EL SUEÑO DE LA LUZ
Las vidrieras rotas de la Catedral
De los 1.800 metros cuadrados de vitrales de la Catedral, 600 están sin tocar. Será difícil que los trabajos concluyan esta década

La vidriera N-XIV de la Catedral se va a restaurar.
A la Catedral de León no le caben más andamios. La restauración del trascoro mantiene el monumental arco de triunfo renacentista envuelto en plásticos, tras los cuales la empresa madrileña Talleres de Arte Granda está sacando los colores a una de las joyas de la Pulchra: del gris ‘mugre’ al oro y blanco alabastro. A esos andamios hay que sumar la plataforma móvil colocada cuando arrancó El Sueño de la Luz, el colosal proyecto de restauración de todas las vidrieras de la Catedral.
La plataforma se ha movido recientemente para quedar situada justo debajo de la vidriera que se va a restaurar. Se trata del ventanal N-XIV —en la nomenclatura oficial—, cuya intervención fue aprobada ayer por el Ayuntamiento. La vidriera, muy próxima a la conocida El árbol de Jesé —una de las más emblemáticas del templo gótico— representa a Isaías, San Andrés, un profeta y Jeremías. Es de época medieval y se encuentra en el lateral norte de la nave central. El Cabildo ya tiene ultimado también el proyecto para reparar la S-XIV, en el lado opuesto. Pero falta mucho trabajo para que la rehabilitación del mejor conjunto de vidrieras medievales del mundo deje de ser un sueño. Aún quedan pendientes de intervención las cristaleras del crucero, así como los rosetones, a excepción del de la fachada principal, que fue desmontado y completamente rehabilitado en 2018, gracias a la aportación de 398.000 euros de la Fundación Cepa —propiedad de los empresarios de la cervecera mexicana Modelo—.
En lista de espera
De los 1.800 metros cuadrados de vitrales de la Catedral, 600 están sin tocar. Será difícil que los trabajos concluyan esta década. El Sueño de la Luz, con seguridad, superará los diez millones de euros. Desde hace años es la taquilla —la entrada que pagan quienes visitan la Catedral— la que costea la reparación de las vidrieras; y, en parte, la que marca el ritmo de la restauración, con un promedio de dos ventanales cada año.
La rehabilitación de cada metro cuadrado de vitral supera los 5.000 euros. Hay que tener en cuenta que no solo se restañan las heridas de los cristales, sino también de la piedra que los enmarca. Las vidrieras rehabilitadas ya no quedan a la intemperie, sino encerradas en una especie de cámara isotérmica, con cristales por ambos lados. La misión de estos acristalamientos es evitar que la lluvia, los cambios de temperatura y otros agentes atmosféricos deterioren unos vitrales que han sobrevivido ocho siglos. Es un proceso lento y delicado, desde el desmontaje, el traslado al taller de la calle Dámaso Merino, la restauración y la recolocación en su lugar original, así como la reparación de la piedra en la que se encaja el vitral.
Además de suciedad, las vidrieras sufren la oxidación de los elementos de sujeción de los paneles. Uno de los momentos más decisivos en la restauración de las vidrieras fue la reparación de N-XII, es decir, La Cacería, una de las más antiguas y compendio de todas las patologías. También la reparación del rosetón de la fachada principal, que hubo de ser reforzada.
Los precedentes
La magna rehabilitación de la Catedral llevada a cabo a finales del siglo XIX, ante el colapso del edificio, que sufría riesgo de desplomarse, conllevó la creación de un importante taller de vidrieras. Los expertos de la época creyeron que ningún español sería capaz de reparar todas las vidrieras de la Catedral leonesa. Era una tarea colosal: clasificar miles de trozos guardados en cajas, componer los dibujos hechos sobre cartones...
Sin embargo, en 1897, a las órdenes del arquitecto Juan Bautista Lázaro, «remendaron» 31 ventanales que formaban 285 vidrieras, más los dos rosetones de los lados norte y sur. Al año siguiente, recuperaron 45 vidrieras de las capillas laterales; y en 1899, se hicieron las nuevas para las ventanas donde no había o cuyos restos no se conservaban. La experiencia hizo que medio mundo pusiera los ojos en el llamado Taller de Vidrieras Artísticas, dirigido por el maestro Guillermo Alonso Bolinaga.