Diario de León

CARTA ABIERTA

A don Manuel Robles, «Marro»

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ANTONIO BARREÑADA
León

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«Los humores se revuelven por causa de tanto afán, y la bilis, por ejemplo, se le ha irritado a usted ya; (lo cual que yo he sido víctima de esa irritabilidad). Cúrese usted en salud no me dé un susto formal porque si usted nos faltara -suposición nada más-, pobrecitos de nosotros, ¿quién nos iba a denunciar?» SIENDO USTED tan proclive al uso de citas, le ruego me permita, don Manuel, servirme de la de esos versos que, como bien conocerá, Leopoldo Alas le dedicaba al Fiscal de Imprenta en su Del enemigo el consejo : «Haz lo que yo diga, no lo que yo haga». Con sumo respeto, con ella, hago manifiesta declaración de mi mayor agradecimiento a su interés por mí y el mi quehacer, tan de continuo ya impreso, aunque le cueste a usted hacerlo de frente expreso. Incluso si tuviera por ciertas y sinceras sus palabras de café, tendría que comenzar dándole las gracias por haberme recomendado para que ejerciera de plumilla (decía usted) en este mismo medio, (¡tremendo error!, ya recién se barruntaba) que puede corregir en el momento que lo desee, lo cual, igualmente, le agradeceré. Manuel: ni críticas ni lisonjas; ni el falso halago de otros días, (halago dicen que viene de la voz árabe aláq , nombre con el que se denominaba al palomo ladrón, aquel que con arrullos y caricias lleva las palomas ajenas al palomar propio) nos causaba fata turbación ni los ladridos con que el paso ahora nos acompaña nos espanta. Más bien tan solo es tedio, ya cansancio, lo que marra la matraca. Pero me corresponde y quiero leer lo más que de la lucha se pueda decir, y leo, y no me desagrada que a usted le disguste que también me atreva a escribir, y diga yo guapa caída y aluche a la manera que le provoca redivivas de quienes escribieron, hablaron e hicieron mejor que yo, e incluso usted, sin corta-y-pega abusador ni heterónimo fingido de amparo con el que a sí mismo se remita correspondencia, según vieja costumbre. De cara y con la mano tendida me entretuve en hacer el indio con Manuel Robles repetidas veces sin recordar (tonto estoy) aquella de San Javier (Krahe) que decía: «Hombre blanco hablar con lengua de serpiente». No me cabe ya duda de que me equivoqué cuando quise tender puente para que, de cara, afrontara el diálogo que rechazó. De cara se le invitó para que hablara, discutiera y criticara cuanto se le antojara («el debate abierto que invocábamos arriba, la sana y enriquecedora controversia: la discusión clarificadora lleva a la luz¿»), y, como bien le pareció, dio la espalda, tan incongruente como inconsecuente, agarduñado en la sombra, pusilánime, se dio a la huida, bravo miles gloriosus que clama en el desierto ¡lucha leonés! No me cabe el privilegio de haber sido el primero, bien lo sabe, ni el único, en decirle que su mala faba nomás enturbia, revuelve lodo (tanto abunda la excusatio de pescar por libre que no cabe sino apreciar acusatio de mucho malo y feo interés furtivo), de un río que necesita cauce para seguir, y seguirá, aunque a su paso se interpongan morrillos tan fósiles. Tengo que pensar que tampoco soy yo merecedor de la honra de alcanzar acuerdo alguno con quien resulta inexcusable que primero se ponga de acuerdo consigo mismo. No necesito propagar lo que el dominio público conoce y siente, pero si usted pide demostraciones puesto que pie me da, sin que en burra alguna me siente, siendo y teniéndome por Antonio Barreñada, y nada más, me permito dedicarle a usted la atención que, aunque me digan lo contrario, se merece, y expresarle, a modo de introducción que me comprometo a continuar si usted lo desea, las siguientes consideraciones en pro del que creo más que justificado juicio de que Manuel Robles «Marro» es lo más negativo que en mucho tiempo y espacio ha sufrido la lucha leonesa. Por situar el asunto, no es fácil creer en la bondad de alguien que dice proponer solución real y factible para la creación en pleno derecho y forma de una «Federación de Lucha Leonesa» y se niega a contemplar y mostrar (oculta) la realidad de un marco legal concreto (y nada diré de con qué rigor se ajusta a marco legal alguno cuando juega a organizador). Aún más, si surgen esperanzadoras posibilidades de avance en esta labor, todas ellas son despreciadas con la jocosidad de la más burda prepotencia, si no ignorancia: la lucha canaria, (también folcloricelta , Manuel) tan buena, o tan mala, por lo que hace a su actual configuración federativa, busca junto a la leonesa un futuro común en el que se trabaja algo más en serio de lo que a usted se le antoja. ¿De verdad se atreve usted a reírse de la Fila, del envidiable progreso en luchas como el gouren bretón, de las posibilidades de crecimiento en las asociaciones y organismos internacionales de Deportes y Juegos, sí, tradicionales y quiere usted presumir de desertor de la boina? Yo sé que usted sabe, Manuel, cómo se llama y qué cosa es hoy esta Federación territorial en la que también hay unos pocos castellanos, de la cabeza de Castilla, que con leoneses han formado equipo para participar en luchas que un día usted ensalza y otro denuesta, si la hacen los nuestros, de León, y algunos, de Castilla, nuestros también, y de ellos justamente orgullosos. Como orgullo siento yo de considerar amigos a quienes me han hecho vivir la lucha, haciéndome partícipe de sus proyectos e ilusiones, sus alternativas, muchas de las cuales da usted en exponer y vender sin reconocimiento a origen. Y si quiere medalles , ¡pongáselas hombre!, pero si se mueve algo, hasta una estatua, a lo mejor no se le debe a usted, don Manuel. Y se mueven cosas, y se moverán, aunque marre usted con medias verdades y mentiras enteras augurando todo tipo de mal a lo que se intenta hacer mejor. Sinceramente, creo que es posible mejorar uniendo, haciendo labor en común, y de acuerdo con esa convicción, incluso yo (perdone) creo haber colaborado algo en la intención de sumar en el nuestro aluche. Seguro que lo hice mal, pero lo que no tengo duda de que es absolutamente despreciable, y en usted característico, la ley de la resta, el fomento de la desunión, del enfrentamiento, como estrategia para intentar ganarse afectos. Y además no lo consigue, ¡ya lo siento! Por cierto: no sé si para próximas propuestas piensa usted contar con los ganapremios , pero a lo mejor no estaría de más cumplir, alguna vez, con su palabra. El topo de nuestra Catedral, sabe usted bien, fue alegoría que por siglos sirvió para, calladamente, dar cuenta de nuestra desgracia cazurra de tener que sufrir a quien de noche derriba lo que de día otros construyen. Yo le conté a usted, con sinceridad y en confianza, algo de topillos. No me di cuenta, perdone, de con quien trataba. Disculpe que me sirva de su misma falta de honrosa discreción y le diga que no es mínimamente creíble intención alguna de voluntad regeneradora, de querer mejorar poniendo al descubierto lo mal hecho por parte de quien en privado (en bodega) acumula legajos de lo que falla en lo que intenta y en público se arroga, bien por extenso, excelsa perfección. No sé si eso será demagogia. Sí sé que no me atrae la oferta de futuro para la lucha en la que pueda figurar salvapatrias alguno tal, alguien que se cree tan dueño de la verdad que no tiene atisbo de duda, de equivocación, y se vanagloria en su columna estilita de hacer daño -afortunadamente- al arcaico y rancio aluche de la boina . Si después de todo lo conocido entendiera que en cuanto vierte y pervierte, Manuel, hay algo aprovechable para aprender de ello y mejorar no dudaría en cambiar o hacerme a un lado para no estorbar. Como esto no es así, a usted primero, y a quienes nos confiaron algún afecto y reconocimiento también, les hice saber que al lado de Marro, creo, no debe estar quien algo quiera de bien para la lucha. También es cierto que será difícil gustar de la lucha a su lado en un corro, donde se le extraña don Manuel. Aquí, y donde usted quiera, mientras se me aguante, me pide el alma estar de usted enfrente. Cuídese de lo suyo, don Manuel. Con mi más sincero agradecimiento, Antonio Barreñada García (Bardal, también)

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