Diario de León

ENTREVISTA

Antonio Turiel: «Usar hidrógeno verde para trenes o aviones es un gran disparate»

Es uno de los ‘profetas’ del colapso del planeta con publicaciones como Petrocalipsis

Antonio Turiel, este lunes en León donde impartió una nueva conferencia sobre el futuro de la energía. FERNANDO OTERO

Antonio Turiel, este lunes en León donde impartió una nueva conferencia sobre el futuro de la energía. FERNANDO OTERO

León

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El científico leonés Antonio Turiel se ha convertido en uno de los ‘profetas’ del colapso del planeta a causa de la policrisis que lo azota y referente del decrecentismo a través de conferencias y publicaciones como Petrocalipsis, El otoño de la civilización, con Juan Bordera, y Sin energía. Pequeña guía para el gran descenso.

Licenciado en Física y Matemáticas, doctor en Física e investigador en el Instituto de Ciencias del Mar del CSIC, en Barcelona, recorre España ‘predicando’ verdades incómodas. Este lunes recaló en León en las jornadas de Crisis Ecosocial y Decrecimiento organizadas por el Departamento de Estadística de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de León, la Fundación Sierra Pambley, Arba León y Bierzo y la Coordinadora en Defensa del Territorio.

—¿Le molesta que le tachen de apocalíptico por advertir, desde sus conocimientos científicos, del colapso que se avecina con el actual rumbo de la humanidad?

—Bueno, eso me lo llevan diciendo desde que comencé a hacer divulgación , en 2010 (mi primera conferencia pública fue el 7 de enero de 2010, en la Obra Social de CajaEspaña en León). Vivimos en una sociedad poco acostumbrada a encarar los problemas de manera adulta, de modo que cuando alguien viene con un análisis que no promete vino y rosas, sino que apunta a los problemas y te explica que no tienen una solución sencilla, pues es habitual encontrar reacciones de rabieta y pataleta. Y la principal pataleta es el ataque del mensajero. Nada nuevo bajo el Sol. Lo que es triste es que una sociedad tan dependiente de la técnica desdeñe por pesimistas análisis que vienen precisamente del ámbito científico y técnico.

Sinceramente, este sambenito no me importa, sino centrarme en intentar hacer una divulgación lo más precisa y correcta posible. Por desgracia durante el último año unos cuantos especialistas del ámbito académico español hemos tenido que aguantar un ataque repetitivo y destructivo por parte de un partido político que se dice de izquierdas, meramente por un cálculo electoral absurdo en el que creyeron a pies juntillas. Como me gusta recordar, todo ecofascista nos llama colapsistas a los decrecentistas.

—¿Qué va a pasar si la temperatura del planeta aumenta los 2,4ºC que pronostica la última revisión del informe del clima?

—El informe de síntesis del IPCC dice que con la trayectoria en curso llegaremos en 2100 a un calentamiento respecto al nivel de temperatura preindustrical de 2,4ºC en mediana. En realidad, la trayectoria actual tanto nos puede llevar a +2,2ºC como a +3,5ºC. Con un aumento de +2,4ºC, la temperatura máxima en verano en la mayoría de la Península Ibérica sería de 50ºC o más, cada verano, como indican las regionalizaciones efectuadas en el Barcelona Supercomputing Center por el grupo que lidera Paco Doblas. Son temperaturas ya peligrosas para la vida humana.

Repensarlas 
«Las grandes ciudades se irán despoblando a medida que sus condiciones de vida sean más penosas» 

Nuestros representantes políticos siguen hablando de que estamos a +1,2ºC de calentamiento respecto al nivel preindustrial y aún hablan de cumplir con los Acuerdos de París y no superar un calentamiento de 1,5ºC. En todo caso, la aceleración de este 2023 hace que todo eso sea ya papel mojado: octubre cerró con un valor +1,8ºC respecto al nivel de temperatura de octubre en la era preindustrial. Tomando la media sobre un año, estamos ahora mismo a +1,54ºC en el promedio de noviembre de 2022 a octubre 2023. Hay un 90% de probabilidad de que el promedio de 2023 esté por encima de +1,5ºC. Y cada vez parece más probable que, como dice James Hansen, lleguemos a +2ºC antes de 2030. Así que sin un cambio de rumbo radical, parece que los peores escenarios los tenemos encima, a pocos años o como mucho un par de décadas vista, no en 2100. Es muy preocupante

—El Gobierno plantea las renovables como la alternativa a las energías fósiles. ¿Hasta dónde acierta y desde dónde se equivoca con esta idea?

—Está claro que tenemos que abandonar los combustibles fósiles, y además rápidamente, y está claro que la alternativa es el aprovechamiento de la energía renovable. A estas alturas creo que poca disputa puede haber sobre eso. Ahora bien, el modelo por el que se ha apostado (no el Miterd, sino todos organismos internacionales y los poderes económicos) es el de Renovable Eléctrica Industrial, o REI. El REI es un modelo basado en la producción masiva de electricidad a partir de grandes instalaciones de captación de energía renovable para su distribución en una red de alta tensión. Éste es un modelo enormemente ineficiente, que requiere de muchos recursos que no son abundantes, que se apuntala en una energía fósil abundante y barata, y que se orienta a aumentar el consumo de electricidad. Es todo lo contrario de lo que necesitamos y falla por todos los lados: por la escasez de recursos, por la escasez de combustibles fósiles (de lo que nadie habla es de que la producción de petróleo crudo, el de mayor calidad, cae desde 2005, y el de todas las fuentes de petróleo desde 2018, y eso por ejemplo ha llevado a una crisis brutal con la producción de diésel, que ahora está un 25% por debajo del nivel máximo y que está obligando a muchos países a racionar) y porque el consumo de electricidad cae en España, la UE y la OCDE desde 2008 (¡hace 15 años!). El último capítulo, con el anuncio del paquete europeo de rescate a la eólica y el hundimiento de Siemens Gamesa, muestra hasta qué punto hemos construido un gigante con los pies de barro. El REI es un modelo técnicamente inviable, y sin embargo es el único que se propone, por el Ministerio y por todo el mundo. Es la receta perfecta para el desastre.

—Renovables, sí, pero no así, es el lema de las plataformas que, en diversos puntos de León y otras zonas de España, se oponen a los macroparques solares y eólicos. ¿Cómo debe ser el modelo de transición energética? 

—Teniendo en cuenta que tenemos muchos más problemas ambientales que el Cambio Climático, uno que tenga en cuenta todos los límites planetarios para comenzar —el Cambio Climático también, pero no solo él. Así que casi nada: un modelo que evite la erosión del suelo, la contaminación del agua o el desvío de cursos de agua, que proteja los ecosistemas y la biodiversidad, que evite por completo la diseminación de plásticos, metales pesados, compuestos orgánicos persistentes y otras sustancias químicas activas— éste es el mayor de los problemas ambientales ahora mismo, pero nadie habla de ello.

—¿Cuál es este modelo, pues?

—Uno muy diferente, de energía de proximidad, de instalaciones más pequeñas, de aprovechamiento de la energía renovable más directa y no siempre de forma eléctrica, que no use materiales escasos ni tecnologías complejas que no controlamos aquí, que no separe el proceso de la procuración de energía… Tenemos tecnologías diversas pero dispersas para hacer esto, pero hace falta un trabajo intenso para poder implementar esto. Nadie invierte en esto porque es inconcebible para el poder económico que el REI esté abocado al fracaso, porque aceptarlo sería aceptar que el crecimiento económico se ha acabado, que el capitalismo tal y como lo hemos entendido está llegando a sus postrimerías. Así que, la cosa es simple: seguiremos apostando por un modelo disfuncional que no solo no ayudará sino que lo empeorará todo, y no trabajaremos en una alternativa viable.

—El término de zonas de sacrificio designa precisamente a territorios como León, que ya se han ‘ordeñado’ con la extracción de carbón y pantanos. ¿Qué papel tienen que jugar las grandes ciudades en una transición realista?

—Las grandes ciudades, tienen que volverse más sostenibles, para comenzar procurándose alimento de proximidad, cosa nada fácil con lo degradados que están los ecosistemas urbanos y periurbanos en las grandes urbes. Pensemos que el transporte de gran distancia se verá cada vez más limitado para aquellos productos de mayor valor. Por otro parte, el mantenimiento del concepto de ‘grandes centros de producción —grandes centros de consumo’ que propició la energía fósil barata y abundante no tiene futuro. No vamos a contar con vectores energéticos tan densos y versátiles como el petróleo, el carbón o el gas. Eso está comenzando su declive terminal y seguirá empeorando con los años. Así que también tendremos que repensar el papel de las grandes ciudades como centros industriales y económicos. O lo hacemos o simplemente se irán despoblando a medida que las condiciones de vida en ellas se vayan haciendo más penosas. 

—Desde que habló en el Senado, ¿le han hecho algún caso?

—Alguno supongo que sí, mucho asumo que no. En todo caso, desde que estuve en el Senado me conoce más gente y me contactan más empresas también.

—Con una sociedad volcada en el consumo y dependiente, ¿cómo involucrar a la población en políticas de decrecimiento?

—A la fuerza ahorcan. ¿Cuánto tiempo cree que va a soportar la clase media española inflaciones del 5% anual combinadas con aumentos del Euríbor y disminución del empleo, a medida que el proceso de desindustrialización que ya está en marcha progrese? Pues eso. ¿Cómo involucrarla? Ofreciendo un discurso alternativo y más realista para hacer frente a los problemas que tenemos. 

Las renovables 
«Deben ser instalaciones más pequeñas, de proximidad y que no usen materiales escasos»

Yo no tengo prisa. No hay que tener prisa. Llevo muchos años haciendo divulgación, sabiendo que los eventos se iban a desarrollar más o menos como se van desarrollando. Y soy realista: la gente no se va a plantear nada hasta que no le toque muy directamente; quizá unos pocos, los más sensibles, los más concienciados, sí que se lo plantearán; pero el común de la población no. Hay que esperar a que la situación se deteriore lo suficiente como para que alguien escuche. Es triste pero es real.

—¿Qué opina de los proyectos de hidrógeno verde que ahora florecen en León en la antigua térmica de La Robla, para mover la locomotora del Ponfeblino o como combustible para los aviones (se van a diseñar unos tanques especiales)?

—El hidrógeno verde es una inmensa quimera. Es un vector energético (no una fuente energética, como a veces erróneamente se dice) muy ineficiente: la producción de hidrógeno en una planta de electrólisis tiene una eficiencia total de alrededor del 50% (se pierde un 20-30% en el paso de la electricidad, y un 20-30% adicional para calentar el agua, ya que la electrólisis tiene lugar a 80ºC). Según el uso que se le quiera dar, se pueden producir más pérdidas: lo más ineficiente de todo es su uso en vehículos, donde la eficiencia final puede ser menor al 10% de la energía inicial. Marcos Rupérez, un reputado consultor de hidrógeno verde, ha sacado recientemente un informe con la Universitat de Barcelona y publicado por la Editorial Planeta, y las conclusiones son claras: el hidrógeno verde solo tiene sentido para algunas aplicaciones industriales como un sustituto caro al gas natural, y en la mayoría de los usos propuestos es completamente absurdo. Uno de los mayores disparates es su uso en trenes. La alternativa lógica es el tren electrificado, que permite recuperar parte de la energía vía frenos magnéticos regenerativos, con una eficiencia energética que puede superar el 90%, frente al ridículo 10% de la locomotora de hidrógeno, y sin contar con todos los problemas logísticos que comporta el hidrógeno, su peligrosidad, su reactividad (destruye el acero al carbono), etc. El hecho es que hace unos pocos meses Alemania reconoció que su estrategia de trenes de hidrógenos era ruinosa y la ha abandonado por completo. ¿Y es eso lo que se propone aquí? En cuanto a los aviones de hidrógeno, el disparate difícilmente puede ser mayor. Un combustible ineficiente, explosivo, corrosivo y que encima contiene por litro (asumiendo que está almacenado a la peligrosa presión de 700 atmósferas) la séptima parte de la energía del keroseno. Todo lo que digo se sabe perfectamente desde hace años. Todos los analistas técnicos del sector lo saben y lo dicen. El hidrógeno verde solamente es bueno para intentar cazar subvenciones, con la excusa de «hace falta más I+D+i», «con el tiempo mejorará», etc.

—¿Detrás de las guerras en Ucrania y ahora en Palestina hay razones de control de recursos energéticos como el gas?

—Siempre hay una cuestión de control de recursos, en cualquier conflicto bélico, tanto por deseo de controlar los ajenos como para facilitar la distribución de los propios. Este factor siempre está. Ahora bien, en estos dos conflictos no creo que el control de los recursos de Ucrania o de Palestina sea lo más prioritario o importante.

—¿De qué serviría que su discurso tuviera éxito entre los gobernantes y España adoptara medidas en consecuencia si no se adoptan medidas a nivel global? 

—De todo. ¿Pensamos acaso que estos problemas son evitables? ¿Que otros países podrán aguantar por tiempo indefinido? Qué va. Esto va para todos, porque el problema, insisto, no es solamente el Cambio Climático: son todos los problemas ambientales, más la escasez de recursos, más los problemas sociales. Es una policrisis. No se puede sortear ni evitar. Obviamente, lo ideal sería que todos los países del mundo implementaran medidas de acuerdo con la gravedad del problema, sobre todo para no empeorar aún más los problemas ambientales de alcance global, como el Cambio Global, la contaminación o la pérdida de biodiversidad. Pero incluso aunque nadie más lo haga, estas medidas servirían para construir una sociedad no solo más sostenible, sino resiliente delante los embates que nos van a venir encima. Aquí aquello de «lo haré cuando lo hagan los demás» es una pésima estrategia: hay beneficios en anticiparse.

—Greenpeace pide que se supriman los vuelos privados cortos, de menos de tres horas, por su alta contaminación. ¿Por algo se empieza?

—No es una mala idea. Obviamente es muy insuficiente, pero no está mal, para empezar. Ya tomándose esta misma medida un poco más en serio, se tendría que fomentar el transporte en tren electrificado para que justamente haya alternativas a esos vuelos. De todos modos, viendo lo que está pasando con las aerolíneas alemanas da la impresión de que va a pasar de todas maneras, simplemente por pérdida de viabilidad económica. El keroseno, el combustible de los aviones, también comienza a escasear…

—Un lobby impulsa la energía nuclear de forma paralela a las renovables para hacer la transición energética. ¿Es una opción viable? ¿Por qué?

—Es curioso que la gente tiende a olvidar que las centrales nucleares funcionan con uranio y sus derivados. Y más curioso que la gente no mira los datos de extracción de uranio y que no ha visto que, tal y como preveían los modelos geológicos, la extracción tocó máximo en 2016 y que ya estamos un 23% por debajo de los niveles máximos, y que la tendencia es a que la extracción siga cayendo durante los próximos años.

Suprimir vuelos cortos
«Se tendría que fomentar el transporte en tren electrificado para que haya alternativas»

Por supuesto, la argumentación de los pro-nucleares es que hay enormes reservas de uranio en el mar y en la corteza terrestre que darían para miles de años. A cualquier persona con formación técnica le debería de dar vergüenza que, habiendo basado casi 70 años ya desde los trabajos de Marion King Hubbert sobre el agotamiento geológico de las materias primas no renovables, aún se siga usando el argumento de las grandes reservas. No importa cuánto haya en el subsuelo: lo único importante es a qué velocidad se puede extraer, el cual depende del balance energético, de cuánta energía se gasta para extraer energía: ha de compensar, y además holgadamente, para que salga a cuenta. Es como si tienes 100 millones de euros en el banco pero solo puedes sacar 10 euros al día: eres rico en potencia, pero en la práctica eres pobre. Y ése es el problema que hay con el uranio: la extracción cae porque lo que queda está cada vez más disperso y cada vez sale menos a cuenta extraerlo. Cosa que por cierto no le pasa al uranio solo, sino a todo: a ritmos de extracción actual, las reservas de petróleo darían para garantizar el consumo actual durante más dos siglos. Y a pesar de eso la extracción de petróleo ya está cayendo porque cuesta demasiado esfuerzo extraerlo, y no se puede pagar cualquier precio por el barril. Todo esto, como digo, es tan conocido y tan obvio desde hace tanto tiempo, que a los pronucleares se les debería caer la cara de vergüenza de usar la falacia de las reservas.

Por supuesto luego vienen con los reactores de torio/de neutrones rápidos (70 años experimentando con esa tecnología, y tras 15 reactores que ha habido sigue siendo peligrosa, al punto que Francia y EE.UU., grandes valedores en su momento, la han abandonado, y el famoso reactor chino se basa en un diseño americano de 1955) y de guinda la fusión (una tecnología completamente especulativa sobre la que hay muchas dudas técnicas acerca de su viabilidad y para la cual, como dice el chiste, siempre faltan 50 años para que llegue).

Ahora, con la extracción de uranio en caída libre y el cambio de escenario político en Níger, que ha llevado a Francia a buscar desesperadamente uranio en algunas repúblicas exsoviéticas, el precio del uranio se está disparando y los pronucleares están muy nerviosos, porque ven que su sueño se disipa. Yo tengo claro que en España se van a ir cerrando las centrales nucleares cuando expiren sus permisos en los próximos 12 años. La energía nuclear es una tecnología decadente y condenada, no va a desempeñar ningún papel.

Y, por cierto, representa solamente el 4,3% de toda la energía primaria producida en el mundo, así que deberíamos de dedicarle solo el 4,3% del tiempo de discusión, y creo que ya le hemos dedicado más.

—Decía Belén Gopegui estos días en León que los ODS llevan implícito su incumplimiento. ¿Cuál es su lectura de la agenda 2030?

—Los ODS son objetivos muy generales con los que es difícil estar en desacuerdo. ¿Quién rechaza un objetivo de «hambre cero»? ¿De acabar con la pobreza? El problema está en cómo conseguirlos. Es cuando bajas a los objetivos específicos que se empiezan a ver que la cosa rechina, que lo que proponen es solamente un brindis al sol o van por caminos cuyo éxito es bastante incierto, o incluso si se plantean correctamente los problemas. Y no olvidemos el infame ODS 8: «Trabajo decente y crecimiento económico». ¿Quién no estaría de acuerdo con lo del «trabajo decente»? Claro, pero te cuelan de rondón lo del «crecimiento económico». Desde la Comisión Brundtland en 1991 sabemos que «crecimiento sostenible» es una contradicción en términos, un oxímoron: nada que crezca puede ser sostenible. Y sin embargo, ahí lo tienes, un Objetivo del Desarrollo Sostenible aboga por el crecimiento económico. Es un gol por toda la escuadra, un sinsentido ridículo que de hecho lo invalida todo. Porque en el fondo lo que garantiza que será imposible cumplir ninguno de los ODS es que no se puede poner en cuestión el sacrosanto principio del crecimiento económico. De hecho, eso explica el fracaso de todas las cumbres sobre Cambio Climático de la ONU, las COPs: no pueden compatibilizar la lucha contra el Cambio Climático con el dogma del crecimiento económico. Cosa que no tiene nada de sorprendente: en enero de 2021 la Agencia Europea del Medio Ambiente sacó un informe llamado «Crecimiento sin crecimiento», en el que analizaba si es posible preservar el medio ambiente y compatibilizarlo con el crecimiento económico. Y la conclusión de ese informe es que no, que sería necesario un sistema económico estacionario o incluso en decrecimiento. Si no entendemos una cosa tan básica, no vamos a hacer nada productivo.

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