AL RESCATE DEL PATRIMONIO
Salvar la ‘catedral del hierro’
La Junta licita la consolidación de los hornos de la Ferrería de San Blas

Imagen antigua de la sala de laminación de la Ferrería de San Blas.
No solo fue una construcción pionera, sino excepcional. Una auténtica catedral neogótica. La Ferrería de San Blas fue el primer complejo siderúrgico en España con altos hornos de cok, la más alta tecnología del siglo XIX. La Junta de Castilla y León ha llevado a cabo varias excavaciones en 2020 y 2024 para ‘reflotar’ del subsuelo una historia que fue épica hace dos siglos. Ahora acaba de sacar a licitación la redacción del proyecto para rehabilitar, consolidar y proteger los restos de los hornos altos ubicados en el entorno del Museo de la Siderurgia y la Minería (MSM) de Sabero.
El presupuesto es de 128.262 euros, financiados con cargo al Fondo de Transición Justa de la Unión Europea, y el plazo de ejecución es de quince meses.
Miguel Iglesias Botia, Santiago Alonso Cordero y Casiano de Prado y Valle creyeron que era posible traer a España los adelantos técnicos y las infraestructuras que estaban desarrollándose en aquel momento en países como Bélgica y Francia. Fruto de este empeño fue la construcción de un complejo industrial siderúrgico en Sabero único en España, con la particularidad de la singular arquitectura neogótica de la gran nave de laminación. De aquella industria del hierro han quedado los inmuebles de la nave de forja —la hoy denominada Plaza Cerrada—, restos de la estructura de uno de los hornos altos, la casona de oficinas y dirección, las casas de los obreros y los cuarteles viejos, aún habitados.
El objetivo del proyecto que ahora licita la Junta es rescatar los restos de los hornos altos, tanto los que presentan alzado conservado, como los vestigios arqueológicos de las estructurras de fundición que se preservan en el subsuelo, para hacer posible la comprensión de su funcionamiento en el complejo minero. También adecuar todo el espacio entre la gran sala de laminación y la actual ermita, para ampliar el recorrido museístico.
Los ingleses ya habían descubierto el alto potencial en carbón y mineral de hierro de la montaña oriental leonesa, pero fue la Sociedad Palentina Leonesa de Minas la que puso en marcha una industria siderúrgica inédita en este país. Fue una empresa colosal. La maquinaría había sido adquirida a la compañía The Glamorgan Iron & Coal, en la localidad galesa de Neath Abbey, cargada en el puerto de Bristol, desembarcada en Gijón y transportada en carros tirados por bueyes hasta Sabero. Entre los principales accionistas de la siderúrgica se encontraba Santiago Alonso Cordero, un personaje pintoresco que vestía siempre con trajes maragatos, que llegó a ser presidente de la Diputación de Madrid y murió de cólera. La dirección de los trabajos de construcción y puesta en marcha del complejo siderúrgico de San Blas recayó en 1846 en el ingeniero francés Philippe Paret, junto al que colaboraron también otros belgas e ingleses.
Por culpa de los aranceles
Montar la ferrería, en la que se fundían día y noche cientos de toneladas de mineral de hierro —con dos altos hornos y una docena de calderas de vapor— costó la friolera de diecisiete millones de reales. Sin embargo, la siderúrgica tuvo una vida efímera y cesó su actividad en 1862, dos años después de la puesta en marcha el segundo horno, para producir una media de siete toneladas de hierro al día. El cierre se produjo, entre otras causas, porque las medidas arancelarias del gobierno favorecieron la importación de hierro extranjero más barato, así como por la falta de un ferrocarril para trasladar la producción de la siderúrgica leonesa hasta Madrid y una ingente plantilla, que hicieron inviable económicamente el sueño de Santiago Alonso Cordero.
En 1890 la empresa es adquirida por la vasca Basterra e hijos, que dos años después pasa a denominarse Hulleras de Sabero, dedicada a la extracción de carbón hasta los años noventa del pasado siglo. Los nuevos propietarios mantuvieron algunos edificios, reconvertidos para nuevos usos, como la nave de forja y laminado. Los dos hornos altos y las construcciones auxiliares se desmantelaron, según algunas versiones, para que no pudieran competir con la incipiente industria siderúrgica de Vizcaya. En 1991 la empresa Hulleras de Sabero cesó en su actividad, cediendo parte de las instalaciones al Ayuntamiento de Sabero y vendiendo el resto a particulares. Ese mismo año la nave de forja y laminado y los restos de los hornos altos fueron declarados Bien de Interés Cultural (BIC).