Diario de León

| Crónica | El Día de Villalar |

Una ocasión para marcar el territorio

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r. m. | valladolid
León

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Si algo demostró ayer Herrera es que al presidente de la Junta no le echa nadie de ningún sitio: se va sólo cuándo él quiere. Así, durante su recorrido por la campa de Villalar, -el segundo que realiza desde que es presidente-, tuvo oportunidad de visitar la carpa de la Fundación Villalar, que por primera vez cuenta con un espacio propio en la explanada que cada año concentra a miles de personas el Día de la Comunidad, y la dedicada a los Alimentos de Castilla y León, que repite por segundo año. Si bien en esta primera etapa, estuvo muy bien acompañado por un séquito de consejeros y procuradores del PP, así como por el delegado del Gobierno, Miguel Alejo, con quien hasta compartió el mismo trozo de empanada, Herrera no se conformó con las carpas institucionales, sino que también quiso visitar las de los sindicatos, donde fue atendido por Fermín Carnero y Ángel Hernández. Sin embargo, la gran anécdota del día estuvo protagonizada por su visita a la «jaima» del Frente Polisario, donde fue recibido por su representante en Castilla y León, Mohamed Tammy. Y cuando ya parecía que el presidente iba a poner punto final a su paseillo, los pitidos y silbidos de algunos jóvenes, -más trasnochadores que reivindicadores-, que hasta el momento habían pasado casi desapercibidos, comenzaron a hacerse cada vez más patentes. Hasta el punto que de los gritos de «¡Fuera!», «¡que no pintáis nada aquí!», etc., se pasó a los insultos en toda regla y al lanzamiento de pasquines al paso de la comitiva. A pesar del mal ambiente que se estaba creando, Herrera sorprendió a todo el mundo volviendo a entrar en la «jaima» saharaui para tomarse un tranquilo té con sabor a piñones. Tras ello, y sólo cuando quiso, se despidió de todos y se marchó. Eso sí, lo de bailar una jota lo dejó para el año que viene.

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