Diario de León

Memoria histórica

«Llevaban a los fusilados en un carro al cementerio»

Juan José del Riego, hijo del médico de Villadangos que ayudó a dar sepultura a las víctimas, recuerda las lágrimas de su padre

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León

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Juan José del Riego era un niño de nueve años cuando tras el golpe de estado del 18 de julio de 1936, que dio inicio a la Guerra Civil, fue testigo del drama de los fusilados de Villadangos. Su padre, Tomás del Riego, médico en esta localidad durante casi toda su carrera, fue una de las personas que, en compañía del cura Manuel Arias, se ocupó de dar sepultura a las víctimas de la represión franquista sobre personas leales a la República.

Las 71 ó 72 personas fusiladas en el monte de Villadangos —incluida una mujer— fueron enterradas en los cementerios de Villadangos, en su mayoría, y también en los de Fojedo y Celadilla. «Mi padre lloró cuando vio que los algunos de los muertos eran de 18 años», recuerda Juan José del Riego, con 94 años de edad. «Mi padre lo sentía mucho, cuando los llevaban al cementerio, cosa que no hacían en otros sitios. Los llevaban en un carro», señaló a Diario de León el pediatra leonés.

La ARMH (Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica) ha recopilado las víctimas de muertes violentas en el Registro Civil de Villadangos desde el 23 de agosto hasta el 17 de noviembre de 1936. Los fusilados procedían de diferentes pueblos de la provincia (Masilla de las Mulas, Alija del Infantado —entonces Alija de los Melones—, Folgoso de la Ribera, Vegas del Condado, Valderas, León capital y otros) y fueron ejecutados en 22 ‘sacas’ que, en su mayoría, procedían del campo de concentración de San Marcos. Las actas de defunción delatan que los fusilamientos se realizaban por la noche. La causa de defunción se atribuye en la mayoría de los casos a traumatismo craneal, aunque hay tres en los que se indica como causa «fusilamiento» y uno por «disparos de armas de fuego».

Los cadáveres eran trasladados desde el monte de Villadangos para su enterramiento en los camposantos del municipio. Los lugares del hallazgo de los cuerpos también son detallados en las actas de defunción —Pozo Mulgar (zona del polígono industrial), Val de Hulleros, Las Bogueras y Vallemedio (en la margen izquierda de la n-120). La cantidad de detalles que aportan las actas, que incluyen en algún caso la descripción física de las víctimas, no dejan lugar a dudas de que quien las realizó pensó en que pudieran ser identificadas por sus familias. El juez Pedro Arias y varios vecinos del municipio que firman las partidas de defunción dan fe de su veracidad. Varias familias, primero por su cuenta y ahora unidas, han pedido a la ARMH que investigue las fosas con el fin de exhumar los restos de los fusilados. A tal fin, la asociación presentó el proyecto en el Ayuntamiento de Villadangos.

Según testimonios vecinales, los cuerpos pueden estar en la zona próxima a la antigua tapia del cementerio y colindante a una caseta destinada a autopsias en su tiempo. El proyecto, aprobado por la Junta de Castilla y León, está a expensas de la decisión municipal y de la Junta Vecinal de Villadangos. El proyecto prevé excavar en un área de 40 metros cuadrados, sin afectar a las tumbas. La intervención duraría seis días. El presidente de la ARMH, Emilio Silva, señala que una institución democrática como el Ayuntamiento de Villadangos «tiene el deber de atender a esas familias y hacer todo lo posible por repararlas», teniendo en cuenta que la asociación «se va a hacer cargo de todos los gastos y que solo tiene que poner facilidades y no obstáculos».

Juan José del Riego era un niño cuando los carros iban cargados con los cadáveres al cementerio, pero aquel recuerdo no se ha borrado de su memoria. Sabe que los fusilaban en el monte y el miedo que había en el ambiente se le quedó grabado en una imagen: «El cura, cuando hablaba de los muertos, lo hacía en voz baja». A sus 94 años evoca otra escena estremecedora: «En noviembre, cuando se visita el cementerio, iban señoras de León a Villadangos a poner flores en las tumbas». Se van a cumplir 85 años desde los fusilamientos y las familias quieren cerrar un duelo prolongado durante generaciones.

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