Diario de León

«Mi familia desconoce aún todos los detalles de lo mal que lo he pasado»

El leonés atrapado en Sierra Leona vive en Barajas un emocionado encuentro familiar.

Antonio Valenzuela saluda a sus padres que lo reciben llorando en el aeropuerto de Barajas.

Antonio Valenzuela saluda a sus padres que lo reciben llorando en el aeropuerto de Barajas.

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carmen Tapia | león
León

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«Estoy emocionado». El camionero leonés de Olleros de Sabero que desde enero permanecía atrapado en Sierra Leona víctima de una estafa laboral, aterrizó ayer en el aeropuerto de Barajas. En la T 4 lo esperaban sus padres, que lo recibieron emocionados tras once meses de ausencia. «Aunque les he contado algo, mi familia desconoce aún todos los detalles de lo mal que lo he pasado», aseguró ayer nada más poner el pie en España. «Como en España en ningún sitio», decía emocionado. «El reencuentro ha sido duro, muy emotivo. Los ojos me hacen chirivitas». Pero su padre y su madre no pudieron contener la emoción y se abrazaron emocionados a su hijo. Su mujer y su hija de cuatro años lo esperan hoy en su pueblo, al que llegará para recuperarse de una experiencia que no olvidará nunca.

Y es que este leonés formaba parte de una expedición de seis camioneros que acudieron a Sierra Leona para trabajar de la mano de una empresa valenciana. Una vez allí «fui víctima de una estafa y de un robo». A todos les han quitado los camiones. Con los nervios aún del viaje, Antonio da explicaciones de un complicado proceso que aún está pendiente de resolución judicial y que les ha llevado a la pérdida de «mi instrumento de trabajo», el camión. «Los camiones de los otros compañeros están ya custodiados por el abodago de la empresa valenciana, pero el mío aún no está localizado».

Antonio es el último español en regresar. En la cuadrilla de trabajo iba otro leonés, Ramiro González, que volvió a León hace dos semanas. Los seis trabajadores participarán esta mañana en el programa de Susana Griso, en Antena 3.

«Tengo ganas de darme una buena ducha, a la española», repetía anoche al llegar a España. En los once meses de estancia en el país africano han pasado todo tipo de calamidades. Sin apenas agua ni comida. «Nos duchábamos muy mal, como los niños pequeños, con un cacito. Apenas teníamos agua». Su familia no conoce todos los detalles de su viviencia. «Sólo me comunicaba con ellos por wasap». Su regreso ha sido posible gracias a la ayuda de la Fundación Emilio Moro, que les ha pagado los billetes.

La vida ha pasado entre abogados y una pensión de mala muerte en la que compartían habitación. «Tengo muchas conversaciones pendientes», dijo.

Pese a todo no descarta volver para recoger su camión y trabajar.

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