Diario de León

Biden cierra la era Trump: «Empecemos de nuevo»

En su primer discurso oficial como nuevo presidente de EE UU reconoce ante una ciudad vacía y militarizada que el verdadero reto es «restaurar la decencia y defender la democracia» El político demócrata promete la reconciliación nacional «La democracia ha prevalecido»

Joe Biden jura su cargo como 46 presidente de los Estados Unidos sobre una biblia católica de su familia desde 1893 que sostiene su esposa Jill en presencia de sus dos hijos. ANDREW HARNIK

Joe Biden jura su cargo como 46 presidente de los Estados Unidos sobre una biblia católica de su familia desde 1893 que sostiene su esposa Jill en presencia de sus dos hijos. ANDREW HARNIK

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Se acabaron los discursos de odio que han llevado al país al borde de la guerra civil. Donald Trump se ha ido y Joe Biden promete ser «el presidente de todos los estadounidenses» porque «con unidad podemos hacer grandes cosas».

«Empecemos de nuevo», instó a los estadounidenses en su discurso de toma de posesión.

Su sagrada promesa es luchar con la misma fuerza por quienes le votaron que por quienes no. «Escuchadme mientras avanzamos», suplicó. «Tomad la medida de mi corazón y si no os gusta, estáis en vuestro derecho».

En su primer discurso como jefe de Estado, el 46 presidente de EE UU reconoció ante una ciudad vacía y militarizada que el verdadero reto es «restaurar la decencia y defender la democracia». Así de básicos son los objetivos de un mandatario al que el 70% de los republicanos considera ilegítimo, convencidos por Trump de que las elecciones fueron fraudulentas. «Hay verdades y hay mentiras. Mentiras dichas por poder y por beneficios. Y cada uno de nosotros tiene una obligación y una responsabilidad como ciudadanos, como estadounidenses, y especialmente como líderes (...) para defender la verdad y derrotar las mentiras», subrayó Biden.

La clave para alcanzar la unidad que busca será recuperar el consenso sobre la verdad.

«Celebramos el triunfo de una causa, la causa de la democracia. Es frágil, preciosa. La democracia ha prevalecido», dijo. «Es un día histórico y de esperanza, de renovación y resolución», añadió.

A sus 78 años, después de haber pasado 47 en la administración federal que ahora dirige, Biden admitió estremecido que ha visto la fragilidad de la democracia de la que siempre ha presumido su país, pero está convencido de que eso no es una señal de debilidad. «A los que están más allá de nuestras fronteras, EE UU ha sido puesto a prueba y eso nos ha hecho más fuertes».

«Repararemos nuestras alianzas y nos implicaremos con el mundo de nuevo, no para encarar los desafíos de ayer sino los retos de hoy y mañana», fue su mensaje a las personas que le veían desde todo el mundo.

Tiene también una nutrida agenda política, desde proteger el medio ambiente del cambio climático a hacer realidad el sueño largamente pospuesto de dar a todos los estadounidenses «un verdadera oportunidad», en una sociedad que ha dejado atrás a las minorías en su búsqueda de bienestar social.

Como prueba de su compromiso con la diversidad, Kamala Harris se convirtió poco antes del mediodía hora local en la primera mujer que pone su mano sobre la biblia para jurar el cargo de vicepresidenta. Le tomó el juramento la primera jueza hispana del Tribunal Supremo Sonia Sotomayor, nombrada por Barack Obama. Harris es también la primera afroamericana en ocupar el cargo y la primera de origen asiático. A sus 56 años tiene muchas posibilidades de convertirse en presidenta, antes o después de que Biden acabe el mandato de cuatro años que acaba de comenzar.

«Hoy marcamos la jura de la primera mujer en la historia elegida como vicepresidenta. Que no me digan que las cosas no pueden cambiar», dijo Biden en su discurso.

Policías, periodistas, soldados, ciudadanos sin techo y un mar de banderas reemplazaron a los ciudadanos en las calles desiertas de Washington para la ceremonia de investidura de Joe Biden.

La puesta en escena de la toma de posesión de 2020 pasará a la historia por lo inaudito. La pandemia de la covid-19, que ha dejado ya más de 400.000 muertos en el páis, y los temores a choques violentos tras el asalto al Capitolio, que dejó cinco muertos, el 6 de enero por parte de una turba de seguidores del ya expresidente Donald Trump, han provocado imágenes nunca vistas en la historia reciente.

El centro de la capital estadounidense está totalmente militarizado con más de 20.000 efectivos de la Guardia Nacional desplegados desde hace días, con las principales avenidas bloqueadas y valladas, y salpicadas por continuos controles de seguridad. La revisión por parte de los guardias era exhaustiva: exigían retirar hasta el abrigo para revisar sus bolsillos exteriores e interiores.

En la Explanada Nacional, corazón simbólico del país, con el Capitolio en un lado y el monumento de George Washington a otro, y donde normalmente se congregarían cientos de miles de ciudadanos para seguir la ceremonia y escuchar las primeras palabras del presidente, ni una sola persona.

El asombroso silencio era apenas roto por el ondear de miles de pequeñas banderas de Estados Unidos en homenaje a los fallecidos por la pandemia.

UN MAR DE BANDERAS SIN TRUMP

Tampoco hubo el desfile desde el Capitolio a la Casa Blanca, ni las tradicionales y opulentas fiestas ofrecidas en honor del nuevo presidente. En su lugar, una ceremonia pensada por y para la televisión.

El ambiente en las calles es sombrío, y totalmente alejado de la emoción que suele caracterizar el optimismo de los primeros días de un nuevo inquilino en la dirección postal más famosa de Washington: 1600 de Pensilvania Avenue.

Las dos únicas categorías de personas que transitan las calles de la ciudad en este miércoles histórico de viento frío son los soldados y los periodistas. Y junto a ellos los ciudadanos sin techo.

«¿Qué quieres que te diga? Que jodan a Trump, eso sí. ¿Tienes algo de cambio?», explica Jeffrey, uno de ellos, al ser preguntado por la jornada y a apenas dos cuadras de la Casa Blanca.

Tampoco el mandatario saliente estaba en la ciudad. Trump abandonó la Casa Blanca horas antes y rompió así la tradición de asistir a la ceremonia de posesión de su sucesor.

La última vez que ocurrió una ausencia de estas fue la pataleta que se cogió 1869 Andrew Johnson, que no acudió al acto de Ulysses Grant.

Pese a lo histórico de la jornada, o quizá por ello, Trump prefirió disfrutar por última vez del avión presidencial, el Air Force One, y viajó a Palm Beach (Florida), donde está su club privado Mar-a-Lago y pasará sus primeros días fuera de la presidencia.

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