Diario de León

Abanca Ademar

El Barcelona saca la apisonadora

Los de Xavi Pascual someten a un conjunto leonés perdido en ataque y débil en defensa que tan solo supo competir en el tramo final

León

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«Era un partido para tener intensidad y atrevimiento pero nosotros hicimos lo contrario». Así resumió Manolo Cadenas el encuentro de ayer ante un Barcelona que desarmó toda esperanza de machada desde el minuto 1. Al final solo ganaron de siete (28-35) aunque pudo ser mucho peor. Pero Pascual decidió soltar el pie del acelerador a falta de diez minutos para regocijo de un Abanca Ademar que mostró su peor cara de la temporada justo cuando más falta le hacía la garra. Ganar a este Barça se antoja prácticamente imposible. Eso nadie lo pone en duda. Lo que sí buscaba el técnico de Valdevimbre al menos —tal y como confirmó después en sala de prensa— era competirle de tú a tú durante la mayor parte del choque. Pero la realidad es que solo metieron una marcha más del minuto 50 en adelante.  

Hasta entonces ni funcionó la defensa ni mucho menos el ataque. Los leoneses salieron a la pista del Palacio nerviosos, erráticos en cada una de sus acciones ofensivas y concediéndole demasiados espacios a los azulgranas atrás. No fue el día de Carou ni tampoco de Juanjo, dos de los termómetros más fiables que tiene Cadenas para calibrar el estado de la defensa. Ni siquiera Slavic se pareció a Slavic. El guardameta, sustento principal del Ademar en lo que va de temporada, se vio impotente ante la apisonadora visitante. El tiro exterior se convirtió en una pesadilla constante a lo largo y ancho del partido, pero sobre todo en los primeros treinta minutos.  

El preparador leonés se olió el vendaval de los catalanes y detuvo enseguida el juego con dos tiempos muertos casi consecutivos que, lejos de servir como bofetón a una plantilla anestesiada, confirmaron que la noche iba a ser larga y cargada de pesadillas. El 5-10 a los quince minutos todavía daba algún argumento sólido a los más optimistas, pero el 13-18 con el que se fueron al vestuario heló casi por completo a una afición que de nuevo volvía a demostrar a los suyos que nunca caminarán solos. Más de uno habría deseado que los árbitros —muy discutidos por la grada debido a algunas acciones algo desacertadas— hubiesen decretado el final a los treinta minutos, ahorrando a la parroquia blanca un segundo acto que se aventuraba desolador.  

Ni la defensa 6-0, ni en el avanzado. Nada funcionaba. Y el 16-24 del minuto 40 obligó al entrenador marista a tomarse lo que restaba de encuentro como un entrenamiento de lujo ante un rival del que siempre puedes aprender cosas. Sentó a Carou y a Mario —ambos desaparecidos y superados en casi todos los duelos individuales— y aprovechó para repartir minutos entre los menos habituales y aquellos que salen de lesión. Donlin y Marchán se las apañaron como pudieron para compenetrarse en defensa, pero la tarea no resultó sencilla. Mosic está muy lejos de lo que se espera de él y Vieyra aún tiene por delante varios meses para sentirse una vez más jugador de balonmano. Se salva Gonzalo.  

Tin Lucin volvió a ser de lo mejor del Abanca Ademar una vez más. Sí, es cierto que no brilló como en otras ocasiones, pero al menos dirigió con cabeza a sus compañeros y buscó las cosquillas a los defensas. Lo mismo que Jaime Fernández, al que el puesto de central le sienta cada vez mejor. El último tramo maquilló la goleada de los catalanes, siempre concentrados y aprovechando en todo momento los problemas del Ademar a la hora de hacer los balances defensivos. Apenas dieron un respiro y tras encajar cada gol respondían con más virulencia. Toca pasar página y centrarse en mantener los puestos de Copa Asobal.

 

Una afición volcada vuelve a demostrar su compromiso infranqueable con el Ademar

No estaba la tarde para muchos trotes. Pero justo cuando más lo necesitaban los de Cadenas, la afición del Abanca Ademar respondió una vez más llenando las gradas con más de 3.000 almas. Poco importó el día, la hora ni el rival. Algunos creían en la victoria, aunque la mayoría se conformaba con ver a los suyos competirle cara a cara a un coloso que sigue estando —cada temporada más— a años luz del resto. Pronto lo que nadie quería admitir sirvió una dosis de realidad que ni por esas acabó con la fiesta en las gradas. Hubo presión al Barcelona en varias fases, gritos a los árbitros cuando no entendían sus decisiones. Pero sobre todo hubo pasión con sus jugadores y agradecimiento por el esfuerzo hecho hasta la fecha

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