Rick Santorum: La opción conservadora

No cualquier republicano que hubiera perdido por 18 puntos su escaño en el Senado ante un rival demócrata y en un estado tan importante para las elecciones presidenciales como Pensilvania pensaría que tiene las credenciales adecuadas para intentar luchar por la Casa Blanca, menos aún contra un presidente en el cargo. Rick Santorum, sin embargo, está convencido de que, pese a esa derrota del 2006 que puso fin a sus 16 años en el Congreso, hoy es una alternativa viable.

En las últimas horas de campaña en Iowa, antes de dar la sorpresa y lograr un empate técnico con Mitt Romney con un 25% del voto cada uno, este devoto católico, de 53 años, casado y con siete hijos, vestido con sus chalecos de punto y sus botas de cowboy, había repetido en sus cada vez más frecuentados encuentros con los votantes un mensaje para tratar de que los conservadores no se entregaran al voto útil y mantuvieran sus valores como elemento determinante en su elección. “No os conforméis con menos de lo que este país necesita”, urge. Le escucharon. Contrario al aborto y al matrimonio gay

Santorum se sabía el candidato más viable de los que pueden aglutinar el desencanto con el mormonismo de Romney o con el historial de romances extramaritales de Newt Gingrich. Ha recibido el apoyo de importantes figuras evangélicas de Iowa, que lo consideran firme en dos temas vitales para ellos como la oposición al aborto y al matrimonio homosexual . Y aunque tiene abiertos varios flancos de ataque (votó ocho veces en el Congreso a favor de elevar el techo de la deuda, apoyó a un senador que defiende el aborto y tiene que defenderse por haber promovido la aprobación de leyes que incluían dotaciones económicas para cuestionados proyectos locales), su esfuerzo personal en Iowa y su estilo le han permitido presentarse como un verdadero conservador tanto en lo social como en lo fiscal. La comparación con la Italia de Mussolini

Al abuelo que emigró de Italia huyendo de Benito Mussolini y trabajó hasta los 72 años en las minas de Pensilvania le atribuye las primeras lecciones sobre la libertad y sobre el respeto al trabajo y al trabajador; al suegro geneticista, la enseñanza de que “la vida empieza en la concepción”. Y como recordaba anoche en el enérgico y radicalmente conservador discurso que ofreció en un pequeño hotel de Johnston (donde llegó a comparar la Italia fascista de 1925 con los Estados Unidos de Barack Obama), su motivación viene, ante todo, de la más pequeña de sus hijas, que sufre una enfermedad por la que le vaticinaron un año de vida pero ya tiene tres y medio. “¿Qué qué me motiva? ¿preguntaba antes de marcharse entre una marabunta de cámaras que confirman su imparable ascenso-- La dignidad de cada vida humana”.