Diario de León
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ERNESTO ESCAPA
León

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Acaso la explicación más fiable de aquel imprudente nerviosismo prenavideño, que condujo al portavoz popular en el Senado Ignacio Cosidó a la incontinencia de alardear sobre el control judicial del Supremo por detrás, radicara en su propio canguelo ante el inminente destape de sus manejos ilegales en la cúspide policial, pero la bravata acabó con nuestro senador autonómico experto en despoblación.

El bochorno de aquellos alardes vergonzosos debió sustanciarse con su relevo inmediato como representante de Castilla y León en la cámara alta, pero al coincidir con la dilatada hibernación parlamentaria autonómica, el único reproche acusador fue la retirada del pasteleo del juez Marchena, propuesto por el Partido Popular para presidir el Supremo y el Poder Judicial. Porque la dilatada holganza de la hibernación autonómica no se inquieta ni interrumpe con minucias. Pero a la vuelta del turrón, sucedió lo esperado: la desenvuelta vicesecretaria de Estudios y Programas del Partido Popular, Andrea Levy, no tuvo el menor embozo en advertirle que «quien comete hechos repugnantes, como los investigados en la operación Kitchen de la policía patriótica, no tiene cabida en el PP». Para que vayan tomando nota sus padrinos en las Cortes de Castilla y León.

Aunque lo más preocupante en esta tesitura preelectoral acabe resultando que no sea Cosidó el único portavoz metido en deslices. Como tantas otras veces, también el alcalde vallisoletano Óscar Puente se volvió a meter en deliquios de reparto territorial. Y como bien sabe mi amigo latinista Macario Barrios, el deliquio conlleva pasmo e incluso desmayo. A punto de cumplir legislatura como alcalde de Valladolid, Puente combina responsabilidad con la portavocía amortizada de la ejecutiva socialista, una cautela derivada de sus desbarres en asuntos sensibles. Donde viene actuando sin embozo es como alcalde de Pucela, aunque la ciudadanía lleva cuenta de unos cuantos traspiés ruidosos: de las cambiantes proclamas ferroviarias, incluida la judicialización de su predecesor (de la que salió trasquilado), al empecinamiento ofuscado con la portavoz de Ciudadanos Pilar Vicente.

En esa deriva de las cuitas municipales parece que todo se le complica con la designación de la consejera Pilar del Olmo como candidata popular. Pero más allá del regate corto municipal, donde ha sabido granjearse unos cuantos líos, Puente también dispara ocurrencias de más alcance, que le devuelven como eco revolcones. Y esto le ocurre por no haber entendido la personalidad de Valladolid en la Meseta, un espacio antes agrario, ahora industrial y de servicios, llamado a actuar como almohadilla de tensiones con el circundo ganadero regional. Bien lo supo el fundador Ansúrez, como ejecutor de la estrategia territorial de Alfonso VI.

Pero Puente reclama la concentración no sólo de servicios sino también de presupuestos e inversiones en su ciudad, alentando la propagación a Zamora del Lexit, que defiende UPL. Y es llamativo que en la duermevela de enero, que no sólo afecta al parlamento autonómico, las únicas respuestas a Puente procedan de los socialistas leoneses, hartos ya de manejos disolventes. Ni el burgalés Tudanca ni cualquier otro socialista del circundo le ha dicho basta con el ingenio contundente del joven secretario socialista leonés Javier Cendón, quien echó mano del botsuano rey emérito para apelar ¿Por qué no te callas? y darle una salida: «Lo siento mucho, me equivoqué, y no volverá a ocurrir». También el portavoz municipal José Antonio Díez, de familia socialista centenaria, pide a Sánchez el cese de Puente como portavoz amortizado: «porque no representa ni a uno de los leoneses».

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