Diario de León

EL INCENDIO DE CASTROCONTRIGO

Dos años de luto en el pinar

El 70% de los pinares de Castrocontrigo arrasados por el fuego se regenerarán solos pero hará falta medio siglo para recuperar el bosque perdido

Zona quemada por el incendio que se inició en Castrocontrigo

Zona quemada por el incendio que se inició en Castrocontrigo

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ANA GAITERO | CASTROCONTRIGO
León

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«Poco ha hecho la Junta de Castilla y León, seguimos desolados», afirma el pedáneo de Castrocontrigo, pueblo donde el 19 de agosto de 2012 se inició la tragedia forestal más grave en la Comunidad. El sentir de Francisco Arandilla, del PP, es general. El pinar renace en la quemada pero hará falta medio siglo para recuperar el bosque perdido.

El martes 19 se cumplen dos años de luto en el pinar. El infierno se instaló aquí 18 días y arrasó la riqueza de trece pueblos de Castrocontrigo, Luyego, Quintana y Congosto, Destriana y Castrillo de la Valduerna. Las descomunales lenguas de fuego abrasaron 11.724 hectáreas, de las cuales 10.555 (el 90%) eran arbolado y el resto, 1.169 hectáreas, matorral y pastos.

Dos años después, la «decepción» de la población es tan inmensa como las cifras que exbibe la Consejería de Fomento y Medio Ambiente: 6,7 millones de euros invertidos en la ‘recuperación’ de un monte que se regenera por su propia adaptación el fuego. Otros 2,5 millones de euros recaudados por la madera quemada y vendida, de los que el 85% fueron a parar a las arcas de las juntas vecinales y el 15% a la Junta para mejoras.

El daño es incalculable y el tiempo para que el bosque vuelva a su ser no menos de 50 años. Sin setas, con los animales aún desorientados, los resineros desplazados al bosque salvado pero sin recibir un euro por los daños y las pérdidas que sufrieron en la ‘quemada’. La gente sale adelante, como los nuevos pinos en el sotobosque, sacándose las castañas del fuego como pueden.

Las piñas saltaban por encima de las copas de los pinos y expulsaban sus semillas al arder, como si fueran miles, millones, de pequeñas bombas. Era la vida crepitando a miles de grados. «La alumbradera que había de noche parecía la caldera de Lucifer», recuerda Joaquín López Madera, de Nogarejas.

La tristeza y la desolación, también el miedo, invadieron el ánimo de los pueblos. Muchas personas no quieren recordar. La alerta del fuego se dio en la torre de Castrocontrigo a las 14.30 horas y, desde el centro de coordinación de incendios de León, se fue pasando el aviso a todas las brigadas. Una agente de comunicaciones sentía impotencia al ver que su pueblo, Torneros de Jamuz, era cercado por el fuego.

En Nogarejas salió el pueblo entero al monte, «hasta las mujeres que antes sólo dejaban ir a las viudas», recuerda Manuela Santos. «Al fuego siempre hemos salido como lobos, no lo dejábamos ni arrancar», aclara el comerciante Pablo Santos. «Fue terrible, creíamos que se metía para el pueblo y se salvó lo que ha quedado por el pueblo que estuvo una semana durmiendo en el monte», añade. Aquel día estaba en Zamora y volvió lanzado a casa. «El humo llegó hasta León», recuerda. Sí, tiñó el cielo de la capital y una película de ceniza apagó el sol aquella tarde de domingo de agosto. La naturaleza estaba aletargada por el verano y, de pronto, fue agitada brutalmente por la mayor tragedia forestal sufrida en León, en la Comunidad y en el noroeste de la península.

El fuego se dio por extinguido el 6 de septiembre. Fueron 18 días de infierno. Harán falta 50 años para que el bosque vuelva a tocar el cielo. La inmensa arboleda perdida contaba con ejemplares con una media de edad de 80 años. «Antes había hongos a camiones que se llevaban a Extremadura, a Soria, a Aliste... Ahora se acabaron las setas hasta que el pino no vaya para arriba, dentro de 40 o 50 años», explican en Nogarejas.

El Pino Gordo

El Pino Gordo de Valle Fondo, de Tabuyo, era más que centenario. Su esqueleto calcinado está apeado sobre el sotobosque que prospera, dos años después, sobre el terreno asolado por las llamas. Dos personas juntas no lograrían abrazarlo. Como una escultura patética, muestra las huellas de la resinación, con resignación, en sus marcas heridas. «Estuvo echando humo durante días y días», comenta Nacho Abajo. Ahora teme que se convierta en una fuente de plagas para el bosque que renace voluptuosamente. No han sido taladas pequeñas masas de encinares y algunos pinos tan jóvenes como delgados para interesar a la industria de la madera. En noviembre de 2012 se realizó la subasta de todos los montes de utilidad pública afectados. La venta alcanzó 2.522.479,65 euros, apunta la Junta, un 10% más sobre el precio de salida. «Se malvendió», opina el alcalde de Quintana y Congosto, Vicente Martínez, del Partido Popular. La Junta de Castilla y León no se ha ganado muchas simpatías en la comarca, castigada por un Lucifer humano al que la Justicia no ha logrado dar alcance.

«No me convence la Junta», apostilla el edil. Francisco Arandilla, pedáneo de Castrocontrigo, recuerda el incendio como un «episodio de tristeza y desolación absoluta».

—¿Qué sentimiento tiene dos años después?

—Seguimos desolados porque la recuperación de los montes durará 50 ó 60 años y quizá no lleguen ni a eso: En cuanto vale la madera se quema el monte.

Su balance es pesimista: «Poco se ha hecho por parte de la Junta de Castilla y León. El monte se regenera por sí solo, salen millones de pinos. Es una barbaridad», aclara. El cálculo a ojo de buen cubero de los vecinoslo verifican los análisis. Han hallado entre 70.000 y 500.000 piñones por hectárea y la viabilidad está por encima del 80%.

El Pinus pinaster es una variedad endémica con un comportamiento muy singular de adaptación al fuego en esta zona de la sierra del Teleno que no se da en otros de su especie de la península. «Su alto porcentaje de pinas serótinas determina un cuantioso banco de semillas aéreas que se moviliza con el incendio», explican los técnicos. Hubo zonas que ya se habían quemado en el incendio de 1998 (por maniobras militares) en las cuales sí ha sido necesario replantar con ejemplares de pinaster. Se usaron semillas autóctonas y fueron criados en un vivero de Valladolid. «Algunos de los que plantó el consejero Silván eran demasiado grandes y no han prosperado», apunta Nacho Abajo, de Tabuyo.

La ‘quemada’ verdea

‘La quemada’ ha pasado del negro al verde. «Es el principio de otra plantación, hay mucho trabajo por hacer aún», explica un guardamontes. «Es pronto para ver la evolución, las actuaciones están a medias: han plantado las frondosas, pero no pinos», sopesa el pedáneo de Nogarejas.

«En los pinares públicos el 70% se está regenerando naturalmente y el 30% ha sido o está siendo objeto de reforestación», apostilla el departamento que dirige Antonio Silván. Junta y Confederación Hidrográfica del Duero han construído albarradas con troncos de madera del incendio para frenar la erosión y el arrastre de suelo y materiales sueltos. Otra medida prioritaria y sobre la que no se ha bajado la guardia, apunta la administración, es el control de las plagas.

Prometieron 10 millones de euros para restaurar la quemada. Pero la pregunta que se oye en todos los pueblos es: «¿Dónde están los cinco millones de la Junta?». La Consejería de Fomento asegura que se han invertido en la zona afectada 6,7 millones de euros (5 del Magrama y el resto de la Junta) y que restan otros 3,3 millones que se irán invirtiendo de ahora en adelante de forma secuencial. La primera fase de la restauración termina en la primavera del 2016 y «serán necesarios trabajos de ayuda al regenerado a medio plazo hasta el 2026», aclara.

En cinco años habrá que hacer entresacas de los pinos que ahora crecen. La gente cree que el dinero se debería gastar con más prudencia. «Nos han hecho pistas que parecen la Nacional VI, pero lo que interesa es el recurso, los árboles, que se hagan las actuaciones forestales adecuadas y planes de desarrollo», apostilla Manuel Martínez, de Ecologistas en Acción. La gestión del pinar debe adaptarse, advierte, «al cambio climático, aumentar las barreras para el fuego y que quede gente en los pueblos», agrega.

La Plataforma de Afectados por el Incendio de los Montes del Teleno reprocha la falta de escucha de la administración a la hora de hacer las inversiones y la restauración: «Gastar tanto dinero en tan poco tiempo es tirarlo por una cañería, además se fue a empresas de fuera, sólo una empresa local pudo entrar en los lotes y en la corta sólo se empleó a una persona de la comarca y reventaron las carreteras con los camiones de la madera», añade su portavoz, Carlos Abajo. Lamenta que la maquinaria administrativa no trabajara por la declaración de zona catastrófica que se inició en el Ayuntamiento de Castrocontrigo. «Sin tener administraciones que nos apoyen nos hemos visto muy solos», concluye.

El alcalde de Quintana y Congosto, Vicente Martínez, culpa a algunas juntas vecinales de haber desperciado la oportunidad de que se instalara en la comarca una fábrica de peles, pero el pedáneo de Nogarajes, Olivio Campo, asegura que fueron los técnicos de la Junta quienes «desanimaron» a la gente.

El alcalde de Castrocontrigo, pueblo donde se inició el fuego, cree que la gestión post-incendio no ha sido mala. «Corría prisa sacar la madera y se ha hecho. El bosque se regenera por sí mismo y ahora hay que hacer un seguimiento pormenorizado para eliminar todos los pinos que sobran», valoraAureliano Fernández.

Las vías urbanas se han deteriorado mucho con los camiones que han sacado la madera (llegaron a trabajar más de cien diariamente). Lo más triste, añade, es que la gente que había regresado a la explotación de la resina «se ha tenido que buscar las habichuelas como ha podido. No les han dado nada. Cayó el incendio cuando la gente empezaba a explotar la resina», apunta. No han recibido indemnizaciones porque la resina no es un bien asegurable.

Vuelven los resineros

El de resinero es un oficio del siglo pasado que la crisis ha recuperado. En Nogarejas hubo dos fábricas resineras. La última cerró en 1991. Dos años después de la tragedia ambiental, una veintena de resineros sangran los pinos en las zonas salvadas del incendio del 2012 en el pinar. «Podría haber 50 ó 60 personas si hubiéramos tenido monte», asegura Palmiro Pérez del Río, pedáneo de Torneros de Jamuz. Su pueblo estuvo en un tris trás de ser alcanzado por el fuego. «Por suerte no hubo ninguna desgracia, pero se nos quemaron 3.000 hectáreas de monte propio y nos han quedado 280», explica.

Alberto Santos es uno de los que ‘sangra’ ahora los pinares de Nogarejas. Se echó al bosque tras quedar en el paro hace tres años. El día del incendio estaba jugando la partida. «No podíamos hacer nada. Cuando el fuego es de día, se va por las copas y hasta por la noche no baja. Por aquí no pararon los aviones. Los mandaron a donde la Junta tiene parte en el pinar, como en Tabuyo», denuncia. De su trabajo afirma: «Es mucho curro y poco dinero». Hay días, en verano, que empiezan la jornada a las siete de la mañana y terminan a las 9 de la noche, aunque vuelven al pueblo a comer.

La Junta Vecinal de Nogarejas es la mediadora con la Unión Resinera para vender el producto. Cinco personas explotan 15.000 árboles en los montes comunales del pueblo. Francisco de Prado dice que «hemos gastado 3.000 euros en cacharros (para recoger la resina) y otros 500 en cuatro carretillos para transportarla», añade. Perdieron la inversión y el beneficio de los 12.000 pinos que les «jodió» el incendio.

En Tabuyo del Monte el incendio fue el acicate para que siete jóvenes entre 20 y 35 años crearan una cooperativa. Pinaster explota 28.000 pinos y ha puesto en marcha plantaciones de frambuesa, arándanos y espárrarragos. Hacen trabajos forestales y visitas guiadas.

«Queremos quedarnos»

Antes del incendio trabajaban inddividualmente y perdieron el material, la fianza y los pinos, «nos quedamos sin nada, terminamos como pudimos». La cooperativa arrancó hace año y medio. «Tenemos claro que nos queremos quedar aquí y decidimos volver a poner la explotación en lo que quedó verde, pero diversificando el trabajo; si nos quedamos sólo en la resinación, viene otra y nos quedamos sin nada».

Jéssica Monroy Fernández, de Destriana, los hermanos Nacho y Álvaro Abajo, Alejandro García y Luis Martínez, de Tabuyo del Monte, Miguel Ángel García, de La Cepeda y el madrileño Fernando Padilla se han unido en la aventura. Ahora forman parte del censo de Tabuyo del Monte.

Durante el incendio trabajaron como voluntarios. Más de mil personas anónimas, trabajadores y voluntarios, lucharon contra el fuego. «Pensábamos que lo íbamos a salvar en Pinilla, pero donde lo dejamos volvió a saltar». La impotencia que sintieron es un mal recuerdo. «Ver que los animales no se asustaban al ver a gente porque iban quemados, a la gente llorando...». Dos años después sienten «decepción ante el olvido por parte de la administración: Todo fue agua de borrajas», lamentan. «Las juntas vecinales entierran el dinero en el banco y la Junta de Castilla y León no invierte nada», apostilla Marisa Rodríguez, concejala del PSOE en Luyego.

La Consejería de Fomento y Medio Ambiente responde con una larga lista de actuaciones: 132 trampas con feromonas para control de plagas, una nueva balsa de agua para que reposten los helicópteros («no se ha hecho y es innecesaria, tienen el embalse de Tabuyo», alegan los vecinos), depósito para abastecimiento de motobombas y camiones, reparaciones de vallado, impermeabilizaciones, captaciones de agua contra incendios, reparación de tuberías, dos huertos de semilleros de 5 ha., recogida de piña (900 kgs de piñón), trabajos de vivero con más de un millón de plantas, corta manual de restos de coníferas, corta y troceado de leñas frondosas para repartir a los vecinos de cada pueblo, preparación de la vegetación para resinar en nuevas parcelas de pinar en 170 hectáreas, reparación y mejora de pistas forestales con 42 nuevos pasos de agua, desatascamiento de 35 pasos, ensanches, limpiezas de cunetas, niveladora y compactación de 115 kilómetros, semillado manual con piñón de pinaster de 220 hectáreas, subsolada lineal por curvas de nivel de 550 hectáreas, plantación de frondosas en 135 hectáreas.

La lista de la Junta convence poco en la comarca. La señora Clara, de 90 años, pasea por la carretera de Tabuyo a Torneros. Cumple la rutina dos veces al día. «Aquí teníamos muchísimo monte y el incendio nos dejó sin nada. Nunca vi uno igual. En poco rato se abrasó todo. No es ni ello».

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