Madres

Miadre sólo hay una. Y muchas veces es más que de sobra, como demostró la otra noche el arranque en Cuatro de ¿Quién quiere casarse con mi hijo?, el concurso tróspido que vive su segunda edición, centrado, como los documentales de La 2, en el juego del apareamiento, pero en su versión personas, y en el que, a diferencia de Mujeres y hombres y viceversa, nos enseñan de dónde le viene la casta al galgo. Madre sólo hay una. Aunque a veces cunde como un autobús lleno. Hay madres que afeitan el trasero de sus hijos, que por obligaciones profesionales -el niño se gana la vida como escupe fuegos- tienen que lucir siempre bien depiladitos. Madres que advierten a las posibles pretendientes de su «príncipe» que aunque a él le gustan «pijas y mayores», han de ser como ellas, «finas y elegantes». Madres que resumen las cualidades de su cachorro destacando que «tiene veneno en el pito» y piden a la nuera perfecta «que sea limpia, ardiente, que sepa hacer de comer y coger una plancha, lo que es una mujer, vamos».

Pero sería injusto despachar el programa sin hacer referencia a la otra parte contratante de la primera parte, la de los hijos que tienen madre. «Nunca leo el periódico, solo miro las fotos y si sale una mujer, me fijo». Vaya, que debe de estar de Merkel, Báñez y Sorayas hasta las cejas, con razón le gustan mayores. O eso, o a saber a qué le llama periódico el tal Gabi, al que le van pijas. Y Pedriño, el querubín -30 añitos- que admite gustarse a sí mismo. «No había leído un libro entero en mi vida y lo mejor era empezar con la autobiografía de Ana Obregón y estoy enganchado, oye».

Así, con gente desinhibida, sin complejos, transcurrió la última noche de primavera en Cuatro, mientras en la otra cadena del grupo, La Revuelta de Milá amenazaba con mutar en La Revenida de tanto explotar la veta. Qué tiempos, sólo 24 horas antes, cuando ambas reinaban con Francia e Inglaterra en la Euro. Lástima que a nadie se le haya ocurrido apurar esos derechos y retransmitir hasta los rondos de los entrenamientos.