Diario de León

EL TRIUNFADOR DE AYER

Castella marca la diferencia

Rotunda faena del torero francés al quinto de la tarde, un buen toro de Jandilla La terna salió a hombros de la plaza del Parque al premiar el público la entrega y disposición de López Simón y El Fandi.

Castella inició vibrante la faena al quinto con pases por la espalda sin enmendarse, en el centro del ruedo. MARCIANO

Castella inició vibrante la faena al quinto con pases por la espalda sin enmendarse, en el centro del ruedo. MARCIANO

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León

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maría j. muñiz | león

Empezó la tarde torcida. Devuelto apenas salió el clamoroso inválido que abrió plaza, los tres siguientes hicieron gala de tanta bondad como sosería. Puso el Fandi en el cuarto el ánimo que decaía en la tarde de los toros sin gracia (sin casta) hasta que salió el quinto y se encontró con Sebastián Castella. Gran faena del torero francés a un buen ejemplar de Jandilla. Y acierto con la espada, que le impidió cortar trofeos en el primero de su lote, en el que ya había dejado claro por qué convence allá donde pisa el albero. La novedad era Alberto López Simón. Estuvo el joven madrileño aseado y profesional, aunque algo frío. Desorejó a sus oponentes, pero el público quedó con ganas de ver qué es lo que tiene quien ha revolucionado el escalafón en los últimos dos años.

La faena de Castella al quinto recompensó a un público amable que agradeció cuanto se hizo en el ruedo. Fue, con mucha diferencia, lo mejor de la tarde. Recibió el francés con chicuelinas rematadas con media en el centro del ruedo, evidenciando un exquisito manejo del capote, que ya había dejado claro también en su primero. Después de un buen y justo puyazo, se fue el diestro decidido al centro del ruedo y allí esperó al astado para recibirlo cambiando el viaje por detrás, y pasárselo ajustado por los dos lados sin enmendar la posición. Levantó al público de los asientos desde esta primera tanda. Lescivo, el toro de embestida más alegre del encierro, permitió al francés desplegar su maestría: comenzó acompañando el viaje largo para dar confianza el toro, y fue después bajando la mano en tandas vibrantes, para rematar con un pase de pecho mandón. El toro se venía largo, con embestida fija y noble, y el diestro le aplicó temple acompasando el viaje.

Por el izquierdo se revolvía rápido el de Jandilla. Avisó en un primer envite para entrampar al torero al siguiente. Recogió Castilla la muleta sin mirarse y volvió por naturales. No era el pitón del toro, pero el diestro no le volvió la cara.

De nuevo con la derecha fue el toro a más, y lo llevó el diestro prendido en la muleta en tandas ligadas y templadas. Con su toreo de sentimiento sin aspavientos. Alivió la embestida en la última fase de la faena para que no se le acabara el toro, y lo exprimió hasta el final. Muy torero al colocarlo en suerte, pidió el público silencio y cruzó los dedos para ver un estoconazo hasta la bola, volcándose. Cortó con justicia las dos orejas.

En su primero fue el acero el que le privó de tocar pelo. Antes había desplegado otro recital de elegancia y compostura. Recogió al de Jandilla con el capote suave, en una larguísima tanda de mecidas verónicas que remató con una larga en el centro del ruedo. Picado arriba también, realizó un vistoso quite antes de dar comienzo a la faena de muleta templando y mandando, sin obligar. Fue bajando la mano al viaje noblote del toro, que se fue quedando corto pronto. Por la izquierda le perdió pasos dándole espacio para alargar la embestida, más corta por este pitón; y dejándole tiempo porque las escasas fuerzas del toro impedían la ligazón de las series. Más continuidad tuvo la faena por el derecho, aunque acabó la cosa en cercanías y redondos por la espalda, dejándose rozar el muslo por el pitón de un toro ya agotado. Tres pinchazos antes de una buena estocada dejaron el asunto en saludos desde el tercio. Los dos toros de Castella fueron ovacionados en el arrastre.

El Fandi anduvo animoso sobre todo con capote y banderillas, y entregado con la muleta. Recibió a sus toros con largas cambiadas y verónicas de rodillas, galleó por chicuelinas para llevarlos al caballo y no escatimó los quites.

Al primero bis, un toro con poco celo y distraidillo, lo banderilleó clavando arriba con oficio, rematando con su siempre aplaudido violín. Comenzó la faena de muleta de rodillas, aliviando la embestida sosota, alegró con molinetes y adornos y dio distancia y tiempo, con mucho oficio, al de Jandilla. Cuando lo intentó por naturales se había acabado ya lo poco que tenía el toro, así que optó por el efectismo y despertó al púlico con los alardes de rodillas.

En el que hizo cuarto salió dispuesto a hacer cuantos méritos se necesitaran para cortar la oreja que le abriría la puerta grande. Capoteó animoso, regaló un último par doble de banderillas (violín y al encuentro sucesivamente) y se hincó de rodillas para empezar una faena que despejara al público del desencanto por el que se despeñaba la tarde. El toro tenía una embestida remolona y descompuesta, con parones que hicieron imposible la ligazón. Por el izquierdo se desentendía, con un molesto calamocheo además. Molinetes, cambios de mano, y cites echando la muleta a la cara para provocar la embestida compusieron un recital en el que se movió más el torero que el toro, en su intento de agradar. Tanto le acosó que acabó al final el de Jandilla acobardado y retrocediendo. Muy seguro de nuevo con el acero, se agenció la oreja perseguida.

López Simón hizo el paseíllo desmonterado y se presentó en El Parque con un toreo despacioso, buenas maneras y pulcritud en las faenas. En su primero intentó componer un trasteo imposible ante la falta de celo y de fuerzas del toro. Sin transmisión ni emoción, en algunas fases el aburrimiento del público hizo que se oyeran algunos pititos. Fue un trasteo pulcro en el que el debutante intentó justificarse sin perder la compostura, sólo para evidenciar que no tenía enemigo al que medirse. Sin embargo una estocada de rápido efecto y la generosidad del público le concedieron una oreja de bienvenida.

Al que cerró plaza, el toro más hecho del encierro, le aplicó un toreo templado y cadencioso, intentando acoplarse y que no le enganchara la muleta, porque el de Jandilla tenía tendencia a salir con la carra arriba. Intentó estirarse el madrileño pero el toro tenía apenas media embestida. Le costó encontrar el sitio, e insistió en un trasteo voluntarioso y calmado. El público agradeció el empeño, y a pesar del pinchazo premió con la oreja que le permitía salir a hombros con sus compañeros de terna.

Lucido resultado numérico. Pero faena de verdad, la de Castella.

El Fandi se empeñó en abrir la puerta grande y puso todo de su parte ante el peor lote del encierro. MARCIANO

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