Diario de León

Quiero recuperar el reino que me robaron

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La aprobación por referéndum de la Constitución de 1978 plantea el marco para la descentralización territorial del Estado a través de comunidades autónomas. Todas las regiones de España se lanzan al reparto del territorio patrio. Unas, ya históricas, reivindicativas por lo que fueron se lanzaron a tumba abierta y, de inmediato, empiezan a repartirse la tarta. Cataluña, País Vasco, Galicia, etc. Las demás, en el tiempo, pero sin perder oportunidades. Y llega a Castilla la hora de la verdad y los próceres de entonces hacen el reparto a su antojo sin mirar la historia, sin mirar derechos y los ciudadanos del viejo Reino de León, comenzamos a crear nuestras parcelas de poder y surgen toda clase de voces y así aparecen durante el proceso preautonómico, numerosos grupos leonesistas que reivindicaron la creación de una comunidad autónoma que comprendiera León, Zamora y Salamanca: en Zamora Ciudadanos Zamoranos (CC.ZZ.), en Salamanca, el Grupo Regionalista Salmantino (GRES), y en León el Concejo Abierto Leonés (CAL), Jóvenes Nacionalistas Leoneses (JNL), la Asamblea Independiente Leonesa (AIL), el Grupo Autonómico Leonés (GAL) o la Asamblea Regionalista Leonesa. Además, durante esos años y el resto de la década de 1980, se empiezan a organizar los primeros partidos políticos propiamente leonesitas, como el Bloque Autonomista del País Leones, el Partido Nacionalista Leonés (PNL), el Partido Regionalista del País Leonés (Prepal), con su organización juvenil Juventudes Leonesistas (JJLL), el Bloque Agrario (BA), o la Unión Leonesista (Unle) y finalmente Unión del Pueblo Leonés (UPL).

No olvidemos aquella manifestación de más de sesenta mil leoneses que salimos a la calle para clamar por nuestra autonomía. Y todo esto ¿para qué? Los líderes, en los que el pueblo de León confió, caminaron por otros derroteros y nos dejaron abandonados en el desierto. Y, a partir de entonces, todos son lamentos por el Reino robado. Parece que nadie se acuerda de la historia de León, de nuestra historia. Hoy, unos pocos leoneses, avivan nuestros sentimientos porque los demás nos quedamos con los lamentos de lo que pudimos ser y no somos.

Hay que echar la vista atrás e ir a aquel día fatídico en el que un mayoral reunía al rebaño en el aprisco apropiado, que no era ni más ni menos que la, denominada, entonces, Escuela de Ingeniería Agrícola. Creo que fue un domingo y doscientos y muchos ediles, en masa, arreada por el rabadán de turno y, como corderos dóciles, llegaron de la montaña y del páramo y de la ribera y de tierra de campos, todos decían sí al gran señor, sí a Castilla, traicionando nuestros derechos históricos.

Parece que nadie se acuerda de la historia de León, de nuestra historia. Hoy, unos pocos leoneses, avivan nuestros sentimientos porque los demás nos quedamos con los lamentos de lo que pudimos ser y no somos

Estamos subordinados a los dictámenes de unos señores que no tienen sentimientos por lo leonés, ni miran por nosotros y nos tienen subyugados y León hoy es un siervo de la gleba de los señores de una Comunidad que no queríamos y que nos metieron por traición. Los partidos políticos nacionales, boicotean cualquier atisbo de resucitar nuestra historia y que no quieren devolvernos lo que con nocturnidad prevaricación y alevosía nos robaron.

No hay nada que mover ni nada que reivindicar, somos lo que somos y nada más. Nos lamentamos de nuestros destinos. Nos lamentamos de lo que hemos sido y nos seguimos lamentando de lo que somos. Siempre nos han robado. Nos siguen robando. Otros, sin fundamento, reivindican no sé qué historia que sacaron de la chistera y constituyeron un reino inventado e hicieron de él un poder que hoy se ha engrandecido y pone en peligro la patria, la constitución y el estado.

Ni Cataluña ni País Vaco ni nadie que reclama independencia tiene causa suficiente ni base histórica. Y aquellos, de esta tierra de León, que se fueron al país vasco y se mezclaron con aquellos pastores, aquella descendencia se convirtió en maquetos y ese hibridismo levantó la voz contra la patria, contra el estado y corrió la sangre de nuestros hijos que sacrificaron su tierra por engrandecer otras que fueron infieles y traicioneras. Y otros, se fueron a las tierras del conde Wifredo el Velloso e inventaron un reino y reivindicaron una nueva patria. Y hoy, la mayoría, charnegos, hijos de la diáspora salen a la calle para cargarse al estado, apoyados, inclusive, por el estado central que con su pasividad está permitiendo toda clase de desmanes. Y, nosotros, los de la Legio VI y VII, que fundamentamos un reino y engrandecimos a España y aportamos nuestros hijos, sacrificando su vida, nos han quitado nuestro reino; nos han robado nuestra identidad. Pues no. Los traidores, deben inclinar la cabeza y pedir perdón por un reino que nos quitasteis a traición.

Y esta tierra, rica en todo, tenemos que seguir pagando nuestros impuestos para que los traidores vivan a cuenta de viejo reino de León. Desde aquí, si hay alguien que levanta la voz de mando y, como un ejército, tenemos que lanzarnos a la calle y pedir que se nos devuelva lo que se nos robó. Y si no nos lo dan que los ladrones se sometan a juicio y sean condenados, nos pidan perdón por el feudo que nos hurtaron.

Este León que tuvo las primeras Cortes, hoy clama. Esta estirpe leonesa que no fuimos ni somos violentos, que no nos lanzamos al monte, ni cogimos las pistolas, ni pegamos tiros, nos niegan el pan y la sal. Aquí no hay Bildus, ni ETAs, ni Terra Lliure, ni ERC, ni PDCAT ni políticos, incluidos los presidentes del Gobierno que fueron y, en especial, el que es, apoyando las causas para no solo ser autonomías sino resquebrajar el suelo patrio. Aquí no hay nadie, solo hay lamentos.

Tú, viejo reino, llora y estamos en un puro sollozo. Nos cerraron las minas, nos llevaron el hierro, nos explotaron el tungsteno. Nos están llevando la leche, nuestros productos del campo se van fuera. Nuestro lúpulo va a Cataluña a dar vida a las factorías de cerveza y a otras regiones ¿qué nos queda?

Nuestros jóvenes se van. Nuestros hijos tienen que elegir el destierro y, como pródigos, no podrán volver y solo se acercarán para el lamento y poner flores a sus antepasados.

¡Ay, León! Qué solo te quedas y emulando a Gerardo Diego te canto la estrofa y no al río Duero sino a nuestros ríos. Bernesga, Torío, Porma y Curueño, Esla y Cea; Boeza, Cúa y Sil, nadie a acompañaros baja: nadie se detiene a oír vuestras eternas estrofas de agua. Ríos de León, ya nadie quiere atender vuestras eternas estrofas olvidadas, sino los enamorados que preguntan por sus almas y siembran en tus espumas palabras de amor, palabras.

¡Ay, León!, tierra bravía, soldados diste por salvar la patria y hoy unos traidores te quieren matar el alma. No dejemos, León, que te mueras por culpa de los que te han robado y te roban el agua. Que nuestros pantanos cierren sus compuertas y que los ríos no lleven agua, a ver si esos pordioseros se arrodillan, nos piden perdón y nos proclaman esa autonomía del alma. Si es necesario salgamos de nuevo al combate y declararemos la guerra y nuestros enemigos sean vencidos, pero sin derramar sangre, porque los leoneses siempre hemos sido pacíficos y queremos recuperar el Reino que nos robaron que es nuestra alma.

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