El Bierzo demostró que nunca se rinde

La afición de la Ponferradina demostró una vez más que no le importa realizar cualquier sacrificio con tal de apoyar a sus jugadores y empujarles hacia una Segunda División que ahora se antoja bastante más lejana que antes del encuentro. Había casi mil kilómetros de por medio y la inmensa mayoría ya habían bajado por la Ruta de la Plata unos días antes para acercarse a Mérida en otro palizón de cuidado. Todo eso no importaba, ni siquiera el hecho de encontrarse una climatología diferente a la que podía esperarse en una tierra tan agradecida en ese aspecto como lo es la Costa Blanca. Ayer llovió sobre Alicante, como si fuera un buen presagio porque también había ocurrido algo similar en Mérida y se acabó ganando el partido en medio de un ambiente más norteño que otra cosa. Antes de acercarse al Rico Pérez, los aficionados bercianos se habían mojado recorriendo las calles del centro de Alicante, dejando bien patente el cariño hacia su equipo para sorpresa de propios y, también por estos lares, bastantes extraños. En el campo sufrieron la incoherencia de unos agentes que les obligaba a recluirse en un espacio reducido, cuando no había aficionados locales en todo el fondo sur. Al final imperó la lógica y se colocaron a sus anchas. Aguantaron estoicamente la lluvia, mientras que los hinchas locales podían protegerse bajo las respectivas tribunas laterales en un campo poco acostumbrado a albergar fútbol en tardes de lluvia. Y después de cantar y pasárselo bien, llegaron los mazazos de los dos goles locales y el de los tres detenidos, no se sabe muy bien porqué. El caso es que ahora ya están pensando, aún con el cuerpo y el alma resentidos, en dar la batalla final el domingo.