Diario de León

La Casa Museo de Pereira abre en otoño

La fundación del escritor ultima la musealización del domicilio que ocupó en la avenida de la Facultad  

fernando otero

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León

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Era un intelectual de primera, pero sin pretensiones. Así ha definido en alguna ocasión Joaquín Otero a su tío, Antonio Pereira. Ahora ultima la conversión del domicilio que compartieron durante décadas Antonio y su mujer, Úrsula, en la Casa Museo del escritor villafranquino. La apertura está prevista para el otoño, pero mejor no adelantar fechas, porque el confinamiento frustró la presentación de las memorias del autor, bajo el título Oficio de mirar, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.

Aún está pendiente la musealización de la ingente documentación que llegó a acumular Pereira, así como su prolífica obra. Y queda alguna pequeña reforma por concluir en la vivienda.

La celebración del 90 cumpleaños del poeta Antonio Gamoneda en el que fuera el domicilio de su gran amigo Antonio Pereira, en el número 19 de la avenida de la Facultad, ha precipitado todo.

La casa, que será además sede de la Fundación Pereira y cuyo director-gerente es Joaquín Otero, aspira a ser un centro cultural de primer orden. Y no solo porque desvelará material inédito del autor de Picassos en el desván, como su correspondencia con Jorge Luis Borges o Camilo José Cela, sino porque será aquí donde se ‘cocine’ un gran homenaje al premio Cervantes leonés. Ha sido la Fundación Pereira la que ha editado una exquisita antología de la obra de Gamoneda, titulada Amé, que reúne una docena de poemas, los favoritos del autor del Libro de los venenos, que han sido publicados en una edición limitada de 90 ejemplares (en un guiño a los años que cumplió el 30 de mayo).

La fundación, en la que participa la Universidad de León, también ha creado el Premio de Ensayo Úrsula Rodríguez, posiblemente el de mayor dotación económica de España, 25.000 euros.

Algunas estancias de su casa. FERNANDO OTERO

En la casa de la avenida de la Facultad, como anuncia una placa colocada en el portal por el Instituto Leonés de Cultura (ILC), Pereira creó la mayor parte de su obra y algunas de sus mejores historias. Una vivienda llena de los recuerdos de toda una vida, con sus máquinas de escribir, su inmensa biblioteca —que acabó por adueñarse de la mayoría de las estancias—, primeras ediciones, libros dedicados de puño y letra por sus autores, fotografías con amigos como el citado Gamoneda y Victoriano Crémer o Elena Santiago, retratos más o menos fidedignos del escritor, premios, una partitura dedicada por Cristóbal Halffter y una placa «al honorable tertuliano e insigne escritor» que le entregó el Café Gijón en su 80 cumpleaños.

También habrá sitio para el birrete que lució el día en que fue nombrado Honoris Causa por la Universidad de León, el 15 de marzo de 2000. En aquella ocasión, en la que también Gamoneda recibió el mismo título, el escritor villafranquino habló de Portugal, y de unos tíos que tenía allí, aunque luego resultó que todo había sido un precioso cuento.

Navajas, cuchillos y tijeras

En la casa de Pereira hay objetos que dan idea del excelente humor del autor de País de los Losadas, como una placa de Hermanos Konejung que anuncia: «Navajas, cuchillos, tijeras, de calidad inmejorable y garantizada». Y es que el escritor era propietario de una ferretería en la esquina de Gran Vía de San Marcos y Roa de la Vega.

El congreso que reunió a grandes expertos en Pereira en 2019 se tituló, precisamente, Entre la seda y el hierro. «La seda —las influencias y el mundo literario que le marcaron desde su infancia— se mezcla con el universo vital del hierro —representante de la profesión de su padre y abuelo, del mundo mercantil, de su experiencia como viajante y su negocio de ferretería—, explicaron entonces los organizadores.

Otero se propone reactivar muchos proyectos aplazados por la pandemia, para que la Casa Museo, que se podrá visitar con cita previa, no sea exclusivamente un lugar de consulta para los investigadores. Seguramente, eso no le habría gustado en absoluto a Pereira.

Solía explicar el autor de El síndrome de Estocolmo, hombre de espléndida memoria y gran contador de historias, que, a su debido tiempo, le mandaron al colegio de párvulos de las monjas, después a la escuela pública y más tarde al Bachillerato.

«Yo creo —escribió— que mi destino literario se decidió el día en que me pusieron gafas y tuve que dejar las peleas con los otros chicos. Un día sí y otro también llegaba a casa con las gafas rotas. Entonces arreció mi afición por la vida interior y, sobre todo, por los libros. Mi tío Tomás tenía la imprenta y librería y me dejaba recorrer las estanterías. Nunca se lo podré agradecer bastante. Leer a tiempo es abrir una cuenta de ahorro que nos sostendrá hasta el final de la vida. Leer es hacerse con amigos —los escritores que uno elija, de cualquier lugar, de cualquier época—, y tenerlos a mano para que nos enseñen y acompañen cuando a nosotros nos dé la gana».

El buzón con el nombre del escritor y su mujer y su fiel máquina de escribir.

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