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Maradona, irrepetible

Al inicio de su carrera era el Messi de la época, con regate inexplicable; luego se convirtió en una especie de Riquelme

Nápoles lloró como propia la muerte de Maradona. ABBATE

Publicado por
César Ferrero
León

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Si el fútbol continúa existiendo en el año 2100, el eterno debate sobre su mejor intérprete seguirá, por una buena razón: quizá en realidad no pueda haber una respuesta. Pero se puede ser tajante de otra manera: si metemos en la coctelera superpoderes para convertir al cuero en un ser obediente, títulos, carisma, liderazgo, estética, emociones generadas, variedad de retos y aventuras, no hay carrera futbolística más apasionante que la de Maradona.

¿Cómo fue el Diego futbolista, el que realmente elevó al personaje a la altura de ‘D10s’ celeste y blanco? El Pelusa creció y se hizo futbolista en los descampados de Villa Fiorito, una ‘villa miseria’ del Gran Buenos Aires: lo que en Brasil llamarían una favela.

Debutó en la Primera División argentina en 1976, diez días antes de cumplir los 16 años, y con cierta irregularidad siguió en activo hasta 1997. Jugó en seis clubes variopintos de tres países, totalizando en ellos 589 partidos y 310 goles, así como 91 y 34 en la selección. A brochazos gordos, podríamos decir que en la primera mitad de su carrerón era el Messi de la época: mediapunta de 1,65, zurda prodigiosa, regate inexplicable, visión panorámica y precisión para poner el pase al pie sin importar la distancia, arrancadas eléctricas desde atrás, muchos goles y golazos (también de falta y penalti), pero infinitamente más carácter. En la segunda parte, lastrado por la ración diaria de hachazos y los excesos, se fue reconvirtiendo en una especie de Riquelme, salvando las distancias físicas y estilísticas: un armador de juego.

Bien, hubo otros parecidos a Maradona en superpoderes y con muchos más trofeos. ¿Por qué el ‘10’ es el mejor? Porque jugó poco en equipos ‘grandes’, pero les cambió la cara a dos medianos. Según él, sus títulos en su remoto inicio en Argentinos Juniors (1976-80), equipo modesto de la capital, fueron «salvar del descenso» a los colorados. Pecaba de humilde: los guió a un subcampeonato histórico para la entidad. En su primera etapa en Boca Juniors, su primer gigante (1981), conquistó la liga. En el Barça (1982-84), en vez de dos temporadas disputó ‘dos medias campañas’, segada la primera por una enfermedad y la segunda por el famoso patadón de Goikoetxea al tobillo mágico. Aun así, también brilló a ráfagas, logró un par de Copas locales e incluso se llevó insólitos aplausos del Bernabéu.

Relación con drogas

Más tarde revelaría que en sus tiempos azulgranas inició su nefasta relación con la cocaína, y por hartazgo mutuo marchó al Nápoles, donde tras sus siete campañas (1984-91) sigue siendo considerado deidad absoluta. Erigido en máxima figura de la Serie A italiana, que en los 80 y 90 quizá fue la competición doméstica más potente de todos los tiempos, colocó en el mapa a una escuadra casi vacía de títulos importantes (antes y después), y que cosechó con él como capitán dos ligas, una Copa de la UEFA y una Coppa Italia. Además, aupó a un equipo del sur del país, despreciado por el poderoso norte, por lo que a los pies del Vesubio Maradona es Robin Hood. Sus últimas etapas en Sevilla (1992-93), Newell’s (1993) y de nuevo Boca Juniors (1995-97) fueron ya más anecdóticas, al menos dentro de las canchas.

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