Diario de León

CULTURA

Dory Sontheimer: «Dentro de cada católico en España hay un judío»

La barcelonesa narra en ‘Las siete cajas’ la historia su familia durante la guerra

La escritora y farmacéutica Dory Sontheimer junto a algunas de las fotos que encontró en las cajas de su habitación

La escritora y farmacéutica Dory Sontheimer junto a algunas de las fotos que encontró en las cajas de su habitación

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josé oliva | barcelona
León

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Tras descubrir en el altillo de su casa siete cajas con documentos y fotografías de su familia de origen judío, la barcelonesa Dory Sontheimer realiza un viaje literario a su pasado en el que evoca la dolorosa huella del Holocausto y el testimonio de los judíos que se refugiaron en la España de Franco.

Tras diez años analizando los papeles familiares, Dory Sontheimer, farmacéutica de profesión y ahora convertida en historiadora ocasional, ha recogido toda su historia familiar en un libro, Las siete cajas (Circe), al que seguirá otro para dar cauce a la abundante documentación encontrada y a la proporcionada por los archivos oficiales.

Educada como católica en la Barcelona de posguerra, Sontheimer (1946) era hija de padres judíos que se habían conocido en la capital catalana en tiempos de la República y que, acabada la Guerra Civil española, se convirtieron al catolicismo y transformaron sus nombres originales, Kurt y Rosl, en Conrado y Rosel. «A mis 18 años, mis padres me comunicaron el origen judío de la familia, algo a lo que no di importancia, y simplemente me alegré de que no éramos nazis, pero cuando murió mi madre encontré siete cajas en el altillo de mi habitación de soltera, que contenían la historia de mi familia, víctima del Holocausto y de un Hitler que desgraciadamente convenció primero a la sociedad civil alemana y luego a mucha de Europa», narra Sontheimer en una entrevista a Efe.

Entre esas cajas, cada una referida a una de las ramas de la familia, Sontheimer habla con emoción de una de ellas, la referida a sus abuelos maternos, Eduard Heilbruner y Lina Levi, que fueron deportados el 23 de octubre de 1940 desde la zona de Baden, en la Selva Negra, a la Francia de Pétain. «Tuvieron que dejar las llaves de sus casas en la mesa del comedor y solo se pudieron llevar una maleta con 50 kilos y 100 marcos. Unos 9.000 judíos iniciaron un periplo al campo de concentración de Gürs, luego al de Récébedou, y de allí finalmente deportados a Marsella.

Desde el 23 de octubre al 31 de agosto de 1942, fecha de la última carta, los padres de Sontheimer intentaron repatriar a los abuelos para salvar sus vidas, pero «el cónsul de Marsella (Vicente Vía Ventalló), cumpliendo las órdenes del régimen franquista, les negó durante un año y medio el visado necesario para venir a España». En los archivos de Drancy, obtuvo las fichas de sus abuelos: «sé el día en que salieron, el 7 de septiembre, era el convoy 29, y llegaron el 9 de septiembre a Auschwitz . Een el tren viajaban 1.000 personas, de las que 889 fueron llevadas a las cámaras de gas».

Familia materna

De su abuelo materno tiene muy poca información, pero de los otros tres abuelos ha podido averiguar prácticamente todo. Su abuelo paterno, Max Sontheimer, tenía una empresa de porcelanas en Nürenberg con filial en Barcelona y era además cónsul alemán en Cuba, lo que le permitió salir con pasaporte alemán rumbo a Cuba y del mismo modo, el padre de Dory Sontheimer también obtuvo un visado de tránsito en España para refugiarse en la isla caribeña hasta el final de la guerra. Rosa Winternitz, la abuela paterna, había nacido en Praga de una familia numerosa de médicos, abogados y profesionales, y falleció en Cuba tras sufrir un infarto en 1947 cuando se enteró de que todas sus hermanas habían muerto en los campos de exterminio.

De los veinte miembros de la familia de Praga, solo se salvaron cuatro personas y de ellos vive hoy en Boston Michael Gruenbaum, que estuvo internado tres años en Theresienstad, a 40 kilómetros de Praga. El resto acabaron en los campos de exterminio. Toda la investigación, confiesa Dory Sontheimer, le ha llevado al deseo de reencontrarse con la familia dispersa por el mundo y a entender mejor la idea de la diáspora a partir de su propia familia: Viena, Praga, Londres, Tel Aviv, Buenos Aires, Barcelona, Canadá, Boston y Nueva York, adonde se trasladará el próximo mes de octubre para conocer a Michael Gruenbaum y la familia neoyorquina.

«Descubrir las cajas fue un choque y me ha costado asumirlo, pero descubrir su contenido me ha despertado la conciencia social y me sentí obligada a que a través de mi testimonio y el de mi familia pueda conocerse lo que fue Europa».

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