Diario de León

Lastimado encontró la medicina de Ponce

Indultado un toro de Zalduendo, el segundo de Fernando Domecq al que se le perdona la vida en León

Enrique Ponce desplegó todo su repertorio ayer en León. Nadie lo dudaba, pero ahora es el torero ind

Enrique Ponce desplegó todo su repertorio ayer en León. Nadie lo dudaba, pero ahora es el torero ind

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León

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Le dio a la empresa por celebrar que Ponce lleva 16 años, 16, abriendo la puerta grande de León y respondió el valenciano al homenaje por todo lo alto. Enrique torea en León como en el patio de su casa, se le nota a gusto y el público disfruta con todo lo que hace. Lo que sabe lo demostró ayer. Con el inválido, el Ponce enfermero; con el que embiste, el torero. Gran toro y mejor diestro. Fernando Domecq repitió triunfo en León: suyos son los dos toros que han sido indultados en El Parque. Zalduendo es ya un hierro con nombre propio en la historia taurina de León.

Más allá del indulto, ayer quedó claro que Fandi tiene en León cientos de fieles. Anduvo suelto con capote y banderillas, menos lucido con la muleta. Manzanares dejó cumplida muestra del gran torero que es, y entró con buen pie en León. Cayetano no tuvo ni su lote ni su tarde. Fue el único que abandonó la plaza por su pie.

Pero la tarde fue de sin duda de Ponce. Tenían nombres peculiares los zalduendos de ayer (Jayán, Finca, Malvasio,...) Si sobre la tablilla hubiera que haber escogido alguno, desde luego no hubiera sido Lastimado. Llevaba la tarde el rumbo torcido en lo ganadero, y el nombre del que hizo quinto hacía presagiar poco bueno. Pero los toros son así. Salió el torero animado por el calor del público, recibió con el capote doblando la rodila y así inició la faena. El toro salió corretón, sin mucha fijeza pero con más alegría que sus hermanos. En las primeras tandas no le obligó en exceso, le dejó confiarse. Fue desde el principio un toro con transmisión, pero a lo largo de la faena fue a más. Si en los primeros naturales le perdió un paso para darle distancia, cuando la embestida se atemperó lo pasó por los dos pitones con su muleta templada, dándole tiempo entre tanda y tanda. Hasta que estas se multiplicaron, como los muletazos: tres en uno, molinetes, cambios de manos,... No faltó el cartucho, y desde luego hubo en cantidad naturales y derechazos largos, de mano baja, con mando y temple a partes iguales.

Entregado y humillado, dulce en la embestida y noble, el de Zalduendo no se cansó de embestir. Ni Ponce de torear. Cuando sonó el primer aviso llevaba ya mucho más tiempo del habitual la faena. Y fue el propio torero el que se resistía a tomar la espada. Le secundaron los tendidos, acabó el diestro pidiendo la vida del toro ante la presidencia, y se concedió el indulto. Apoteósica la vuelta al ruedo con el rabo simbólico.

Lastimero recibió de inmediato los primeros cuidados veterinarios en los corrales de León.

El primero de Ponce no sólo fue el peor presentado del encierro, sino el más flojo con diferencia. Inválido, muy protestado de salida, inició el valenciano la faena con un toreo que pareció aliñado, sin emoción. Pases a media altura, sacando la muleta por arriba, despacioso... Parecía que ni Ponce podría mantenerlo en pie. Pero sus reconocidas capacidades consiguieron construir de aquello una faena. Está claro que al diestro no le hace falta toro, aunque no consiste en eso la Fiesta. El caso es que le dio la distancia justa, fue asentándolo y acabó sacando circulares y tandas ligadas. De la magia de su muleta salieron compuestos molinetes, estéticos pases de pecho, abaniqueos,... Una vez más hizo posible la faena imposible.

Toreo caro dejó ayer también en León José María Manzanares. Tampoco tuvo en su primero un toro colaborador, pero el joven diestro asentó en el toreo fundamental una faena sólida, compacta y completa. Recibió con suaves verónicas a pies juntos rematadas con excelente media; y desde el inicio en el centro del ruedo la faena tuvo la virtud de no dejarse tropezar la muleta. Llevó templadísimo al de Zalduendo, dándole el toque y la distancia justos. Por el izquierdo le dio tiempo, y lo llevó en largos naturales de gran belleza, pese al molesto calamocheo del toro.

El animal tendía a salirse de la suerte, lo que dejaba a veces fuera de sitio al diestro, que al final bajó mucho la mano, y obligó al toro a seguir su muleta mandona y firme. Lo llevó por los dos pitones y no necesitó del toreo accesorio ni de los alardes para convencer a la plaza en su presentación.

Al que hizo séptimo de la tarde le realizó una faena medida de torero poderoso. Fue un buen toro, que humilló y siguió con fijeza los engaños. Lo pasó por los dos pitones bajando la mano, dándole la distancia justa y adaptándose a la velocidad del toro.

Ya en el recibo meció con suavidad el capote, e instrumentó su faena metiendo al toro en la muleta hasta llevarlo prendido en el engaño con fijeza. La siguió con buen son. Pinchó al primer intento, pero enmendó después con un estoconazo volcándose que le abrió la puerta grande.

También se fue a hombros de León El Fandi, recibido con gran algarabía. Se jalearon con mucha fuerza sus largas cambiadas de recibo, con el capote galleó por chicuelinas en el caballo y variado fue también su quite. Como siempre, imponente su físico en banderillas, de poder a poder, moviola, violín,... La plaza se entregó sin condiciones. Bajó el interés con la muleta ante un toro sin malas intenciones, pero con poco celo. No se dejó enganchar e intentó poner la vibración que le faltaba al de Domecq, pero la faena resultó tan larga como insulsa. El público se la agradeció igual.

También en el que hizo sexto, sacudida aún la plaza por el terremoto del indulto. Lució con el capote, quitó por tafalleras y se reprodujeron las ovaciones en banderillas, donde lució de nuevo facultades. En la muleta realizó un animoso trasteo a un toro que humillaba y embestía con fijeza y nobleza, aunque con poca transmisión. Como en León parece que caben todos los públicos, se le ovacionó con fuerza.

Cayetano no supo aprovechar el ambiente festivo y generoso del público leonés. Lo intentó con el capote y se estrelló con la muleta ante dos astados a los que les costaba embestir. El primero, además sin clase, se negó a responder a los cites. Le atacó encimista el torero y aquello se quedó en muchas probaturas. El último de la tarde, corretón de salida, se paró en la muleta. La siguió cuando se la dejó en la cara, pero no hubo acoplamiento. Aún así, paseó una oreja. Pero la tarde había ido por otros derroteros.

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