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Urraca I de León, la reina de Ayuso

Valiente e indómita, nunca se rindió. Tenía derecho a ser reina y lo fue. Luchó hasta el final por sus derechos y se enfrentó al poder de los hombres de su época Enervaba a su segundo marido firmando ‘regina’. Así fue Urraca I de León, la reina a la que la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, sacó de la historia El Reino de León es el único en el que las mujeres transmitían los derechos dinásticos en igualdad de condiciones que los hombres en la Edad Media

Urraca I de León

Urraca I de León

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A Urraca, la reina valiente e indómita, la resucitó en León hace una semana la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso . Lo hizo durante su intervención en el congreso del PP celebrado en el Palacio de Exposiciones para aupar a Mañueco, y de paso a Pablo Casado, al gobierno de la Junta y a la Moncloa. Sólo que la rescató para la historia como reina castellana.

Doña Urraca lo tenía, en vida, más claro que Ayuso. «El rey soy yo», solía decir. Una reivindicación en plena Edad Media que soliviantaba a los prohombres de su época.

A su segundo marido, Alfonso I ‘el Batallador’, le reventaba, en su afán acumulador de poder, que ella no se doblegara ni en la firma. Regina, escribía ella con pulso firme. Los cronistas e historiadores se encargaron de dejar a la reina como una fulana mandona, viuda concupiscente y de carácter brusco.

Urraca I de León. Ya lo dice su nombre. Era reina de León. El territorio de su reino abarcaba entonces León, Galicia, Castilla y, a la sazón, el condado de Portugal. Y no, Castilla no era reino, formaba parte del viejo Reino de León.

"El rey soy yo", solía decir en plena Edad Media, soliviantado a los prohombres de la época. A su segundo marido le enervaba que no se rindiera ni el firma. "Regina", escribía ella

A doña Urraca le gustaba firmar así, regina de León, Galicia y Castilla. A veces, incluía Toledo en honor a su padre, el rey Alfonso VI de León ‘el Bravo’, que con sus mesnadas conquistó la ciudad en 1085 a las tropas musulmanas de Al-Qádir, emir de la Taifa de Toledo, en una batalla decisiva para el reino. Otras veces rubricaba «Ego Urraka imperator Legionis, Dei nutu totis Yspanie Regina».Peor aún.

Urraca nunca se rindió. Luchó hasta el final por sus derechos dinásticos —y los de su hijo, Alfonso VII de León ‘el Emperador’— en una era de intrigas palaciegas, traiciones y guerras. En una era de hombres. Tenía derecho a reinar y lo hizo. Frente a todo, incluido un marido que trataba de imponer su autoridad de acuerdo con el modelo navarro. Quizá, como tantos, y tantas, nunca comprendió la historia de León.

El único reino

Urraca ( León , 24 de junio de 1081- Saldaña , 8 de marzo de 1126) no era una excepción, ni una casualidad ni un hecho extraordinario. En León, la estirpe la transmitían la reinas en igualdad de condiciones. Que se sepa, no sucedía en ningún otro reino medieval, en los que la preponderancia era masculina. Las reinas y las infantas leonesas tenían voz y mando. Y los usaban.

La cuestión del derecho dinástico de las mujeres venía de lejos, desde don Pelayo. Su hija, Ermesinda, heredó el trono a la muerte de su hermano el rey Favila I, muerto dicen durante un enfrentamiento con un oso, quizá en una caería, quizá para probar su virilidad, quizá en lo que se ocultó como un crimen político.

El caso es que, tras reinar «dos años, siete meses y diez días», según algunas crónicas,  desde 737 hasta 739, se ciñe la corona su hermana.

A diferencia de Urraca, ella transmite sus derechos al trono de Asturias a su esposo, hijo del duque Pedro de Cantabria, que pasó a ser rey con el nombre de Alfonso I el Católico.

Urraca I de León era reina por derecho propio. DL

«Urraca es reina propietaria, hereda en plenitud. No es esposa de ni hermana de, es reina por derecho legítimo», sostiene Margarita Torres Sevilla, historiadora e investigadora medievalista.

«Ayuso quiso hacer un halago al Reino de León y lo transformó en una pifia», dice Ricardo Chao, licenciado en Historia y diplomado en Biblioteconomía y Documentación por la Universidad de León, especialista en Archivística por la Uned, escritor y medievalista. «Tocar un tema tan sensible en León es un atrevimiento», sostiene.

Más combativo se muestra Rogelio Blanco, doctor en Pedagogía, licenciado en Antropología y Ciencias del hombre, en Filosofía y ex director general del Libro, Archivos y Bibliotecas. «Es un ejemplo más del desconocimiento de la historia de las regiones de España», dice. «Y un descaro», añade contundente.

La reina que mandaba

En su discurso en el Palacio de Exposiciones de León, la presidenta de Madrid sostuvo que el parlamentarismo nació en Castilla «que era entonces Reino de León» y que «cuando se habla de las democracias, fue precisamente aquí, cuando éramos Reino de León, cuando los ciudadanos empezaron a tener voz y voto ante el clero y ante la nobleza; el campesino y la mujer. La mujer en el Reino de León fue precisamente cuando empezó a ser una reina que mandaba, en el siglo XI, en siglo XII. Eso que hablan ahora del empoderamiento de la mujer, que parece que ha inventado la izquierda española, nació en Castilla también».

«Es, además de una falta de rigor, un intento por seguir haciendo primar o alzaprimar la historia de Castilla sobre el Reino de León», dice Rogelio Blanco.

«El reino de Castilla como privativo sólo fue 82 años frente a los más de 500 de León», recuerda Blanco.

«León se regía por fueros y leyes mientras que Castilla lo hacía por el derecho consuetudinario, por la costumbre», añade. Leyes y conjunto de derechos frente a normas jurídicas que no están escritas pero se cumplen porque se ha hecho costumbre hacerlo. «Y eso favorecía siempre a los magnates», puntualiza Rogelio Blanco.

«Se solapa León. Se adultera la historia. Se escriben los libros de texto sin rigor. Se sigue imponiendo la versión de la construcción de España y el nacionalismo español. Castilla se llevó el gato al agua, incluso se impuso el castellano sobre el leonés», roza Ricardo Chao otro gran debate, el de la cuestión lingüística.

Urraca I de León pintada por José María Rodríguez de Losada entre 1892 y 1894 / DOMINIO PÚBLICO

En lo que no se equivocó Ayuso fue en la independencia y poder de las nobles leonesas.

«Defendió la corona, el territorio, los fueros y los derechos de su hijo con audacia y arrojo», explica Rogelio Blanco. «Fue reina en solitario en Europa», dice Ricardo Chao. «León dio mujeres fuertes. Isabel la Católica no habría existido si no hubiera existido Urraca, o Sancha o Elvira», apunta Margarita Torres. 

«En la Edad Media, cuando se realizan donaciones, compras o ventas, sea quien sea, se decía: ‘Con sus hombres, sus tierras, sus lugares, sus ganados...’ Urraca siempre pone ‘con sus hombres y sus mujeres», cuenta en una entrevista en el Diario de León José María García Osuna, autor del libro ‘Urraca I de León. Primera reina y emperatriz de Europa’.

Dejó escrito la reina: «Cunctis habitatoribus uiris ac feminis (Todos los habitantes tanto hombres como mujeres)».

Violencia machista y vicaria

Urraca, que nunca había tenido miedo —de ahí su apodo ‘la Temeraria’— y siempre se había mostrado fuerte y determinada, se terminó de empoderar durante su segundo matrimonio, con Alfonso de Aragón, Alfonso I ‘el Batallador’, un maltratador que ejerció violencia machista y vicaria, en la acepción más moderna del término, del que dicen que prefería dormir en el jergón con sus soldados en los campos de batalla que en el lecho con la reina.

Cuentan las crónicas que la reina en persona narraba las palizas que le propinaba su esposo, pegándole patadas en la cara y el vientre, arrastrándola por la melena, amenazando de muerte al hijo que ella había tenido con el Borgoña y que estaba llamado a heredar el reino, el infante niño Alfonso.

Su segundo esposo, Alfonso I ‘el Batallador’, era un maltratador que ejerció violencia machista y vicaria, en la acepción más moderna del término

No fue fácil su vida. Desde pequeña. Con apenas seis años su padre la prometió en matrimonio con Raimundo de Borgoña, que hubo de esperar a que la infanta cumpliera 12 años para desposarse. Él tenía 21.

Su padre nunca abandonó la idea de tener un hijo varón para sucederle en el reino. Y lo intentó con siete mujeres, esposas y concubinas, incluida la mora Zaida, reconvertida al cristianismo como Isabel, que fue la que le dio finalmente el vástago, Sancho Alfónsez, muerto de adolescente en la Batalla de Uclés, herido de muerte por inexperiencia.

Sepulcro del rey  Alfonso VI 'el Bravo', padre de Urraca I de León, y sus mujeres, incluida la madre de Urraca, en el monasterio de las Madres Benedictinas de Sahagún. La obra es de Amancio Gonzalez. JESÚS F. SALVADORES

Cuando enviuda del Borgoña, es forzada a casarse con Alfonso I de Aragón y de Pamplona, que llevaba 36 años soltero y cuyo lema de vida era que «un soldado debe vivir con hombres y no con mujeres».

El matrimonio vivió separado físicamente y enfrentado bélicamente. Fue ella la que tomó la decisión de romper el matrimonio. Y, también, de no compartir poder con un hombre.

Pero no renunció al amor. Con el conde Gómez González, antiguo alférez de su padre, y con Pedro González de Lara con quien vivió hasta su muerte y con quien tuvo dos hijos.

Solemne responso por los Reyes de León en el Panteón de los Reyes de San Isidoro. Allí fue enterrada la reina Urraca I de León. JESÚS F. SALVADORES

Muere Urraca de postparto o fiebre puerperal en Saldaña y es enterrada en el Panteón de los Reyes, en San Isidoro. La reina recupera así la costumbre de enterrarse con sus antepasados, que había roto su padre, Alfonso VI de León, que recibió sepultura junto a la mayoría de sus esposas, entre ellas Constanza de Borgoña, madre de la reina Urraca, en el Monasterio de San Benito de Sahagún.

"La batalla de León fue siempre por la libertad. Por eso León fue y es un gran país"

 Urraca volvió después de muerta a la capital del reino, donde habían recibido sepultura los reyes leoneses durante casi dos siglos. En esa misma ciudad, su hijo se proclamaría Emperador de toda España. Lo hizo posible una mujer leonesa, Urraca, su madre.

Una injusticia histórica

«La historia fue injusta con ella y ha tardado en rehabilitarla. Nunca se doblegó y por ello fue vilipendiada. Y, sin embargo, defendió con tenacidad su triple faceta: como reina en la integridad del reino, como madre en los derechos dinásticos de su hijo y como mujer en su derecho a amar a un hombre», resume Margarita Torres Sevilla.

«No renunció a sus derechos, a lo que le correspondía. Y dirigió con audacia a sus ejércitos», apunta Ricardo Chao.

«Cuentan las crónicas que era inteligente, bella y prudente. Cómo sería en realidad para que no tuvieran más remedio los cronistas que decir eso de ella», añade Torres Sevilla.

«León debería reivindicar su figura, que tiene una lectura femenina y feminista», dice Rogelio Blanco.

Y no sólo eso, insta Blanco a hacer una reflexión sobre las aportaciones de León a la historia, «que contienen valores éticos, sociales e históricos de tanta relevancia». Cita las primeras cortes democráticas de la historia reconocidas por la Unesco, las de León de 1188 —mucho antes de las inglesas—, los fueros, el fuero juzgo, los concejos, los derechos ciudadanos otorgados hace siglos que son aún modernos...

Concluye Rogelio Blanco citando a un político, militar y estadista inglés que derrotó a Napoleón Bonaparte en la Batalla de Waterloo.

«Decía el duque de Wellington que una gran nación no puede empeñarse en una guerra pequeña. La batalla de León fue siempre por la libertad. Por eso León fue y es un gran país».

Miniatura medieval de Urraca I de León . DOMINIO PÚBLICO

 

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