite el dolor ni el duelo. -Eso es muy cierto. Antes bromeábamos con la receta mágica para encontrarse mejor y ahora viene a colación. La gente acude al psicoanalista, pero el psicoanálisis tiene muchas pegas y cuando yo se las enumero al paciente se sorprende. Primero, el tratamiento psicoanalítico ante todo es lento, así que, si usted está buscando milagros, yo no los hago, y es laborioso porque lo que se pretende es no tapar el síntoma. Hay técnicas que sirven para respirar y caminar mejor y aliviar los ataques de pánico, por ejemplo, pero la pregunta es ¿se ha curado o lo que ha hecho es disolver un síntoma?. En mi experiencia clínica es que después de un año o dos vuelve a surgir otro problema porque tapar el síntoma no es la resolución del problema. En el psicoanálisis abrimos capas y capas hasta llegar al núcleo central. Pero hacer todo ese recorrido es largo y laborioso. Hay evidencias clínicas de la relación que existe entre enfermedades psicosomáticas y cáncer si una persona arrastra una dificultad no resuelta. El método psicoanalítico permite la resolución de algunos problemas que pueden tener consecuencias a largo plazo. -¿El psicoanálisis enseña a sobrevivir en una sociedad competitiva, a las guerras injustas, a los tsunamis trágicos? ¿Cree que es posible desbloquear las emociones y encontrar el equilibrio? -En parte. Vinculado al curso que hemos dado en León, creo que el aislarse es imposible. Lo que sí puede hacer es un trabajo de crecimiento personal. Que cómo se hace eso. Se tiene usted que buscar la vida, porque eso no se lo va a dar la Seguridad Social. Hay gente que encuentra el crecimiento personal a través del yoga y terapias para conocerse mejor y estar preparado para cuando se tenga que afrontar un problema. Hay gente que prefiere invertir en un cuidado estético, por ejemplo ¿por qué no dedicar tiempo , esfuerzo y dinero a estar mejor uno?. Es una elección personal y eso no se lo va a dar nadie. Hay que buscar la mejor oferta, porque le digo que hay mucho cuento. Cuanto más le ofrezcan y más rápido se lo ofrezcan, huya, porque no hay milagros. -¿Cómo valora el curso que imparte la Universidad? -Es una actividad no muy frecuente. Se les da una oportunidad a los estudiantes de primer año, que son tan jóvenes, para que empiecen a ver algunas cosas de ellos mismos y que dispongan de unos instrumentos de defensa psicológica para su práctica profesional. Esta actividad tiene un doble objetivo. Acompañar al futuro enfermo y sus familias, no sólamente con los pacientes terminales.

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