Diario de León

«El Ayuntamiento está chalaneando con los bienes del común, ofrece suelo por edificios»

Victoriano Cremer, escritor: «Necesito León para vivir y para morir»

Hoy recibe el Premio de la Academia de Castilla y León por su trayectoria literaria. A su lado, una promesa de la poesía, la bilbaína afincada en León Susana

León

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-Una filosofía de vida... -Mi única filosofía es la de los estoicos: vivir; si puede ser, honradamente y, si no, como sea (que dirían los cínicos). No cabe una filosofía en un tiempo en el que carecemos de una ética que permita a la sociedad moverse. Vive y deja vivir es un camelo. Mi fe de vida es vivir, nada más ni menos. -Lo que no perdona. -Lo perdono casi todo, porque no perdonar es algo muy incómodo. No se puede vivir cargado con la pesadumbre de unas memorias. Lo que no puedo es olvidar. Las fotografías humanas las tengo reveladas en el interior. -Al enemigo... -Nada. Hay una frase que se atribuye a Romanones que yo comparto: al enemigo, nada; al amigo, todo; y al neutral, se le aplica el reglamento. -¿Hay culpable en el derrumbe del palacio de Don Gutierre? -Si yo me hago responsable de mi casa y no funciona, el responsable seré yo. Si el Ayuntamiento permite que se le caigan las cosas, él es el responsable. El Ayuntamiento está chalaneando con los bienes del común y ofrece suelo, como si fuera suyo, por edificios. -Un verso. -Mío, no. No me sé ninguno. A Neruda le preguntaron por qué no hacía poemas a las hojas del otoño y dijo: «Mirad y ved la sangre por las calles». Yo siempre la tengo en mente. -¿Cree en el destino? -Creo en el que me he forjado yo. No creo en ideofagias elevadas a doctrinas, por dejan al destino al pairo. Cuando se nos dice de antemano que vas al cielo si eres bueno y al infierno si eres malo, ¿qué papel juega el destino? -¿Si le preguntan por León...? -Diré que me encanta. He intentado esquivarla por mil razones, porque hubo momentos en que era invivible, pero al cabo de noventa y tantos años -no sé cuantos porque me he perdido de vista- que he vivido en León, me he casado aquí y he tenido hijos... me he enamorado de todo, quiero a León, la necesito para vivir y para morir. Morir al pie de la Catedral es un lujazo. -Un recuerdo. -Siempre he sido muy enamoradizo y el recuerdo mayor es el de mi enamoramiento de mi mujer. La amé durante cincuenta años en vida y ahora estoy enamorado de su recuerdo. -Un libro indispensable. -La Biblia y El Quijote. -Un regalo de cumpleaños. -Un libro de poemas, que yo escribiría y te dedicaría. -¿Qué le da miedo? -Ya, nada. La verdad es que nunca he sentido miedo. Es una reacción física que el ser humano siente ante ciertas circunstancias; como yo me he visto en todas las posibles, se me ha quitado. No deseo tampoco ni ambiciono ningún bien de este mundo. -¿Si volviera a nacer...? -Lo más probable es que no volviera a llamarme Victoriano, que es un nombre un poco vulgar para un poeta. Seguramente, me llamaría Héctor o Polifemo... En algunas de mis circunstancias seguiría las mismas rutas, como el afán que tengo por enmendar las cosas mal hechas. No puedo soportar ver a un niño sufriendo o que tenga hambre o a una mujer llorando; eso me enternece profundamente. Hay cosas que conservaría. Las circunstancias y el yo orteguiano seguirían los mismos cauces. -Una frase de amor. -No sé hacer frases de amor. Yo sé amar. Quizá hay retórica vacía en los poetas cuando hacen una mención amorosa. De hacer frases sí soy capaz, pero me interesa más el querer y el desear ardientemente. -¿Qué le diría al alcalde? -Buenos días. He tenido relaciones raras con los alcaldes. He pasado por unos veinte, con los que he sostenido relaciones de amor-odio. Mientras no lo fueron, eran grandes amigos. Me jacto de ser hombre de entender de política. Pero no hacían más que tomar posesión del cargo y ya se había acabado la amistad. -Recomiende un libro suyo. -Todos. Acaba de publicar una tesis una doctora de Barcelona sobre mi obra y yo mismo no sabía el valor que tenían cada uno de mis libros. Todos los hijos son buenos, incluso los peor trazados. Quizá, Furia y paloma, porque representa mi doctrina lírica. Furia, por el desafuero que me produjo la guerra; y paloma, por el afán de alcanzar el afecto de los demás. -¿Se siente más poeta que periodista? -No. En realidad fui siempre periodista. He escrito en periódicos y revistas de España, Europa y América y he encontrado en este hecho una compensación: en lo que escribes te vas retratando tú mismo. Díme qué escribes y te diré quién eres. Pero hubo un momento en el que no se podían decir las cosas en prosa y de ahí nació la poesía (en 1944). -¿Qué les reprocha a los políticos? -La incompetencia, la irregularidad. A veces, con notoria frecuencia, ambición y falta de ética profesional. Recuerdo a los viejos políticos, que se arruinaban en el ejercicio de su derecho a estar en política. En el Ayuntamiento había una ordenanza: «Los dineros del común son sagrados». ¿Se puede decir eso actualmente? Yo creo que no, porque se evaporan... El político es un animal desenfrenado que vive de la mentira y aprovechando las necesidades del hombre corriente. -Los premios. -Se reciben con gratitud, pero no es cosa de perseguirlos, porque, igual que con las mujeres, se las enamora y conquista. No vale arrebatarlos de manera enconada, atribuyéndose valores que uno no tiene o buscando influencias. O te los dan por los muchos pecados cometidos o no te los dan. Hubo una época en la que iba a muchos certámenes, porque era y soy pobre y tenía una mujer a la que quería, que había salido de los estratos más humildes, y yo tenía el anhelo de elevarla a otros. Los certámenes venían acompañados del viaje. Desde que murió mi mujer, ya me dan igual...

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