Diario de León

Todos los ‘psoes’ se fusionan en torno a Sánchez en el ‘congreso de unidad’

Felipe González regala al presidente la gran foto de la reconciliación pero insta a no rehuir la crítica

Felipe González, Pedro Sánchez, José Luis Rodríguez Zapatero y Joaquín Almunia escenifican la unidad del PSOE con una foto al fondo de Alfredo Pérez Rubalcaba.  BIEL ALIÑO

Felipe González, Pedro Sánchez, José Luis Rodríguez Zapatero y Joaquín Almunia escenifican la unidad del PSOE con una foto al fondo de Alfredo Pérez Rubalcaba. BIEL ALIÑO

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No habría sido Felipe González si se hubiera limitado a hacer una intervención encomiosa y edulcorada, si se hubiera subido al escenario del 40 Congreso Federal del PSOE con un discurso de exaltación de la unidad. Para eso, ya le había precedido José Luis Rodríguez Zapatero.

Pero el expresidente del Gobierno, todavía un referente sin parangón en el socialismo, regaló a Pedro Sánchez algo seguramente más preciado teniendo en cuenta los precedentes: mostró respeto a su liderazgo.

«El secretario general sabe que estoy disponible, que digo lo que pienso, que pienso lo que digo, y sabe además que no interfiero. Esa es mi disponibilidad, y mi lealtad es con un proyecto político que encabecé durante 23 años y que ahora encabezas tú, Pedro Sanchez. ¡Adelante!», dijo

Sus palabras resultan especialmente relevantes si se tiene en cuenta que hasta ahora González no había dudado en hacer patente su discrepancia con decisiones clave del actual líder del PSOE, fundamentalmente, el pacto de coalición con Unidas Podemos o el apoyo en ERC y EH-Bildu. Por eso, su intervención en la primera jornada oficial del cónclave socialista, tan impregnado de ánimo festivo y exento de controversias, era esperada con expectación pero también con un punto de prevención por la dirección del partido.

Al escenario del plenario también subió ayer Zapatero y la cúpula socialista había diseñado la llegada de los dos expresidentes, junto al también exsecretario general, Joaquín Almunia, como uno de los momentos cumbre del día, el del abrazo intergeneracional después de años de evidente fractura. Abrazo, además, por partida doble, porque tampoco González y su sucesor al frente del Ejecutivo han estado nunca en plena sintonía.

El foco estaba, sin embargo, centrado en el veterano político, a punto de cumplir ya, como él mismo recordó, los 80 años, porque su presencia representaba en sí misma todo lo que se quería transmitir: que las profundas heridas del anterior proceso congresual, una cruenta batalla interna que quedará para la historia de la formación, han sido restañadas. La propia Susana Díaz, despojada ya de cualquier poder orgánico, se paseaba ayer por las instalaciones de la Feria de Muestras de Valencia repitiendo a quien quisiera oírla que su intención habría sido no acudir pero que lo hizo por petición expresa de «Pedro». Unidad.

Los dos expresidentes, como la mayoría de los barones y figuras reconocibles del partido, respaldaron en 2017 a la entonces presidenta andaluza, que se reivindicaba como «100% PSOE» frente a un Sánchez que decidió cabalgar sobre la indignación de las bases contra el aparato y apoyarse en no pocos ‘versos sueltos’ para recuperar la secretaría general del partido. Pero Zapatero pronto buscó el entendimiento con el renacido líder. Lejos de censurar la alianza con Pablo Iglesias, con quien mantiene una relación próxima, intentó propiciarla, y desde el primer momento defendió también el acercamiento al independentismo para resolver el conflicto catalán. La aproximación de González es mucho más tardía, de este verano, y menos entusiasta.

La diferencia entre uno y otro fue bien palbable todavía ayer en sus intervenciones. «De este congreso vamos a salir a ganar los próximos ciclos electorales. Porque es un congreso de unidad, de socialdemocracia nueva, renovada y avanzada», arengó en tono de mitin Zapatero. «Tenemos un presidente —argumentó incluso—que sólo piensa en el porvenir y la decencia de España».

González no se mostró ni mucho menos tan entregado. No en vano, empezó diciendo que, con su permiso, iba a «bajar un poco los decibelios». Como el político leonés, reivindicó su legado y el de la socialdemocracia en general y lanzó dardos hacia fuera, hacia el PP sobre todo por su negativa a renovar el Consejo General del Poder Judicial sin condiciones, y hacía Podemos «ese maravilloso descubrimiento de los espabilados ilustres que dicen: ‘qué bien lo habría hecho yo cuarenta años después», dijo tras declararse orgulloso representante del «régimen del 78» contra el que tanto despotricó Iglesias. Pero también hubo recados en clave interna. Incluso alguno que podría interpretarse contra Zapatero por su labor en Venezuela: la censura a toda «tiranía».

Él, que no hace tanto protagonizó una controversia con la vicesecretaria general del PSOE, Adriana Lastra, por expresar sus recelos contra el último pacto presupuestario con los secesionistas pidió, expresamente a Sánchez que «estimule la libertad para expresarse críticamente, y la responsabilidad de pensar lo que se dice cuando se habla». «Así se construye un gran partido que representa a la sociedad, que es capaz de expresar opiniones críticas y no banales, eso es lo que nos va a dar fortaleza», advirtió. La de cal, su gran gesto, fue el reconocimiento de que en 14 años de Gobierno gestionando asuntos muy complejos, jamás vivió una situación tan difícil, dijo, como a la de Sánchez con la pandemia.

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