Diario de León

ANIVERSARIO

75 años de amor y una partida de tute

Josefa y Francisco viven en Toreno y celebran, el lunes, sus bodas de brillantes; una efeméride que pocas parejas tienen la fortuna de alcanzar

Francisco González y Josefa Velasco, con su foto de boda.

Francisco González y Josefa Velasco, con su foto de boda.

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M. CARRO | PONFERRADA
Ponferrada

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Josefa Velasco y Francisco González, Pepita y Quico, se casaron en Toreno el 29 de abril de 1944. El lunes, celebrarán el 75 aniversario de su enlace, unas bodas de brillantes que pocas parejas alcanzan. Ella tiene 94 años y él, dos más. Se conocieron en Toreno, de donde es Pepita, cuando Quico recorría los escasos kilómetros que separan este pueblo del suyo, Tombrio de Abajo, para ir al baile.

Allí, entre pasodobles y agarrados, se enamoraron y, dos años de noviazgo y tres domingos de proclamos después, se convirtieron en marido y mujer. Eso sí, Pepita tuvo que insistir ante la supuesta desgana de Quico. «¿Tú y yo que somos? ¿Novios o qué somos?», preguntó ella, que no es mujer de medias tintas, cuando la cosa todavía no era formal. No se olvida de esa frase ni de nada de lo importante que han vivido juntos, desde que eran unos niños. «Lo mejor es todos los años que hemos podido compartir y lo peor es lo que reñimos», asegura Pepita.

«Contigo pan y cebolla». Así los define su nieta Carla. Ella es el ojito derecho de la abuela, la única mujer de los cuatro nietos que tienen. Para ellos es como su hija, porque además de criar a seis propios —fueron siete, pero una falleció a los pocos meses de su nacimiento— también se encargaron de Carla hasta que fue una adolescente. Criarlos a todos no fue fácil; el único secreto: trabajar duro.

Pepita fue de las primeras mujeres mineras. Trabajó cinco años carreteando carbón. «Ganaba cinco pesetas y las demás cuatro y media. Será porque trabajaba más», asegura con una media sonisa. También él trabajó en la mina. Eso hasta que se casaron. Siendo ya marido y mujer, se trasladaron a Tombrio y abrieron una tienda de ultramarinos que también era bar en la planta alta. Fue el primero que tuvo televisión, una Marconi, y pronto se convirtió en lugar de reunión de todos los vecinos de la contorna.

Años después, cerraron la tienda y se trasladaron a Toreno para abrir la Pensión Azul, en la carretera general del pueblo, donde todavía hoy está el bar del mismo nombre. Un negocio trabajado sin descanso que les permitió construir la que hoy es su casa, donde viven desde hace 28 años. Siguen juntos, se levantan temprano aunque no tengan que hacer y no hay mañana que falte el chocolate caliente con pan.

Juegan dos veces al día al tute, también mano a mano, y aunque riñen casi a diario, también se echan de menos cada vez que se pierden de vista, por corto que sea el tiempo. Nunca se han separado, el suyo no ha sido, desde luego, un amor a distancia. Juntos en lo personal y en lo laboral hasta casi rozar el siglo de vida.

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