Diario de León

Del corazón al verso y viceversa

Mario Díez-Ordás convierte el «pregón de pregones» en una escenificación de sentimientos y vivencias que da por inaugurada la Semana Santa en la capital.

Mario Díez-Ordás, en un momento de su pregón ayer en el Nuevo Recreo Industrial.

Mario Díez-Ordás, en un momento de su pregón ayer en el Nuevo Recreo Industrial.

León

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Mario Díez-Ordás, pregonero de la Semana Santa 2012, invitó a los leoneses a disfrutar de su fiesta mayor «porque el tiempo está a punto de cumplirse y la alegría sin límites del primer papón en la calle se apresta a invadir nuestros corazones en tormenta y a liberarlos de la costra acumulada durante el año en tantos Miércoles de Ceniza».

Tras ser presentado por Emilio Gutiérrez «más contento hoy que nunca de ser alcalde de la capital», el pregonero fue haciendo un recorrido imaginario por la semana de diez días y la inició en el Viernes de Dolores con La Morenica, para dibujar luego en el aire un simil taurino al Sacramentado de la tarde del Sábado de Pasión. Fijó en la procesión de los niños, el Gran Poder y La Redención los puntos cálidos del Domingo de Ramos, con mención especial para El Ranero, glosó al Perdón del Martes Santo, paseó por los alrededores de Santa Marina el Miércoles y en el Jueves Santo le cantó en verso a La Cena y a la Ronda.

«Déjame ser Cirineo de tu aterradora empresa, que detrás viene tu Madre vestida de primavera enamorando a León entre bambalinas que son guadamecíes de Reina», le cantó al Nazareno para «la mañana leonesa más esperada, tras haber sido prendido entre los castaños de San Francisco, flagelado en la columna de la Plaza del Grano, coronado de espinas en el recodo de la calle Corta y presentado a la multitud en la Plaza Mayor, Jesús Nazareno va taladrando las almas con su mirada infinita y camina con gallardía bendiciendo a su pueblo que, el Viernes Santo más que nunca, se muere por ser su Cirineo».

Guiño a La Horqueta. Hizo un apunte histórico sobre la antigua costumbre de dar por finalizada la Semana Santa con el Santo Entierro del Viernes y para ello apeló a las «Croniquillas» de Marón, «la publicación más antigua de cuantas se conocen sobre nuestra Semana Mayor y su primera guía de procesiones» que acaba de rescatar del olvido la Asociación La Horqueta, la misma que el viernes pasado se apunto un notable éxito con una asistencia masiva a la presentación de «Papones de acera» y a la cuál también pertenece Díez-Ordás.

El Desenclavo del Sábado Santo y la Resurrección del Domingo se convirtieron en puentes de paso para entrar en una de las fases más intensas de la disertación: la que dedicó a las vírgenes. La Divina Gracia de La Redención, La Piedad de Minerva, María del Dulce Nombre y La Dolorosa de Jesús o la Virgen de Angustias recibieron las dulces saetas de sus versos.

El público conoció después las vicisitudes de personajes célebres de La Pasión leonesa: Tejero el de la bandera, Menchu Manzano e incluso el obispo, Julián López, al que en una visita protocolaria recién llegado a la diócesis, un seise le preguntó si su padre también había sido Obispo, con la inoportuna y desgraciada intromisión del abad de aquella cofradía: «Cállate bestia, ¿no sabes que los obispos no tienen padre?».

Final antológico. El apoteósico cierre de su intervención incluyó una dedicatoria íntima al Cristo de los Balderas y a la cofradía de Las Siete Palabras, «mi Cristo y mi cofradía. A los dos debo no sólo el tener el privilegio de estar hoy aquí, sino el don mismo de poder proclamarme católico en medio de una sociedad que se descompone material y espiritualmente». Fue con el escenario teñido en rojo por la iluminación, en homenaje a la cofradía y bajo los acordes de La Madrugá , de Abel Moreno.

«En estos tiempos impíos de crisis económica y de valores que nos ha tocado vivir, en los que el hombre no tiene confianza en sí mismo ni en los otros, los papones hemos de reaccionar con fe y con inteligencia, sin caer en absurdas depresiones colectivas y, por una vez, todos juntos, como en nuestra Semana Santa, con la ventaja de nuestro sentido del sacrificio y con sentimientos positivos hacia los demás».

Cerró el acto el Obispo, Julián López: «Acabamos de escuchar el pregón con más sentimiento que recuerdo».

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