Diario de León

Día 44

Tormenta de verano en primavera

Rayo

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Oigo en la tele monitorear y casi me da un pasmo, de Triana (Juan Belmonte). Me sonó a toros. Casi salgo a la ventana a hacer una cacerolada para reivindicar las palabras abandonadas. Y los toros. Pero antes miro en el diccionario y existe. Y salgo a la ventana a nada, que es mi primer yo de todos estos días. Monitorear y monitorizar. Al parecer, la RAE acepta las dos aunque prefiere la segunda y la primera procede de Latinoamérica.

Pues parece que ahora se dice la primera. Será por viajar aunque sea lingüísticamente. Me había impuesto un régimen informativo abierto pero controlado, pero la cabra tira al monte. Y la única ventaja de los regímenes, si no son políticos, es que están para saltárselos. Quiero más palabras. El plan consistía en informarse de todo, leer este periódico, primero en la edición digital y luego en papel (qué bonitos son los periódicos en papel.

Es como oír un disco en edición digital o en vinilo. Las dos valen lo mismo, pero ahí está el vinilo resistiendo cual titán, como el periódico). Y luego el giro dramático consistía en ‘desintonizar’. Palabro. Pasar al azar por dos o tres radios comerciales. Era en los días del miedo. O en los del más miedo. Sí, con música insospechada. En donde ponen canciones para mi terribles que para un gran público serán sublimes. Al final, a alguna le pillé el punto. Y me sentí agradecido de que existiera esa música porque me evadía. Me llevo algún que otro placer culpable, esa canción que no te atreves a decir que te gusta. A mi me gusta Viviendo deprisa, de Alejandro Sanz... Que aunque no lo parezca también está pasando.

Pero de unos días para acá, volví a mi redil informativo, que seguro que es tan insano como poco recomendable: radios informativas a todas horas. Y a todas horas puede ser toda la noche con un auricular y un móvil prehistórico. Gemma Nierga contaba que ella, con una radio debajo de la almohada. Somos de la misma edad. La edad de la radio. Y luego, el resto del día, radio que pillo radio que enciendo. Me sé los diales de algunas radios en varias ciudades... Según dónde esté. Cada uno tiene sus vicios y este de la sobreinformación de una película de terror, siendo casero, iba a ser demasiado obsesivo. Así que los primeros días comenzaban con música, sin voces parlantes.

Ahora, no. Puede que sin saberlo, tengamos la sensación de que hemos cumplido parte de alguna misión y necesitemos palabras para explicarnos y que nos expliquen hacia dónde vamos aunque solo sea a un kilómetro a la redonda. De momento, y forzando la máquina, uno de ida y otro de vuelta, hasta pueden ser dos kilómetros por hora. Buscamos palabras. Qué se dirán. Dos de 20 se dejan porque ya no se aguantan de no verse. Estaban en el tiempo en el que se aguantaban porque al verse solucionaban sus demonios. Se tocaban, se besaban, se comían a besos, pero ahora no se aguantan porque se les han acabado los argumentos, y solo tenían las palabras. Te quiero mucho pero no sé qué decirte. Esa frase, dicha así, porque no sabía que decirle, desató la tormenta de primavera. Desde la ventana gesticulaba con los brazos. Esto se acabó. Yo solo pensaba en que dejara de llover en esta mañana de abril buscando palabras.

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