Diario de León

OPINIÓN Francisco Ávila

Van Gaal, experimento fallido

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La versión 2 del proyecto Louis van Gaal al frente del Barcelona se ha demostrado como un experimento absolutamente fallido, ya que el club ha firmado una de sus peores trayectorias ligueras de la historia lo cual ha motivado el despido del holandés, ocho meses después de su llegada. Y aunque a Gaspart le ha costado, al final se ha impuesto la lógica futbolística. Sin embargo, el adiós de Van Gaal se adivina como un parche a una situación con un trasfondo mucho más complejo, en un club que vive inmerso en una tensión insostenible, con un entorno claramente en contra de Joan Gaspart, una oposición cada vez más numerosa y un evidente problema de seguridad en el Camp Nou. Su despido es una consecuencia de las dudas de Gaspart, quien lo fichó en contra de la opinión generalizada y ahora, una vez demostrada la incapacidad del entrenador, se ha empecinado a mantenerle contra viento y marea, hasta que la situación se ha hecho insostenible. Lo cierto es que Van Gaal se hizo cargo del equipo el verano pasado, porque el presidente no encontró a nadie mejor para dirigir su tercer proyecto. Tras los fracasos consecutivos de Lorenzo Serra Ferrer y de Carles Rexach, quien podría volver de nuevo al frente del equipo, la hora Van Gaal sonó cuando nadie se lo esperaba. Después de que no fructificaran las negociaciones para contratar a técnicos de prestigio como el francés Arsene Wenger, exitoso técnico del Arsenal londinense, o el cotizado Fabio Capello, quien ahora vive sus horas más bajas en el Roma, la opción Van Gaal era «la idea genial» de Gaspart. Su llegada a Barcelona fue minuciosamente planeada. Declaraciones de altos directivos y del propio presidente confirmando que «Louis ha cambiado» y su presentación oficial, incluso con componente lacrimógeno, confirmaron esta tesis. Efectivamente se demostró que Van Gaal no era el mismo. No era aquel altivo entrenador, quien en su primera etapa al frente del equipo no admitía insinuaciones de los periodistas, ni aquel impertinente técnico capaz de discutir con todo el mundo en la sala de prensa. El holandés firmó por el Barcelona y apeló a su glorioso pasado barcelonista para convencer a los escépticos. Pronto se vio que Van Gaal estaba en manos de Gaspart y que su vuelta estaba cargada de condicionantes. Como intachable hombre de empresa que es, Van Gaal fue el ejecutor de los designios de Gaspart. Fue el encargado de finiquitar la continuidad de Rivaldo en aras de cuestiones económicas, de poner fin a la presencia de Abelardo Fernández y de Sergi Barjuan. A cambio lo que pidió no se lo concedieron. El club fichó a Juan Román Riquelme, que ha jugado sólo 768 minutos en lo que llevamos de temporada, en una operación de maquillaje; al meta Robert Enke, que todavía no ha debutado en la Liga, y a Gaizka Mendieta, que está muy por debajo de su nivel. Dio la alternativa a jóvenes jugadores, como el lateral Fernando Navarro, gravemente lesionado en una rodilla; el meta Victor Valdés, que se declaró en rebeldía después de pasar de titular a meta del filial, o la joven promesa Andrés Iniesta. Al final, no ha servido para nada. Juegue bien, mal o regular, el equipo acababa siempre perdiendo. Los jugadores están cada vez está más hundidos, ya no creen en sus posibilidades y necesitan un revulsivo. Eso es precisamente lo que Gaspart ha hecho, pero no parece acabar todo con esta decisión, porque tal y como están las cosas en el entorno barcelonista se adivina un futuro complicado para el presidente.

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