Urbanismo obliga a que se conserve el último paso de carruajes que queda en León

De los pies de los caballos rescata el Ayuntamiento de León el último edificio con paso de carruajes que quedaba en la ciudad. La salvación llega auspiciada por la nueva corporación municipal para que los promotores del inmueble del número 13 de la calle Ramiro Valbuena, en pleno centro de la capital, entre Padre Isla y la plaza de la Inmaculada, no tengan vía libre para el avance de la piqueta en la fachada construida en el año 1934. Un alto que obliga a que tengan que cumplir de manera escrupulosa la protección fijada en el Plan Especial del Conjunto Urbano para el exterior de la casa, en lugar de avanzar conforme al proyecto que habían presentado al anterior gobierno local. No podrán tocar la cara vista desde la vía pública, como pretendían, aunque sí lo harán con el interior de la construcción, toda vez que en el pasado mandato se consagró la reducción de la conservación, que limitaba las actuaciones tan sólo al interior de las diferentes viviendas.

Pero ahora, a pesar de tener que conservar la fachada con el paso de carruajes, no sólo podrán demoler por completo el interior, sino que además se valida la elevación de una planta adicional por encima de las baja más cuatro que hay. El cambio se da gracias a que el nivel de protección quedó consagrado por el anterior equipo urbanístico municipal, dirigido por Belén Martín-Granizo. Una modificación, para dejar el grado de protección en grado 4 en vez de 3 como estaba recogido desde 1980, que había sido el obstáculo que durante años frenó a otros promotores interesados en hacerse con la propiedad para poder sacar un rendimiento económico gracias a su ubicación privilegiada.

Las pegas se levantaron con la mediación del ex concejal de Urbanismo popular Cecilio Vallejo, quien maniobró para cuadrar el negocio al buscar el capital promotor, firmado por Desarrollos Leoneses 2014 S.L., cuyo administrador solidario es el ex presidente de la Fele y de Agelco Ignacio Tejera, y a la constructora Geoxa, propiedad de su hermano, Juan María Vallejo. Todo bien atado para sacarlo adelante después de haber concitado por el lado contrario la voluntad de las diez partes en las que se repartía la herencia inmobiliaria dejada por el doctor Morros.

La variación hace que se pierdan los elementos singulares que tenía el interior de la edificación, como el distribuidor de las plantas o el balaustre que servía no sólo como protección de las escaleras sino a su vez para la conducción del agua fría a cada uno de los pisos. Unas peculiaridades que había plasmado en los planos en 1934 el arquitecto Eloy Maqueira Fernández para un edificio que, de acuerdo a la ficha del catálogo de bienes y elementos protegidos de la ciudad, «recuerda obras de Fernández Shaw y Gutiérrez Soto», a partir de una «sobria construcción de influencia expresionista» y en la que se mantenía «el diseño original» de la planta baja. Apuntes que no evitaron que se atendiera la solicitud de bajada de la protección planteada por los propietarios que argumentaron que era «excesivamente alta en relación con sus valores históricos y arquitectónicos» y que «la intención estilística se centra en su formalización exterior».

Una ficha en la que con letra negrita se subraya que es obligatorio conservar «los elementos que constituyen la fachada principal de la edificación y la disposición y características del paso de carruajes».

Pese a quedar claro, los promotores presentaron justo durante el periodo de cambio de gobierno municipal el proyecto en el que no se garantizaba la protección de estos elementos, según se advirtió en la comisión informativa de Urbanismo, presidida por la popular Ana Franco, en la que se reclamó que se subsanara la deficiencia y se salvara el paso de carruajes.