Diario de León
DZ4P4F3-12-42-32-5.jpg

DZ4P4F3-12-42-32-5.jpg

Publicado por
León

Creado:

Actualizado:

Grandes llanuras rotas por pequeños cerros. Impacta el paisaje de este páramo en el que está enclavado Bustillo y siete localidades más. Descubrirá el viajero la belleza de un relieve sin apenas pendiente también en Acebes del Páramo, Antoñanes del Páramo, Barrio de Buenos Aires, Grisuela del Páramo, La Milla del Páramo, Matalobos del Páramo y San Pedro de Pegas.

Son el corazón de un territorio que se formó en el terciario por los aluviones fluviales, toneladas de materiales que fueron rellenando la cuenca del Duero y que permaneció casi intacto durante 25 millones de años. Y en contra de lo que su nombre pueda sugerir, no es terreno yermo, raso y desabrigado, ni lugar frío e inclemente aunque en invierno se llegue a bajo cero y los veranos abrasen. Es tierra de riqueza, en la que la agricultura intensiva de regadío ha cambiado su paisaje y su economía.

Se mantiene sin embargo una forma de vida pegada a la tierra, que conserva tradiciones y el valor de una manera de vivir esforzada y sacrificada. Y aunque la modernidad ha llegado, no siempre de manera acertada, se mantienen vivas viejas costumbres y el rastro de una arquitectura que fue usanza, levantada a base de barro transformado en adobe y tapial, madera, paja y cantos rodados.

Bustillo es la capital de este Páramo Alto leonés volcado con la agricultura y que ve en esa tradicional forma de vida su subsistencia, una manera de luchar contra la despoblación y la maldición de la España vacía y vaciada.

Inmersa en una profunda transformación, con obras en marcha financiadas por la Junta y el Gobierno de España, la modernización del regadío y la adecuación de los pueblos a los nuevos tipos de vida son su objetivo ya en marcha.

Y esa misma vida agrícola le abre otras posibilidades económicas al municipio. Sus caminos rurales son idóneos para recorrer en bicicleta o a pie, senderos entre cultivos con el infinito de frontera y el inmenso cielo azul de León por cúpula.

En Bercianos pueblo, un monumento al agricultor deja claro cuál es la seña de identidad del municipio. Y si se sale del pueblo, camino de Grisuela, en pleno campo, aguarda al viajero la tradición en mitad de un sembrado. Es la leyenda de la Santanina, el diminutivo más leonés de Santa Ana, una pequeña talla a la que se atribuyen numerosos milagros y que es devoción popular y espontánea, una figura diminuta que de siempre se negó, cuentan, a ser trasladada y que de noche se escapaba de la iglesia para regresar al mismo lugar, una y otra vez, y ahí decidieron dejarla, entre sembrados y cultivos, que son los vecinos los que van en procesión hasta ella.

De Acebes del Páramo hay noticia desde 1162. Surcada por pistas y senderos y atravesada por acequias y la mítica presa Cerrajera, la localidad conserva los soportales típicos de León y la construcción en ladrillo de casas de dos pisos. Destaca la espadaña de su iglesia y la veleta del apóstol Santiago, patrón del pueblo, que preside el altar mayor montado a caballo blanco, representado como Santiago Matamoros.

En Antoñanes del Páramo vive la tradición, la devoción y la leyenda. En pie al menos desde el siglo XIII, ha recuperado el antiguo ramo, que se adornaba con hiedra, roscas y velas, que se cantaba en las bodas antiguas y que ahora ha vuelto como seña del pueblo, que mantiene su tradición en la celebración de la Semana Santa, su devoción a las Ánimas en la capilla de su iglesia, en mitad del pueblo, con un retablo barroco del XVII y, sobre todo, la veneración a la Virgen de las Victorias, que es además su patrona, y en cuyo honor se celebra una fiesta de tres días que interrumpió la pandemia del coronavirus.

También hay constancia desde antiguo de la existencia de Barrio de Buenos Aires, fertilizado por el Órbigo, terreno de cultivo que aspira al futuro. De Grisuela del Páramo se sabe desde la Edad Media. Y de su importancia pasada, tanto que fue villa, queda el rastro de su poderío como sede de un desaparecido cenobio femenino y su magnífica iglesia parroquial, que es BIC (Bien de Interés Cultural) desde el 17 de noviembre de 1975.

Es uno de los monumentos más relevantes del Páramo Leonés, levantado con teja árabe, tapial y madera con un campanario y espadaña de ladrillo visto y un valioso alfarje por techo con molduras a base de entablamento de gran belleza.

De tapiales de tierra son las casas tradicionales que se conservan en el pueblo, sobre las que merece la pena poner la vista y dejar que se recree, e imaginarlas con la cubierta de paja o cuelmo antes de la teja, con sus espacios para la familia, cocina y dormitorios donde hacer la vida, granero, pajar, bodega, cuadras para los bueyes, mulos, caballos y burros, gallinero, cochiquera y el patio central al que da todo menos el huerto, la despensa familiar que aseguraba el condumio.

La Milla del Páramo debe su nombre posiblemente a la existencia de un miliario, el mojón o poste de carretera que en las antiguas calzadas romanas marcaba las distancias milla por milla.

Existe el pueblo al menos desde 1060. Y casi tan antigua es su tradicional devoción a la Virgen de las Angustias y la romería del perdón.

De Matalobos hay pocas dudas sobre el porqué de la denominación de un pueblo en pie desde 1162 y que mantiene vivo el cultivo de remolacha, maíz, alubias y, por supuesto, cereales.

De San Pedro de Pegas se sabe a ciencia cierta que su nombre compuesto hace alusión a dos grupos de colonos, originarios de Sicilia, asentados en el Páramo durante su conquista: los petrinos y los pegos.

Pasado para trazar el futuro. El porvenir de una tierra hermosa.

tracking