Diario de León

Los trucos domésticos definitivos para ahorrar energía. Ajusta desde la cocina hasta el coche

Llama de una cocina de gas. HANNIBAL HANSCHKE

Llama de una cocina de gas. HANNIBAL HANSCHKE

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En un momento en los que los precios de la energía están por las nubes, el periodista Eduardo Bayona recopila en un libro más de cien consejos para pagar menos por la luz, el gas y la gasolina, en un catálogo de trucos domésticos para reducir el consumo desde la cocina al coche.

Bayona (Esplús, Huesca, 1969) reconoce en una entrevista a Efe en Zaragoza que mucha gente lo está pasando “no muy bien y, en muchos casos, mal”, en un contexto en el que los “ los precios están creciendo mucho y los salarios están menguando muchísimo en términos reales”.

“Tú empiezas pensando en tu factura y tus recibos, pero esa reducción de la demanda energética, la tuya pequeñita y las que se van sumando, al final, tienen una repercusión a nivel global”, dice citando el famoso “piensa global, actúa local”.

La dificultad de actuar como persona individual contra “el problema añadido del sistema de fijación de los precios y las barreras para comprender la factura eléctrica ” es además “otra de las razones para fijarse en lo que sale de los enchufes y de los cables de nuestras casas”.

“Allí es donde se puede actuar y donde yo propongo ese centenar largo de medidas para poder ir haciendo ajustes”, comenta el autor de ‘Más de 100 maneras de pagar menos por la luz, el agua y el gas’, disponible en librerías de la comarca de La Litera, en la zaragozana Cálamo o en Amazon, en formato impreso y digital.

Para comenzar a ahorrar, quizás habría que empezar por la cocina, a la que el periodista, con más de tres décadas de experiencia en medios impresos, digitales y audiovisuales centrado entre otros temas en la energía, dedica un capítulo entero con medidas de reducción.

La cocina

“Todos los grandes electrodomésticos, los que más potencia necesitan para funcionar y los que más tiempo se utilizan, están en la cocina”, reflexiona sobre la estancia que supone aproximadamente la mitad del consumo de una familia y que alberga la nevera, el arcón congelador, la lavadora, el horno, la campana extractora o el microondas.

“Está claro que la cocina es un sumidero de energía, pero también está claro que es donde tenemos mayores posibilidades de recortar”, razona, aludiendo a sencillos trucos como escoger el fogón que mejor se ajuste a la sartén, utilizar el calor residual o cocinar con la tapa puesta.

Eso sí, en este lugar nos topamos con la dificultad de los “consumos cautivos”, aquellos a los que es muy difícil renunciar, como la nevera -que acapara casi un tercio del consumo del hogar- o la lavadora.

“No podemos dejar de utilizarlos, de allí el hecho de que sean cautivos, pero sí que podemos hacernos un poco menos prisioneros de ellos y reducir su consumo. Ver la televisión o no, tener teléfono móvil o no, utilizar o no aspiradora, ya es otra cuestión”, explica sobre estos electrodomésticos anclados a lo básico de nuestro día a día.

Como señala, los consumos a los que difícilmente podemos renunciar han sido en gran parte los responsables de que en la actualidad la reducción de electricidad no se haya notado tanto, algo que sí que ha sido más plausible en la de los carburantes, como indican estudios de instituciones como CaixaBank Research o el Banco de España.

El coche

“En el caso del coche sí que se está viendo una reducción por los elevados precios, algo que tiene que ver mucho con las rentas. Si el sueldo es escaso, por mucho que lo necesites para ir a trabajar, buscarás otros medios, algo posible sobre todo en la ciudad, aunque en el medio rural también hay otras soluciones”, indica Bayona, que detalla en su libro una serie de medidas para hacer un uso mucho más eficiente de los vehículos.

Pero si el escollo es grande para los “consumos cautivos”, no lo es tanto para los “fantasma”, aquellos que realizan los aparatos que siguen funcionando cuando creemos que están apagados.

Basta con enchufar todos los dispositivos a una regleta y cortarles el suministro cuando no se estén utilizando para ahorrar hasta un 10 % del consumo, que es lo que los estudios energéticos estiman que suponen estos procesos sigilosos.

Para los que quieran reducir el consumo de calefacción en pleno invierno, Bayona detalla más de un “truco del almendruco” para hacerlo, sin perder de vista que por encima de los 19 o 20 grados en la estancia -no en el termostato-, se calcula que incrementamos un 7% el consumo con cada unidad de temperatura que subimos.

Preguntado sobre si podremos seguir consumiendo a este ritmo, el periodista especializado en asuntos energéticos razona que si atendemos a la máxima que nos enseñan en la escuela y que a menudo olvidamos de que la energía ni se crea ni se destruye, se transforma, nos queda aprovechar lo que tenemos.

“En ese sentido, no creo que los consumos puedan crecer mucho más, visto el daño que estamos causando”, vaticina Bayona, que en su análisis se muestra crítico con la gran subida del gas, teniendo en cuenta que se firman contratos para 20 años, y con el “disparatado” sistema de fijación de precios en la electricidad.

“Es una completa barbaridad. Estamos viendo que en plena crisis energética las empresas energéticas están batiendo récords de beneficios. Es a todas luces un disparate, y más con un bien que antes era público y que se privatizó”, expresa sobre las compañías que, además de recibir “beneficios caídos del cielo”, son en sí un “negocio caído del cielo”.

En este sentido, considera que si fuera posible eliminar el factor de especulación y si lo que fue un servicio público volviera a ser tratado como tal, “la gente no tendría que estar pagando lo que está pagando ahora mismo”.

“Tenemos un problema de crisis climática, tenemos un problema acceso a la energía, pero está bastante claro que tenemos un problema de cómo nos tasan la energía que llega a nuestras manos”, expresa el periodista, que censura que se aplique un “coste de oportunidad” a todo un país por “algo que está pasando a unos 3.000 kilómetros”, en referencia a la guerra de Ucrania. “Parece disparatado y muy difícil de explicar”, concluye. 

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