Diario de León

ESTAR EN BABIA (Y EN LUNA)

La tierra donde uno se siente como un rey

Calecha edita una completa guía de Babia y Luna, escrita por el mejor conocedor de su paisaje y paisanaje

El Cordal de las Ubiñas visto desde Genestosa, otra de las excepcionales imágenes del libro.

El Cordal de las Ubiñas visto desde Genestosa, otra de las excepcionales imágenes del libro.

Publicado por
emilio gancedo
León

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En el mismo lugar en el que años antes tomara la foto de portada del libro, la laguna de las verdes, Julio Älvarez Rubio sufrió una aparatosa caída que le mantiene en una situación delicada de la que lucha por salir. La guía ‘Babia y Luna’ revela toda la fuerza y el afán por saber de este paisano incansable. 

En este libro desemboca toda una vida. La del lacianiego Julio Álvarez Rubio, ingeniero industrial jubilado, investigador y difusor del monumental paisaje, las arcanas tradiciones y el sorprendente patrimonio lingüístico de la Montaña Occidental leonesa; pero también ‘artesano relator de historias’, como se califica, antes que escritor. Las gentes y los usos y las economías y el incontenible vigor natural propios de estos valles son las materias primas de sus diversas obras. La última, la bellísima Babia y Luna (editorial Calecha), que es mucho más que una guía: incluye 43 detalladas rutas a pie y ofrece cuantiosos datos útiles, sí, pero también un abrumador caudal de información en torno a la historia, la cultura popular y el día a día de todos estos pueblos montañeses.

La obra, de 360 páginas a color e ilustrada con mapas, perfiles de ruta y 430 fotografías en las que se aprecia el ojo audaz de Álvarez Rubio, es también una prueba de su fuerza vital y su curiosidad insaciable: energía que estos días se está poniendo a prueba después de haber sufrido una difícil caída en el entorno de Las Verdes. Lo cuenta Alberto Álvarez Ruiz, responsable de Calecha junto a María del Roxo: «Aunque ya había visitado la laguna de Las Verdes mil y una veces, Julio sintió la necesidad de volver el día más gélido de todo el invierno. El accidente que sufrió fue fortuito y podía haberle ocurrido a la puerta de casa, pero no deja de llamar la atención que fuera exactamente en el mismo lugar desde donde años antes había tomado la foto que quiso para portada del libro. O que todo sucediera el día después de enviarnos las últimas correcciones». «Para recuperarse de un grave accidente es fundamental tener fuerza de voluntad y motivación, y como Julio anda sobrado de eso, seguro que en unos meses le veremos arrebatándoles atalayas a los rebecos», confía.

En cuanto al espíritu con el que ha sido creada esta guía, los rasgos que la hacen diferente, Álvarez Ruiz explica que la filosofía a la hora de enfocar el trabajo fue «la misma que originó nuestros propios libros de esta colección, que son el núcleo de la editorial. Compendios globales, aunque breves porque el papel limita mucho el espacio, que abarcan arte, etnografía, tradición, leyenda y elementos de interés turístico y montañero. Todas las guías que había escrito Julio Álvarez Rubio cumplían con esto, pero en sus dos libros publicados con nosotros ha hecho más énfasis en las rutas a pie. Afortunadamente, este hombre trepa riscos con la misma facilidad con que se sumerge en textos antiguos, combina conocimientos muy distintos y hace amistad de forma inmediata con los paisanos que se cruzan en su camino. Y con su cámara en la mano logra realzar la belleza de estos lugares».

De palabras y retablos

Y sobre tiempos y contenidos, el responsable de este sello centrado en el patrimonio natural y humano de la Cordillera Cantábrica recalca que Álvarez Rubio «lleva toda la vida preparando este libro, porque el territorio que engloba ha sido uno de sus lugares favoritos de recreo». Y las imágenes «no son sino una mínima parte de las seleccionadas para el libro; hemos tenido que dejar fuera muchísimas y muy representativas, por falta de espacio».

Y aparte de la pulcritud y de la exhaustividad en el reflejo de caminos, cumbres, bosques y lagos, la guía evidencia un amor y un conocimiento de la variante local del asturleonés —en la toponimia, en los nombres del medio natural, en los poemas, refranes y cantares— verdaderamente admirable y poco común, amén de un uso impecable de las grafías del idioma (Las Argaxiadas, El Penediel.lu). «Como siempre dice Emilce Núñez, escritora lacianiega en leonés, Julio ‘es una persona muy inteligente’. Pero no sólo eso, sino que su ansia de saber no se sacia nunca —amplia Alberto Álvarez—. Todo ese conocimiento termina reventando por las costuras que lo ciñen y, de vez en cuando, menos de lo que debiera, se plasma en papel. Y si algo hay que calificar de ‘obsesión’, yo destacaría la suya por los retablos. De algunos ha conseguido averiguar información que nadie había sacado antes a la luz. Además, Julio tiene sangre de tres comarcas que inspiran mucho a la creación: Cangas del Narcea, Laciana y Omaña».

Aunque casi cada página de Babia y Luna está cargada de anécdotas y detalles humanos, uno de los que más impresionaron a los editores fue conocer en persona a la hija del protagonista de El azne del 36, «un suceso terrible, una avalancha que terminó con Plácido enterrado bajo metros de nieve, aferrado al asa de la lata de aceite que había ido a comprar». Pero también destacan a Regina, «próxima ya al siglo y que sigue mostrando su cara más amable a quien se acerca a saludarla al hostal Picos Blancos de La Cueta, donde vive con su familia».

Semilla de progreso

Pero, y ante todo, ¿creen los editores que esta guía puede ayudar a que se conozcan mejor los valles de Babia y Luna? ¿A que la gente venga más, a que se abran negocios, a que se palíe su despoblación?  

«Desafortunadamente, leer ya no está de moda. Lo que se lleva es la pantalla, dejar que otros te entretengan sin tener que menear la neurona, y difunde mucho más un territorio el hecho de que un famoso lo saque en su programa o que un político de primera línea pase allí una semana de sus vacaciones que mil libros que se puedan publicar sobre él —reflexionan, realistas—. Nos entristece mucho ver que después de intensos trabajos de campo y de catalogar elementos de gran interés para el visitante que no figuraban en folletos locales, los ayuntamientos no hayan hecho nunca nada por aprovechar esa información que les hemos puesto en bandeja, en una publicación de alto presupuesto para la que nunca les hemos pedido una mísera subvención. En cuanto a la despoblación, el problema tiene varias raíces que impiden cualquier solución: el día que haya una serie de televisión en que los protagonistas no sean urbanos, y en que se le dé algo de glamur al hecho de vivir en el mundo rural, quizá los jóvenes capten ese mensaje y empiecen a llegar. La gente joven necesita gente joven a su alrededor y en la mayoría de zonas rurales del interior no la hay. Sin juventud no hay futuro para los pueblos».

Aun con todo, la gente de Calecha sigue comprometida en la labor de dar a conocer el patrimonio rural, un mundo que les fascina y entusiasma. «El sueño de todo editor que realmente ame los libros es poder publicar lo que él compraría. Nosotros hemos tenido la suerte de poderlo hacer hasta ahora, invirtiendo en títulos arriesgados pero que en general han tenido buena aceptación. Una razón para esto último es la concienzuda elaboración con que hacemos todos los trabajos, dedicando más tiempo del que una editorial media emplearía en maquetación, cartografía o corrección, algo que el cliente valora mucho. Y así, de nuestra idea original de publicar cartografía de lugares poco conocidos pasamos a toda una serie de guías, tanto de la Cantábrica como del Sistema Central, y a libros de bolsillo dedicados en exclusiva a las rutas a pie».

Ahora lanzan un libro en el que leoneses y todo tipo de lector pueden sentirse en Babia... o en la Luna.

Peña Ubiña con la luz roja del atardecer. JULIO ÁLVAREZ RUBIO

Julio Álvarez Rubio, autor del libro, con el fondo de las Ubiñas. DL

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