Diario de León

TRIBUNA

El otro instituto guapo Padre Isla

Publicado por
SEGISMUNDO ZUMALACÁRREGUI GONZÁLEZ
León

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MIENTRAS nuestras frentes tengan claridad de pensamiento no olvidaremos vivencias acumuladas durante siete felices años gastados en importante empeño: estudiar el Bachillerato Universitario en el inolvidable Instituto Padre Isla ubicado, en aquella época, en la calle Ramón y Cajal de nuestra ciudad. Grado iniciado con un examen de ingreso y concluido con otro de Reválida Universitaria. Tiempo juvenil en ensueños, con alegría, de necesarios esfuerzos. Setenta años después, seguimos celebrando jubilosos tan singular favor disfrutando: haber sido jóvenes afortunados, pacientes en la espera, audaces en la duda; cada día procurando deberes para lograr, en tiempo no lejano, ocupaciones diferentes de las que tenían y tuvieron padres y antepasados. Ya, flamantes bachilleres, convenimos haber dejado bien construido el primer tramo del puente de nuestro tiempo sin conocer fracasos. Compañeros: juntos hicimos el camino con nombre y significado: Limpia amistad. Algunos, lugareños de villa y ciudad, otros de pequeños pueblos, quizá hijos de campesinos empapados de trabajos y paciencias que, en buen día, decidieron enviarnos a centros de 2.ª enseñanza para determinar vocaciones ignoradas, estudiar carreras y conseguir títulos profesionales deseados. La demanda precisaba sacrificios, exigencias. Noveles, respondimos al reto planteado, responsables, arrojados. En las aulas respetuosos, con libros, interesados, y en la calle disfrutando lances sin zafiedades. Los forasteros aromatizamos la urbe con diversas fragancias de cultura: tradiciones, costumbres de hombres vistiendo pana, mujeres con mantones oscuros, cabás o capazo colgando del brazo; laboreos y saberes básicos. Maneras de afanar el pan de los días cuando España era casi todo campo y los moradores dueños de un señorío granado ejercitando virtudes, cultura de hogar y oficio sin vicios capitales. Feliz viaje emprendido y dichoso encuentro en el Instituto hallado: muy excelentes profesores enseñando ciencia y arte; desenvolviendo facultades para más y superior perfección. Profesorado laborioso, responsable, entusiasta, cordial, inteligente, culto, cercano, competente. Jamás pretendió hacer teoremas y ecuaciones con puros sentimientos. ¡Gracias maestros! sois nuestro mejor recuerdo de luz. Por el honor probado y el afecto ofrecido y ganado por nosotros; por la gratitud que os debemos, con admiración y respeto, fervorosamente, orgullosos, una vez más, rememoramos vuestros nombres: Director y profesor don Joaquín López Robles. Señoras profesoras doña Carmen García Lorenzana, doña Emilia Guillaume Pérez, doña Julia Morros; señores profesores, Domínguez Berrueta, Miranda de Tuya, Serrano Puente, Suárez Emma, De la Vega Moro, E. González, Mantero, Cobos, G. Morales, H. Novella, De la Calle, De Paz. Recordamos que tímidos, forasteros, peregrinos, un gran día, con respeto, llamamos a la Gran Puerta que buscábamos. Al momento nos la abristeis y durante siete años nos disteis mucho más que os pedimos para obrar en lo que somos y aliviar a quien pudimos. Idéntica gratitud para otros profesores de tiempo y lugares donde estuvimos, especialmente para el catedrático amigo (profesor F.C.), desde que le conocí le sigo, y un compañero suyo decía de él que «transmitía inspiración cuando enseñaba y su estilo descubría cómo en un alma pueden vivir armónicamente el científico, el juglar y el místico». Ahora, nuestro Instituto no es aquella realidad arquitectónica erigida en mismo sitio. Nuestro Instituto guapo, hoy, es una realidad misteriosa: inolvidable recuerdo de saber y vocación del profesorado ejercido con aires sacramentales; armonía de obras salidas de manos de artistas emocionales; pálpitos en cariño de soñadores chavales buscando cultura universal: la que educa, instruye, respeta. Sin mitos. En nuestra memoria, aprendida con ilusión en la espera. Instituto guapo y realidad misteriosa: mismo sentido cabal, lugar de instrucción deseable, esperanza y aliento de alumnos y padres, pronto nos prendiste y pusiste bajo el favor de tu custodia. Educación integral, luz de cultura creadora, la que alumbraba tu estrella: brillante, ejemplar, exigente, guiadora. Fundamento de transcendencias: saberes y deberes, dignidad y ejemplo ejercitados por ex-alumnos, después, en tantas partes. En tus aulas entendimos que las buenas huellas blasonan caminos de bondades y razones. A pensar por cuenta propia haciendo de nosotros nuestra propia creación en servicio y perfección. Saber que la esperanza está en la historia para enmendar y merecer. Armonizamos razones discursivas, cumplimos alegremente deberes, libres fuimos practicando obedeceres, nunca sentimos pesares, reímos en despedidas pensando en nuevas alturas para extender la cultura más allá de los finales: sin límites ni fronteras ni dogmas irracionales. Pero un día desdeñaron tus guapezas. Quizá ¿cuando el Gallo de la Torre, centinela, vigilante tensó la imagen dorada porque el pico del cantero despojaba de bellezas a la centenaria armonía en valor alucinante? y ¿Ordoños, Ramiros, Alfonso, Elviras, Urraca, Aldonzas, Jimenas, Blancas en ademán defensivo empuñaron sus espadas sorprendidos por ecos de ondas sonoras en dudosa resonancia? Reyes fueron de León yacentes en Colegiata inmediata. Aquel Instituto guapo con bellezas en altura al quitarle la hermosura le vistieron sin acierto. El daño nos llenó de vacíos, con ruinas de obras perdidas, solo, sus imágenes queridas no aliviaron la aflicción. Seguimos añorándole bello. Sintiendo a la Armonía en pálidos colores de estío. Recordando que el Monumento que la Ciudad poseía, metido hondo en tu alma y la mía, sigue siendo belleza y dolor: amor y congoja que aprieta el corazón. Instituto guapo: trascenderás en el tiempo que cuenta el reloj de la historia hasta venir el infinito sin espacio, tiempo y memoria. En el último minuto serás lo que testificado quedó: Monumento en enseñanza, con guapezas. Nuestro guapo Instituto. Para conocerte y quererte nos percibimos cercanos, metidos dentro de ti durante siete magníficos años. Tanto no se consigue por llevarte a esquema propio desinteresado o extraño.

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