Diario de León

Miguel Morán, un político honesto y un leonés ejemplar

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Miguel Morán y González (1820-1903) se reunía en el café del palacio del Conde Luna con los miembros del comité electoral del partido republicano. Ayer el salón de actos del palacio que alberga el centro de interpretación del Reino de León y da cobijo a la Universidad de Washington recordó «a un paisano nuestro que vivió intensamente su vida», apuntó el alcalde de León, Emilio Gutiérrez.

Hablaba de un hombre del siglo XIX, «político honesto» y «leonés ejemplar», que vivió en tiempos convulsos y cuya vida estuvo marcada por las adversidades. Una biografía que llamaba la atención en cada línea y que, en cada episodio, chocaba con la realidad actual como contraste.

El develado de la lápida fue un momento emocionante para la familia Morán. En el cartel que anunciaba el acto se leía: «En honor a un ciudadano que buscó toda su vida el desarrollo de su ciudad y su comunidad y que con su ejemplo continúa inspirándonos».

Miguel Morán sufrió prisión y exilio por defender sus ideales democráticos, nunca quiso cobrar un sueldo y llegó a pedir que no le votaran como diputado provincial y «den su apoyo a otro candidato si consideran que es mejor o que así lo exige la conveniencia o el interés del país».

Fue, en palabras del historiador Carmelo de Lucas, «un hombre comprometido con la sociedad de su tiempo, amante del progreso, de las mejoras sociales y económicas, promotor y defensor de los derechos individuales y de los derechos políticos y ciudadanos que entonces había que conquistar y defender frente a reaccionarios inquisidores».

Hijo de un astorgano dedicado a los curtidos y fabricación de calzado también liberal, Miguel Morán nació en León y destacó también como empresario modernizando y ampliando la industria de su padre, que trasladó de la presa de Santa Ana a la presa de San Francisco, y fundando la primera empresa cervecera de León.

Se casó dos veces y tuvo diez hijos e hijas. «Fue un entusiasta liberal», «era ya republicano en tiempos de Isabel II» y nunca quiso que la calle en la que ayer se le homenajeó llevara su nombre.

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