PROBLEMAS EN LA ESPAÑA RURAL
Guímara busca quien arriende el bar para no perder la vida
Cerró hace dos meses, después de once años, y el pueblo ha quedado huérfano
El primer trabajo de Javier Gavela como nuevo presidente de la Junta Vecinal de Guímara es encontrar quien arriende el bar. Hace algo más de dos meses que su anterior regente lo dejó después de once años y el último pueblo de Peranzanes parece haber quedado vacío.
Ya no se ven «forasteros» paseando por sus calles mientras hacen tiempo para sentarse a la mesa de lo que, durante más de una década, fue A Corte del Toro. Gurka, el argentino de Guímara, lo supo llevar muy bien y llenó el pueblo de gente. Ahora, él se ha trasladado al restaurante de las pallozas del Castro de Chano, unos kilómetros más allá, y ha dejado huérfanos a quienes ya son sus paisanos.
Al menos, así se sienten ellos, que no saben bien qué hacer ahora que no hay bar donde «tomar el vino». Van «de corral en corral» para compartir alguna que otra cerveza, pero no es lo mismo. También tienen el edificio de las antiguas escuelas, donde celebran algún evento; pero eso tampoco cubre el vacío.
Necesitan que el bar reabra sus puertas y, viendo que la publicación de la búsqueda en el Boletín Oficial de la Provincia no tuvo respuesta, los de Guímara han decidido tirar de las redes sociales. Y la decisión parece acertada, ya que en la última semana, el pedáneo no ha dejado de recibir llamadas de personas interesadas en hacerse cargo de la encomienda, que no es otra —y no es menor— que preservar la vida de un pueblo de montaña. Los hay hasta de Venezuela.
Que sin bar no hay vida ya ha quedado claro. «El pueblo está raro. El bar era el centro de reunión de todos y nos urge muchísimo que venga alguien pronto. Llevamos mucho tiempo acostumbrados a ver forasteros pasear por las calles, pero estos meses te cruzas con los cuatro del pueblo y poco más», describe el pedáneo.
La Junta Vecinal es la propietaria de un inmueble para uso hostelero que tiene tres plantas y una gran terraza exterior. En el bajo está el bar y la primera altura es la zona de restaurante y cocina, mientras que en el último piso hay seis habitaciones —cuatro amuebladas— para su uso como hostal. Incluso, puede ser la residencia de quien alquile el negocio si no encuentra otra solución habitacional.
El pueblo está raro. El bar era el centro de reunión de todos y nos urge muchísimo que venga alguien pronto. Llevamos mucho tiempo acostumbrados a ver forasteros pasear por las calles, pero estos meses te cruzas con los cuatro del pueblo y poco más
El negocio para el que ahora se busca regente se levantó hace casi 20 años. Los primeros nueve, lo llevó gente del pueblo y después, ya llegó Gurka. «Por aquel entonces, habían ido cerrando todos los negocios y nos quedamos sin bar; así que decidimos construir este edificio con vistas a que fuera bar y restaurante», explica Javier Gavela. Lo que los vecinos trataron de evitar de aquella lo tienen que enfrentar ahora.
En invierno, viven en Guímara unas 45 personas, pero en los meses de julio y agosto el censo se multiplica hasta rozar las 200. Ya es temporada alta y siguen sin bar. Y el más cercano está a tres kilómetros. «Este mes y el que viene, realmente es el 60% de la ganancia del bar de todo el año. Y ha quedado demostrado todos estos años que es un negocio rentable», subraya el alcalde pedáneo, que no quiere ni pensar que llegue San Bartolomé y no haya bar donde pasar las fiestas. «A ver si, como mucho, a finales de este mes encontramos una solución», dice.
El alquiler son 250 euros. «Un regalo», asegura Gavela. Después, hay otra serie de condiciones según contrato, pero «todo es negociable». Lo que se pide es que el negocio abra prácticamente todos lo días de la semana, salvo uno por descanso; y que las vacaciones se cojan mejor en invierno. También en los meses de frío «se darían más facilidades para cerrar dos o tres días a la semana si así se quiere», apunta.
«El vino por la mañana ya era una costumbre arraigada en el pueblo. Ahora, andamos por las casas, un día en el corral de uno y otro día, en el de otro; pero no es lo mismo», resume el hombre que da voz a unos vecinos que se resisten a ver las calles de Guímara vacías.