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Caja España aporta 60.000 euros para la restauración del patrimonio de la Diócesis de León Los paraísos de Mónika

La joven pintora presenta sus últimas obras en la galería de arte Ármaga, una completa muestra de acuarelas en las que plasma historias caracterizadas por una fuerte impronta femenina

Mónika Aramburu, junto a una de las obras que expone en la Galería Ármaga

Mónika Aramburu, junto a una de las obras que expone en la Galería Ármaga

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Cristina Fanjul Marcelino Cuevas - león león
León

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El obispo de la Diócesis de León, Julián Lopez, y el presidente de Caja España, Santos Llamas, suscribieron ayer un convenio de colaboración entre ambas instituciones que contempla la aportación de 60.000 euros por parte de la entidad financiera para la cofinanciación de obras de mejora y rehabilitación en bienes patrimoniales religiosos, muebles e inmuebles, de la provincia. Santos Llamas recordó que la Caja contribuye a estas actuaciones como reflejo de su interés por el medio rural y por mantener «nuestro patrimonio y trasladar lo que hemos recibido a las futuras generaciones». «Es un impulso al patrimonio histórico y artístico de las zonas más necesitadas, que se complementarán con aportaciones de la Diócesis y de las localidades, que también contribuyen, están convencidos y colaboran», destacó. El obispo hizo hincapié en la importancia que tiene esta ayuda para conseguir la restauración tanto de bienes inmuebles como retablos, imágenes u otros objetos de culto religioso que atesoran, dijo. «Todo ello posee un extraordinario valor afectivo y sentimental para los pueblos», aseguró el obispo. Mónika Aramburu pinta en la soledad del dormitorio, con el lecho revuelto y los objetos personales abandonados a su suerte ante la apresurada llegada del sueño. Pinta sus acuarelas a la mañana, con el primer rayo solar entrando en la habitación a través de las cortinas aún corridas, mientras el silencio se rompe poco a poco con la agitación de la calle que hace vibrar suavemente las grandes cristaleras del balcón. ¿Y qué pinta? Pues pinta lo que siente, la sábanas aún calientes que conservan la huella del cuerpo, el bolso tirado más que caído sobre el cercano sillón, la brillante colcha multicolor¿ y ese juguete que la noche anterior le sirvió para volver a la infancia, para recordar, una vez más, justo antes de dormirse, los tiempos de la niñez, una época dorada que a partir de ahora tendrá que, felizmente, compartir. Y pinta, sobre todo, zapatos, sus zapatos navegando ingrávidos y gentiles a través del universo fantástico de los sueños. Esos zapatos que son mudos testigos de cada uno de sus pasos, que conservan las marcas de su caminar a través de un tiempo que nunca está perdido, que se amarra a la memoria y renace cada noche en pesadillas monstruosas o en deliciosos sueños que la llevan a ese mundo feliz de la infancia que, acertadamente, se niega a abandonar del todo. Mónika Aramburu pinta historias delicadamente femeninas con la energía de una diosa y con la deliciosa ingenuidad de un niño. Audacia y resolución En la inauguración de su exposición, el también pintor Adolfo Álvarez Barthe pronunció un pequeño discurso en el que dijo: «En un principio puede parecer que los acuarelistas son personas de gestos muy seguros, personas resolutivas que jamás vacilan. Y puede parecer, además, que son rápidas en la solución de los problemas. Y todo esto ocurre debido a que la técnica de la acuarela impide la corrección de las obras y, a diferencia de otras técnicas, cada paso dado queda registrado para siempre en el papel. Así que uno se imagina a los acuarelistas como seres atrevidos, audaces, eficaces, resueltos¿ Pues bien, no hace falta conocer mucho a Mónika Aramburu para sospechar que, a lo mejor, ella no es una acuarelista. Y, sin embargo, lo es, ¡y de qué manera!». Pintora de huellas, pintora de recuerdos, pintora del paso del tiempo y de los zapatos que le permiten seguir pisando fuerte, Mónika ha convertido los zapatos en auténticos objetos de culto. No importa si son unos anacrónicos mocasines masculinos de los años treinta, o unos elegantísimos y frágiles zapatos de tacón de aguja, ella los convierte con la magia de sus pinceles en iconos irrepetibles, incluso ha inventado una manera distinta de enmarcarlos, consiguiendo que estos retratos de zapatos estén sobre la superficie del suelo, que es en realidad el sitio que por derecho les corresponde. La artista demuestra una vez más que su manera de entender la acuarela es todo un acierto y que la sugestiva iconografía que propone invita al espectador a pensar, a meditar sobre lo que se esconde tras los bordes del papel, incluso le invita a soñar. Hora: De lunes a viernes de 12.00 a 14.00 y de 18.00 a 21.00. Calle Alfonso V, 6.

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