Diario de León

HISTORIA DE LEÓN

Reyes de León: una historia de bastardos

Fue uno de los mayores experimentos históricos. Por primera vez, se abría en España un Panteón Real, el de los monarcas de la dinastía leonesa Durante 15 días, nadie pudo entrar allí  Una treintena de investigadores abrieron las tumbas para rescatar secretos con mil años de antigüedad en León Grandes desconocidos durante siglos la investigación destapó algunos de sus secretos: comían carne y pescado pero ni una gota de leche. Y enterraron con ellos a sus bastardos Cuentan que la mujer de un alcalde le contestó a doña Sofía que en San Isidoro estaban enterrados los Reyes Católicos    

Responso por los reyes de León en el panteón real de San Isidoro. F. Otero Perandones.

Responso por los reyes de León en el panteón real de San Isidoro. F. Otero Perandones.

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Comían pescado, carne, bayas, legumbres y frutos secos como bellotas y castañas y nada de leche. El régimen alimenticio de los reyes y su Corte era extraordinariamente saludable. Hace un cuarto de siglo, un equipo multidisciplinar abrió las tumbas de los Reyes de León

El Panteón Real descubrió los secretos de la estirpe que puso en marcha la Reconquista y que, a lo largo de tres siglos, llegó hasta Lisboa.  Aquel día de febrero de 1997, se oyó al abad, Antonio Viñayo: «Vermudo viene de la palabra latina verdad... ¿cómo íbamos a ocultarla teniendo un rey con ese nombre?».

El esqueleto de este monarca, el último de la dinastía astur leonesa, fue el primero en ser reconstruido. Sin embargo, no era la primera vez que se levantaban las lápidas. Las huestes napoleónicas profanaron las momias y se llevaron las joyas y atuendos con los que reyes, reinas e infantes habían sido despedidos tras su último aliento en su vida terrenal.

San Isidoro se había convertido en un cuartel que los soldados franceses utilizaron a modo de cuadra hasta el punto de que muchos huesos reales se mezclaron con los de los animales que allí mismo comían y los sarcófagos se usaron como abrevaderos.

 Cráneos de reyes de León, entre ellos el de Santo Martino /2d), Vermudo III (21), posiblemente su padre. ARCHIVO HISTÓRICO DEL DIARIO DE LEÓN

La vandalización de la iglesia románica fue uno de los exponentes de la investigación en la que participaron, bajo la égida del abad Antonio Viñayo, una treintena de científicos: antropólogos, arqueólogos, historiadores del arte, biólogos, forenses, radiólogos y un largo etcétera. 

Bastardos tratados como hijos

La tarea no fue sencilla. La acción de la francesada había mezclado los osarios haciendo en algunas ocasiones imposible su identificación.

Aún así, se descubrió que el Panteón Real albergaba los restos de 93 cuerpos , cuerpos que los expertos casaron, esqueletos que, una vez «recompuestos», colocaron en cajas perfectamente numeradas para, finalmente, agruparlas de tres en tres y depositar nuevamente en las sepulturas.

Los científicos consiguieron clasificar así a 28 hombres, 23 mujeres, 38 niños y cuatro jóvenes. 

El abad Antonio Viñayo, Alfredo Piera (con bata azul), Encina Prada y el arqueólogo de la Junta, Julio Vidal Encinas, durante los trabajos de análisis. ARCHIVO HISTÓRICO DEL DIARIO DE LEÓN

Encina Prada, directora de la investigación, revelaba entonces que sólo se había podido identificar a doña Sancha, los infantes —Fernando, Beatriz y María—, Santo Martino, y al rey Vermudo III.

«Al resto no se le puede poner nombre», aseguró al tiempo que precisaba que los restos de la infanta María carecían del cráneo y la mayoría de los cuerpos estaban ya esqueletizados, lo que hacía prácticamente imposible estudiar de qué murieron y qué enfermedades sufrieron durante su vida.

Tenían caries

Las únicas dolencias que se detectaron fueron las inflamaciones y algunos tipos de enfermedad como la caries.

A pesar de que los resultados no fueron tan ambiciosos como lo que en un principio se había expuesto, pudo ponerse luz sobre algunos de los detalles que las crónicas ya habían reseñado.

Cráneos reales y copias de reyes de León. ARCHIVO HISTÓRICO DEL DIARIO DE LEÓN

Un rey acribillado

Fue el caso de la muerte violenta de Vermudo III en la batalla de Tamarón o los padecimientos de Santo Martino.

El rey tras el que estuvo a punto de perderse la dinastía leonesa falleció por las lanzas enemigas y eso es precisamente lo que sus restos contaron.

El cuerpo sufrió heridas de muerte desde la cintura hasta el cráneo, uno de los cuales —un lanzazo en la órbita  ocular— está detallada en las crónicas medievales de la confrontación entre el rey leonés con Fernando I, rey de Castilla, y su hermano García III de Navarra.

Los traumas incluían una herida de 23 milímetros en la cadera, otro más en el mismo sitio de once milímetros, una incisión de 17, dos espadazos en el fémur, un corte de diez milímetros en la mejilla que le seccionó el hueso malar y, la que le causó la muerte, una herida de 47 milímetros de longitud en la cara interna de la órbita derecha que deja su impronta sobre el parietal y el maxilar superior. 

En el caso de Santo Martino se sabía que sufría tales dolores por una hernia discal que escribía colgado de una viga.

Las crónicas también dejaron constancia de algunas muertes repentinas y de los padecimientos de Fruela II –que falleció por la peste o la lepra— o de Vermudo II, que sufrió artritis gotosa.

Julio Vidal, arqueólogo de la Junta, con el esqueleto de uno de los reyes de León . ARCHIVO HISTÓRICO DEL DIARIO DE LEÓN

Un bastardo erudito

Los análisis demostraron que una de las teorías que siempre había defendido el abad Viñayo era cierta.

Las pruebas no dejaban lugar a las dudas de que Santo Martino pertenecía a la Casa Real.

Y es que los miembros de la dinastía tenían una característica facial denominada fosa canina —depresión facial muy marcada bajo los ojos— que también está presente en la cara de Santo Martino. 

«Santo Martino tenía la misma cara que los reyes», dijeron los antropólogos. Santo Martino debió haber tenido, por lo tanto, ‘un padre blanco’, y él fue un hijo espurio o un bastardo.

Sólo así se podría entender la formación exquisita que recibió —vivió y estudio en París, en Roma y en Israel— y tan sólo de esta manera se comprende que fuera nombrado abad al regresar a León.

Secuencia que muestra el proceso de ‘revelación’ del rostro del rey Vermudo III, que fue recreado gracias a la labor de un antropólogo forense colombiano, José Vicente Martínez, artífice de numerosos trabajos similares. HISTÓRICO DEL DIARIO DE LEÓN

La endogamia era un hecho, siempre a golpe de dispensa papal, y esta es una de las razones que explican la asombrosa semejanza entre los personajes.

Otro de los descubrimientos que revelan que Santo Martino pertenece a este linaje se halla en un hueso llamado atlas, variante anatómica que poseen todos los miembros de la monarquía leonesa.

Se trata de un puente óseo que cubre la arteria vertebral y que es además un rasgo físico familiar de los soberanos y sus hijos.

Uno de los logros de la investigación fue la reconstrucción de los rostros de Vermudo III y Santo Martino, si bien el de este segundo nunca trascendió.

El artífice fue un profesor colombiano, José Vicente Rodríguez, y su trabajo muestra a un hombre joven (murió a los 20 años) con un rostro que denotaba su fuerza y virilidad y que viene a constatar otra de las características de los monarcas leoneses: la prominencia del mentón. 

La técnica que se siguió para rescatar estas facciones del olvido de la historia es la misma que se usa para recuperar los rostros de los faraones de Egipto o la que se utilizaba en Colombia por entonces para identificar a las víctimas de la guerrilla.

Vermudo III, llamado el mozo por la temprana edad a la que subió al trono, nació en 1028 y falleció en combate en el 1037. 

Responso por los reyes de León en el panteón real de San Isidoro. FERNANDO OTERO PERANDONES

Y luego llegó Castilla...

El Panteón Real de San Isidoro guarda sin embargo aún demasiados secretos que nadie, al menos de momento, ha sido capaz de destapar.

Para empezar los moradores de las tumbas, un reto que la ciencia forense tendrá que acometer en algún momento con el fin de conocer la realidad y la genealogía de la dinastía que con más generosidad gobernó en España y que convirtió la península ibérica en el útero del parlamentarismo.

Después, llegó Castilla y todo se olvidó...

 

 

 

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