Bush tiene mucho trabajo

El súbito afán del presidente de los Estados unidos por asentar una democracia «ejemplar» en Irak es sin duda admirable en abstracto pero, para entender la envergadura de este designio, no es ocioso observar cuál es la situación de la democracia en el mundo: según la ONG norteamericana Freedom House, a partir de datos del 2001 relativos a 192 países, 85 de ellos, con 2.500 millones de habitantes que representan el 41% del planeta, son «libres»; otros 59 países, con 1.460 millones de habitantes que representan el 24% de la población, son «parcialmente libres»; y 48 países más, con 2.170 millones de habitantes y el 35% de la población, son «no libres». Este último porcentaje de los ciudadanos «no libres» ha descendido al 35%. Pero, como la población global crece, el número de personas que no viven en libertad ha aumentado en una década desde 2.000 millones a 2.200 millones. Ante este panorama, expertos y estadistas se preguntan qué hacer para precipitar el triunfo generalizado de las libertades. Bush, con su asombrosa clarividencia de granjero texano y su cohorte de asesores fanáticos, ha encontrado ya la respuesta, aunque necesitará muchos tanques Abrams si quiere extender el método iraquí al resto de las dictaduras.