Diario de León

Casillas, el héroe de España, es un chico de barrio que tuvo que repetir COU y veranea en Gredos

El menos pijo del vestuario

Móstoles es una ciudad dormitorio al sur de Madrid. Allí la gente se despereza antes de las siete de la mañana, porque para subir a trabajar al cent

Publicado por
Luis Ventoso Redacción - LA CORUÑA.
León

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Iker se crió en un piso de 90 metros, comprado por su padres (un funcionario del ministerio de Educación y un ama de casa) tras una aventura en la emigración. Los Casillas, originarios de la austera Ávila, se pasaron unos años buscando vida en Bilbao. Cuando el hoy portero de España ocupó plaza en la barriga materna, decidieron que era hora de volverse a la Meseta. Del País Vasco les quedó el gusto por los nombres en euskera: Iker para el mayor; Unai para el segundo. Ahí se acaba la conexión vasca de Iker, que se dice apolítico y sólo votó una vez. En Móstoles no ocurren demasiadas cosas. Así que quizás aún se comente lo que pasó hace cuatro años en el Instituto. La puerta del aula de Tercero de BUP se abrió y un caballero susurró a la oreja del profe. Minutos después, Iker Casillas, de 17 años, se marchaba entre demudado y exultante. El Real Madrid le pedía que se incorporase a la expedición que partía a Noruega para medirse al Rosenborg en la Copa de Europa. No llegó a jugar (Cañizares fue capaz de recuperarse), pero aquel día en que Heynckes lo sacó del cole vivió su primer gran flipe. Proyecto de padre tenaz Iker es el proyecto deportivo de un padre tenaz. Cuando tenía nueve años, lo cogió de la mano y lo presentó a las pruebas de selección del Real Madrid. Ocho mil niños llaman cada año a la Casa Blanca. La mayoría en vano: sólo 90 canteranos han llegado a vestir la camisola sénior. Iker lo logró. A los 18 años debutó en el primer equipo. Un crío con espinillas cubriendo el área del hercúleo Illgner. Casillas era un extraterrestre en el vestuario más pijo del mundo. Llegaba a entrenarse en autobús (aún no se había sacado el carnet). Colgaba su chándal junto a los trajes de Gucci de Roberto Carlos. Llevaba sus borceguíes en una bolsita de loneta Nike, un tanto obsoleta comparada con la Calvin Klein del esteta Guti. Casillas cobraba 7 millones anuales en el filial. Pasó a recibir 40. Les regaló a sus padres un 4 x 4 tamaño tanque y se quedó con el Renault 19 del viejo (toda una cantanda, aparcado al lado de los Porsches y Ferraris de sus nuevos colegas). El dinero del Madrid lo seguía entregando en casa. La madre plastificaba los recortes de la prensa. Los estudios flojearon: repitió COU y hoy estudia Empresariales con una desidia reconocida. Pero no se le ha subido el pavo. ¿Dónde veranea Casillas?, ¿en Niza? No, en un pueblo de la Sierra de Gredos. ¿Por dónde sale?, ¿por el barrio de Salamanca? No, suele vérsele en ¡el Burguer King del barrio de Aluche! ¿Cuál es su restaurante favorito? El de su madre, que hace los huevos fritos con patatas que le van a su nene. ¿Qué música escucha? Le gustan... ¿Operación Triunfo?, no, no, es más grave: Nino Bravo y Camilo Sesto. Casillas y los penaltis. Viejo romance. Su primer gran título, el Europeo sub-16, lo logró España porque Iker blocó una pena máxima en la final contra Austria. Después llegaría el título mundial sub-20 y las glorias sucesivas con el Madrid. A mitad de esta temporada, Del Bosque lo aparcó en el banquillo. En los mentideros blancos circulan dos versiones de su caída en desgracia. Una habla de una metedura de pata verbal (cuando Raúl optaba al Balón de Oro, Casillas hizo unas declaraciones poco astutas recomendando como aspirante al inglés Owen). Más verosímil es la otra hipótesis: Hierro y otros capos de la caseta pidieron que se le relegase porque les vendía en los córners y las jugadas a balón parado. Es el sambenito de Iker: su leyenda negra asegura que por alto canta ópera. Perfecto en el uno contra uno A cambio, el portero de las mangas cortas es infranqueable en el uno contra uno y gasta reflejos de ardilla. Además, ahora lo alumbra un nuevo don: para todos los penaltis. Iker y la suerte. Esa también es una relación estrecha. Tras dos meses de calvario en el banquillo, César, su sustituto, se chafa un pie en la final de Hampden Park. Sale Iker, lo para todo en plena galerna alemana y su cotización repunta. Aún así, la portería de España parecía copada. Hasta que Cañizares, un tipo que tira a excéntrico, tiene a bien lesionarse con un bote de colonia que le cae.... ¡en un pie! A Iker, casado con la fortuna, se le abre el cielo de Corea. Anteayer, el chico menos julai del vestuario le salvó los muebles a España

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