Presidente del Gobierno de la República en el exilio

El derribo de la casa natal de Gordón Ordás (León, 1885-México D.F., 1973) añade una página que no estaba escrita en la biografía, una más a medio camino entre el olvido y la injusticia, de este ilustre veterinario leonés, que mantuvo el título de la Presidencia de la República en el exilio y que en sus últimos años soñaba con sobrevivir a Franco para volver a España. «Yo no apetezco otra dicha de futuro que la de poder regresar a una España dignificada para gozar del supremo deleite de morir y ser enterrado en León», escribió poco antes de morir en el país que le acogió al final de la guerra civil, después de haber desempeñado el cargo de embajador durante II la República.

En parte, León saldó esa deuda de honor en 2004, cuando el Ayuntamiento y la Fundación Vela Zanetti promovieron que sus cenizas volviera a su tierra natal para ser depositadas en el panteón de Hombres Ilustres. Contra viento en marea, Miguel Cordero del Campillo ha reivindicado su figura, no sólo como político sino también como veterinario. Al menos esas páginas han quedado escritas.