Diario de León

Casado fía su futuro electoral a unos barones con los que mantiene relaciones distantes

Unas elecciones victoriosas en Castilla y León son fundamentales para el líder del PP como contrapeso interno

Alberto Núñez Feijoo e Isabel Díaz Ayuso en el acto institucional celebrado con motivo de 43 aniversario de la Constitución. CHEMA MOYA

Alberto Núñez Feijoo e Isabel Díaz Ayuso en el acto institucional celebrado con motivo de 43 aniversario de la Constitución. CHEMA MOYA

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Pablo Casado sabe que su aterrizaje en la Moncloa depende en buena medida de los éxitos electorales de sus barones. Sobre todo, de candidato del PP a la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, y del andaluz Juanma Moreno, dos dirigentes que en las primarias del PP apoyaron a Soraya Sáenz de Santamaría y con los que hasta que ha llegado la hora de las urnas ha mantenido unas relaciones distantes.

En las familias hay encontronazos que dejan heridas que tardan años en cicatrizar. En la del PP todavía tienen presente el que vivieron Esperanza Aguirre y Mariano Rajoy en 2008, cuando la presidenta madrileña buscó tumbar al entonces líder del partido. Por eso, la dirección nacional ha vivido con ansiedad indisimulada que Isabel Díaz Ayuso le dijera a Casado que, además de presidir la Comunidad de Madrid, quiere también el poder orgánico en la región. Una disputa que ha embarrado el partido durante cinco meses y ha menguado la figura del líder del PP y su ventaja en las encuestas.

Ahora, con unas elecciones en curso, la formación conservadora cierra filas por encima de cualquier diferencia y se ha conjurado para remar unida con el objetivo de ganar en Castilla y León y engrasar la llegada de Casado a la Moncloa.

Las desavenencias no están resueltas, pero hay tregua para aparcarlas. Después del desastre en Cataluña y del rotundo triunfo de Ayuso, que ahora se le está atragantado, unas elecciones victoriosas en Castilla y León son fundamentales para el líder del PP como contrapeso interno y como efecto arrastre ante los comicios en Andalucía, que suenan para antes del verano.

Casado no puede permitir que nada enturbie el 13 de febrero el triunfo holgado de Alfonso Fernández Mañueco que vaticinan las encuestas. Necesita apoyarse en los barones y en sus triunfos electorales para catapultarse a la Moncloa. De ahí que haya decidido pasar por alto el último desafío de Mañueco.

El presidente de Castilla y León ha incluido como miembro de la dirección autonómica al exgerente del partido que fue despedido por la dirección nacional, Pedro Viñarás, y cuyo cese provocó hace un año un fuerte choque entre las dos cúpulas. Entonces había desconfianza y ambas partes se miraban con recelo, en un momento en que además debían celebrarse los congresos provinciales y cada cual tenía su propio criterio para abordar la renovación territorial.

Las tensiones, en todo caso, vienen de lejos. Mañueco no apoyó en las primarias a Casado, y ese ha sido siempre el origen de la desconfianza mutua. Tampoco lo hizo Juanma Moreno, también ‘sorayista’ y con quien el líder de los populares ha tenido asimismo que limar asperezas.

FEIJOÓ y el ‘aquí mando yo’

El encontronazo más brusco fue hace unos meses cuando el líder del PP en Andalucía plantó cara a la dirección nacional por el control del partido en Sevilla y se resistió a aceptar a la candidata propuesta por Génova. El malestar llegó hasta el extremo de que Moreno dio plantón al secretario general Teodoro García Egea en la clausura del congreso regional para evidenciar la discrepancia. Aquel conflicto se saldó con un acuerdo entre la dirección nacional y la regional para evitar episodios parecidos en el futuro.

La relación con Alberto Núñez Feijoó no ha sido tampoco de confianza. En estos tres años las dagas dialécticas han sobrevolado. El presidente de la Xunta le apoyo en las primarias pero solo por cerrar el paso a Sáenz de Santamaría. También ha habido maniobras sospechosas, como el intento de García Egea de influir en los congresos del PP gallego. Feijóo le detuvo taxativamente. En Galicia, avisó, manda él.

Sus cuatro mayorías absolutas le han servido al presidente de la Xunta para afianzar su posición interna como referente de los populares y uno de los barones territoriales con mayor peso y ascendente de la organización. En él recayeron todas las miradas que buscaron en 2018 al sucesor de Mariano Rajoy, pero rechazó la oferta y en primera vuelta respaldó a Dolores de Cospedal.

Con Fernando López Miras no hay fisuras. Entre el presidente de la Región de Murcia y el líder del PP siempre ha habido sintonía, en gran medida porque es íntimo de García Egea, su mano derecha. Además, Casado está en deuda con el dirigente murciano desde el último congreso popular cuando se colocó a su lado en los momentos en los que no estaba claro cómo se decantaría su disputa con Sáenz de Santamaría.

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